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El Teatro Real cierra la temporada con el Nederlands Dans Theater


La danza con una compañía de excepción, Nederlands Dans Theater, ha puesto el punto final de la actual temporada del Teatro Real.


La NDT, creada en 1959 por Benjamin Harkarvy con la finalidad de encontrar otros caminos para la expresión y experimentación de las nuevas formas de danza, es un modelo de referencia dentro de las compañías europeas. Las direcciones de Hans Van Manen y Jiri Kylian constituyeron todo un hito, sin que resulta osado afirmar que los coreógrafos que pasan por ella son los que marcan tendencia y consiguen gran reconocimiento internacional (Nacho Duato, Ojad Naharim..).


Es la tercera vez que el NDT actúa en el coliseo madrileño. En esta ocasión el programa contenía dos piezas: “Sehnsucht” y “Schmetterling” de Paul Lighfoot, actual director artístico, y Sol León, asesora y directora artística de la compañía holandesa.


Sol León nació en Córdoba y desde 1989 trabaja junto a Paul Lighfoot cuando fueron bailarines de la NDT 2, donde iniciaron su camino llegando a la NTD, familiarizándose con las creaciones que se conviertieron en el santo y seña de la prestigiosa compañía.


El tiempo pasa rápido, pero para los buenos artistas que encuentran un campo fértil donde desarrollar sus ideas, estás quedan plasmadas en una sólida trayectoria, y Paul Ligtfoot y Sol León, desde que fueran nombrados coreógrafos residentes en 2002, han creado más de 40 coreografías para la NDT.


Las dos obras presentadas componen un único programa en base a una unidad temática que gira en torno al amor y a la transformación del ser humano, el paso del tiempo y la metamorfosis vital fruto de las experiencias vividas.


Los bailarines de formación clásica parecían seres venidos de otro planeta, con una técnica increíble y poseedores de una elegancia y virtuosismo excepcionales.

“Sehnsucht “ se incia con el bailarín Silas Henriksen totalmente solo dentro de un círculo de luz. Suspendido en el aire hay un cubo móvil a modo de habitación, penetrado por una luz dorada y cálida, iluminando su interior que se abre a través de una puerta. Allí viven una pareja interpretada por Danielle Rowe y Medhi Walerski. Es un escenario dentro de otro, un mundo minúsculo contenido en otro más grande pero con el que comparte los mismos sentimientos de amor, soledad y angustia. La narración se sustenta en la música, en fragmentos de tres partituras de Beethoven (conciertos para piano núm. 3 y 4, así como la 5ª sinfonía), que irán determinado la construcción de las diferentes escenas.


La secuencias más emociontes tienen lugar en el interior del cubo, esa pequeña historia de una convivencia que se torna asfixiante y desemboca en el abandono. Pero en la segunda parte todo se ha diluído, el cubo ya no existe, y el cuerpo de baile interpreta una coreografía de gran geometricidad belleza plástica.

Durante el descanso, no cesa la danza y siempre hay un bailarín que aunque el telón esté echado, improvisa e interactúa con el publico. Esta novedad, que a base de repetirse pierde su originalidad, contrasta mucho con la calidad del espectáculo programado por lo que más que enriquecer desconcierta y a mi juicio sobra.


“Schmetterling” significa mariposa. Los protagonistas son una madre y su hijo (Ema Yusa y Medhi Walerski) que danzan de la vida hasta la muerte. Todo lo que nace muere para dar lugar a algo nuevo, es el tránsito, el devenir de la existencia, la vida efímera que simboliza la mariposa. La madre es una anciana vestida de luto que baila con una hondura llena de significados. Cada cosa tiene su lugar y todo se suboordina al mensaje de la fugacidad. El vestuario, diseñado con trajes de mucho vuelo, formara parte de esa danza que simbolizando las alas de las “schmetterlings” serán batidas con todo el esplendor de los magníficos duos, tríos y danzas corales desarrollados por los bailarines en la parte frontal del escenario.

Paul Ligtfoot y Sol León pertenecen, sin duda y por méritos propios, a ese Olimpo de creadores europeos que abren caminos y sobre cuyas creaciones reposa el peso de todas las miradas.


PAOLA PANIZZA

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