El pasado se proyecta en el futuro de una forma casi mágica. La investigación sobre el Nijinsky perdido -desde aquel que fue, desde aquel que dejó de ser y su último ballet el Till Eulenspiegel- me arrastró a una búsqueda que se tornó apasionante porque, como la vida misma, estaba llena de sorpresas. Roger Salas tuvo la amabilidad de brindarme sus conocimientos y su ayuda, facilitándome sus escritos y recuerdos sobre Valentina Kachouva; pero otra novedad me aguardaba: encontrarme cara a cara con un Till de carne y hueso.
De entre todas las versiones que se han hecho del ballet Till Eulenspiegel, no se puede pasar por alto la extraordinaria labor llevada a cabo por Millicent Hodson y Kenneth Archer, en su reconstrucción de la obra para la Ópera de París (1994). Estaba mirando las fotografías de su trabajo, disfrutando de las imágenes a color de los diseños reproducidos de Edmond Jones, y me pareció reconocer bajo una peluca naranja con los pelos de punta a José Carlos Martínez. Le llamé.
Eran las cinco de la tarde cuando me citó en la sede de la CND. Subí a su despacho de la primera planta y se mostró feliz recordando aquel papel que le permitió meterse en la piel del propio Nijinsky.
Le digo:
-Te vi en una foto y era difícil reconocerte vestido de Till, pero... ¡Eras tú!
-(ríe) Sí, era un traje verde pistacho con peluca naranja.
-¿Cómo recuerdas la experiencia?
-Fue muy interesante, verdaderamente apasionante.
-Me intrigan muchas cosas... Como por ejemplo que de los valiosos trabajos que Millicent Hodson ha realizado reconstruyendo las coreografías perdidas de Nijinsky, se haya representado mucho su “Consagración de la Primavera”, pero del “Till” no encuentro nada...
-Es porque Millie no tenía casi información. Sin embargo, para reavivar “La Consagración” contaba con muchos más elementos, especialmente porque el ballet fue anotado minuciosamente por Mary Rambert, quien colaboró mano a mano con Nijinsky durante su realización en 1913. Del “Till Eulenspiegel” no había tantas referencias.
-¿De dónde partió Millicent para la reconstrucción?
-Hizo una laboriosísima tarea de investigación. Se basó en testimonios escritos, frases de memoria histórica... Y algo tan minucioso como ir a entrevistarse personalmente con algunos artistas, casi centenarios, que habían participado en el estreno de 1916 en NY.
-Roger Salas me contó que Valentina Kachouva, una bailarina rusa que se afincó en España, ayudó a Millicent con sus recuerdos.
-Sí, ella fue una de las personas con las que habló.
Fue una tarea complicada, pero al mismo tiempo era muy estimulante. Teníamos las fotos de Nijinsky, y así, si de un solo había dos o tres fotografías, y había que pasar de esta pose a la otra... Pensábamos qué pasos o movimientos habría podido hacer Nijinsky para esta transición.
Yo bailaba el segundo reparto, y Patrick Dupond el primero, así que como yo tenía más tiempo, fui el encargado de ayudar a Millicent en la reconstrucción reinventada de la danza de Nijinsky.
-Dime un ejemplo de como hicistéis esa reinvención.
(José Carlos se levanta, y para explicarme mejor, da un salto adoptando la pose de Nijinsky en una de las fotografías, mientras me va explicando)
-En esa escena no había coreografía, por ello, uniendo memoria y fotos, con saltos en paralelo, hay otra saltando para ir de aquí a allí...
No he tenido una experiencia tan interesante como aquella. Bailar un ballet de Nijinsky te aporta un sentimiento especial.
-¿Cuándo fue la primera vez que bailaste una coreografía de Nijinsky?
-Yo estaba todavía en la escuela Rosella Hightower, y cuando estudiamos “La Consagración de la Primavera”. Fue lo primero que hice de Millicent. Es tan impresionante estrenar algo que forma parte de la historia de la danza. Entonces todavía no imaginaba que algún día haría de Till.
-El Till dura muy poco, porque la música de Strauss tiene unos 16 minutos... Y Till se cambia de ropa tantas veces... ¿Cómo lo hiciste?
-Hay 16 cambios de vestido. Y no salí del escenario. Había un momento en que iba vestido de cura, pero debajo tenía el otro traje.... Sobre la malla verde se van poniendo todos; pasaban las damas, y yo, oculto tras ellas sin que el público lo viera, me ponía un abrigo.
Y fue tan minuciosa Millicent que, para posibilitar el cambio de ropajes, fuimos a ver al mago Arturo Braquetti, que nos enseñó algunos trucos.
El Till es vertiginoso. Es como una película de dibujos animados.
-¿O de cine mudo, como un film de Charles Chaplin?
-Sí. Son una serie de números, como pequeñas historias que se suceden rápido, unas tras otras. La primera escena es un mercado. Till llega y roba una manzana de una vendedora que lleva un cesto en la cabeza, y entonces todas las manzanas ruedan, la gente tropieza, se caen.
Justamente, para coger la fruta inventamos en la coreografía que daba un gran salto. Era evidente, si no era imposible coger la manzana...
-¿Gustó al público?
-Sí, mucho, tiene un gran impacto visual. Es una coreografía muy fresca, muy vital, un absoluto no parar.
-Pues imagínate, si para el público actual que ha visto tantas cosas le resulta impactante, hace un siglo, al abrirse el telón, se quedaría boquiabiertos.
-Lo más emocionante fue poder inventar una parte, yo aporté la mía, tuve el gran placer de colaborar estrechamente con Millicent. No era simplemente bailar. Era un estudio de interpretación con una gran dosis pictórica, pasabas de una imagen a otra sin parar. Con la música íbamos jugando, fue una maravillosa mezcla de reconstrucción y de reinvención.
-¿Había que sentir el personaje?
-Afrontar un personaje como éste, que es un personaje con alma, el último que creó Nijinsky antes de volverse loco, exige un gran respeto y obliga a profundizar en todo lo que te pueda inspirar.
Hay que tener en cuenta que Nijinsky comenzó a concebir su ballet “Till Eulenspiegel” desde su cautiverio en Austria, cuando la guerra le impidió abandonar el país. Un bailarín privado de su movimiento, y no un bailarín cualquiera sino un genio absoluto... Lo piensas, y sientes sobre ti el peso de una gran responsabilidad acompañado de una inmensa devoción.
-Parece ser que Nijinsky leyó en su cautiverio, porque tenía un ejemplar, la novela de Charles de Coster, Till Eulenspiegel.
-Sí, es lo que completa el personaje, la novela. Cuando la leí me di cuenta que era un canto a la libertad. Te he traido un ejemplar del libro.
-¡Que fascinante! Por favor, léeme un fragmento...
-A ver si lo encuentro. Sí, lo he señalado. Está en el capítulo XIX.
Trata sobre un pájaro que se cuela por una ventana en la casa de Till. Se esfuerza en atraparlo para meterlo en una jaula. Pero su padre le recrimina, y le da este hermoso consejo:
“Hijo, no le arrebates jamás a un hombre ni a un animal su libertad, que es el don más grande de este mundo. Deja que cada cual se ponga al sol cuando tenga frío y a la sombra cuando sienta calor”.
Si Nijinsky tuvo este libro... Si este libro fue su inspiración... Si estaba oprimido, preso y se sintió atraido por Till... Quizás al perder la cordura voló, sus ideas dejaron de ser de este mundo.
Pero aquí está el libro, la música, la reconstrucción de Millicent... Y un Till, nuestro magnífico José Carlos Martínez, que lo danzó, y me concedió el inmenso regalo de volver a ser por unos instantes aquel personaje de Charles de Coster.
Gracias a todos por tan fantástico viaje.
MERCEDES ALBI
(París fotos escena, Jaques Moatti; retrato blanco y negro de M. Hodson con K. Archer, por Severine Demarest)