El programa clásico, el primero de los dos que la CND sube al escenario de los Teatros del Canal, con piezas de Balanchine, José Carlos Martínez y William Forsythe, celebra los 35 años de su creación.
Sin embargo, la elección de las obras es muy poco significativa de la andadura histórica que se conmemora, y obedece más bien a una clara muestra de su rumbo actual: la denominada línea ecléctica que se inicia bajo la dirección de José Carlos Martínez.
Muchas han sido las fracturas y rupturas que ha vivido nuestra compañía nacional durante estos 35 años, siendo la marcha de Nacho Duato su trauma más reciente, al llevar aparejada la prohibición de representar las coreografías que conformaban el núcleo central de su repertorio.
Fue un duro momento de reconvención, al que se le sumaron los problemas derivados de la crisis económica con una merma considerable de los recursos y de los derechos de los bailarines.
La compañía busca su camino y avanza. El esfuerzo y la ilusión de sus bailarines es algo que se siente, que llega al público. También el gran encanto de su director, Jose Carlos Martínez. Sus trabajos coreográficos, como el “Raymonda Divertimento” del que hemos disfrutado esta noche, quedan impregnados de una sutil delicadeza. Su mundo creativo es un universo armónico de abstracta belleza, que necesitaría una mayor dotación económica para lucir en todo su espledor. José Carlos es un gran pintor que tiene una restringida paleta de colores y a ella está obligado a ajustarse.
Pero cuando los recursos son escasos, el único modo de superar las limitaciones reside en el campo de las ideas. Y no sólo en las propias, sino también en las de los demás. En general, es un tema muy comentado el del exilio forzoso de los bailarines españoles, pero hay otro éxodo del que nadie habla: el de nuestros creadores. Tenemos un enorme potencial de artistas infrautilizados. Algunos, los más afortunados,triunfan y estrenan sus coreografías en el extranjero.
Hoy los eché en falta. Recuerdo el “Babylon” de Arantxa Sagardoy y Alfredo Bravo, o el “Nipon Koku” de Marcos Morau, por citar dos ejemplos de maravillosas creaciones.
También faltan los “hijos” de la CND y siento que en ellos se encuentra su verdadero potencial. Son los artistas que se formaron en su seno, y derramaron día a día su sudor, su energia, su esfuerzo, entregando una parte de sus vidas durante alguna de las 35 temporadas que hoy se cumplen... Entre estos hijos hay incluso quienes se han visto obligados a dejar de coreografíar ante la imposibilidad de sostener sus compañías y están dando clase en los conservatorios; otros estrenan sus ballets fuera de España, sin que aquí podamos disfrutar de su talento... Una buena inciativa es "Imposible Danza" formada con excomponetes de la compañía, y a la que veremos actuar en el homenaje a María de Ávila y Tony Fabré, programado los día 18 y 19 de octubre.
Los hijos de la compañía son semejantes a las notas dormidas en el "arpa" de la CND, tal y como Gustavo Adolfo Becker escribiera en su famoso poema:
“¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve que sepa arrancarlas...
¡Ay!, pensé; ¡cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz como Lázaro espera
que le diga “Levántate y anda!"
MERCEDES ALBI
(Fotografías de Jorge Álvarez)