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El amor de un mago y una bailarina

“Ne m´oblie pas” nació de un encuentro, es una obra más de la compañía que fundaron el mago Philippe Gently y su pareja, la bailarina Mary Underwood.

Es un espectáculo inclasificable, porque no se pueden limitar los géneros, como no se puede establecer una barrera a los sueños, ni al proceso creativo mientras no sale de la mente y no topa con los obtáculos que conlleva su materialización. Ellos han intentado trascender, pero sin un propósito concreto. Ellos nos ofrecen este espectáculo, libre, onírico, imaginativo y sugerente.

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La forma en que crean sus espectáculos tiene unas fases definidas que califican de la siguiente forma: dispersión, cruce, reescritura y evaluación. La “dispersión” es individual, una idea o imagen que aparece en la mente; se expone, y se “cruza” con la idea del otro; juntos la “reescriben” y finalmente, lo “evaluan”.

El resultado es algo nunca visto. No es una representación de danza sino que la trasciende. Los intérpretes son humanos y no humanos, cohabitan con marionetas simiescas, dúplica de los propios actores, que se confunde con ellos mismos quebrando los límites de lo real para adentrarse en el mundo de la magia. Las marionetas se transmutan en humanos y al contrario, utilizando los recursos de la magia circense.

Es una sucesión de escenas poderosamente plásticas, no sigue un argumento lineal, y sí una suerte de inspiración, pues trata -o se “supone” que trata- sobre las distintas etapas de la vida de una mujer, desde la infancia a la edad adulta con sus problemas y conflictos.

Se abre el telón y aparece Clarisse, un chimpancé de proporciones humanas, ataviada con un largo vestido, que parece contemplar las figuras de los seres que habitaron su pasado y emociona entonando “a capella” el “Lascia qu´io pianga” de Haendel. A partir de entonces cada escena arrastra al público en un viaje onírico pleno de sopresas.

El elenco lo componen un total de 9 actores provinientes de la Escuela de Teatro Gestual de Verdal en Noruega, y son de una gran versatilidad. Se mueven muy bien dentro de la coreografía que ha creado para ellos Mary Underwood, que es armoniosa y sin alardes de virtuosismo. Ellos bailan, cantan, se expresan con la mímica de los rostros, mueven las marionetas y encandilan al espectador en su juego sin final.

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Hay una escena inolvidable por su belleza. La bailarina lleva en sus brazos dos alas blancas -similares a las que se empleaban para la danza de la mariposa en el vintange-. Primero baila un trío con dos actores, hasta que se convierte en un duo. El escenario permanece en penumbra, salvo una puerta que se abre hacia un infinito azul...

No se debe explicar con palabras lo que está hecho para sentir, porque cuando algo es tan sugerente como este “Ne m´oublie pas” existen tantos espectáculos, como el número de personas que disfrutan de él. Cada momento es único, cada persona es única y ninguna debería perderse esta cita en los Teatros del Canal, desde el 12 hasta el próximo 22 de febrero.

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PAOLA PANIZZA

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