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Una Bella en el Real


Nacho Duato regresa a los escenarios españoles y nos muestra un lado diferente de su efervescencia creativa. Lejos de la polémica suscitada sobre su capacidad o no de hacer ballet clásico, lo cierto es que era muy dificil que su acreditado talento fracasara en este campo. La Bella Durmiente es un ballet que lo tiene todo música e historia con un elenco de primera, como es en esta ocasión la Saatsballet de Berlín y lo fue en su origen el Mijailovsky de San Petersburgo.


La estructura narrativa se mantiene en su esencia pero se agiliza, incluso Duato se ha arriesgado a cambiar los tempos de la música, acelera los adagios y otras escenas incrementando la tensión del drama. El estatismo de la danza clásica se suaviza con pinceladas de naturalismo aumentando la expresividad y acentuado la gestualidad en los intérpretes.


La Bella de Duato nos sumerge en un campo totalmente onírico de gran efectivismo, alejado de la estética desnuda de sus obras contemporáneas, empleando algún toque de barroquismo exquisito, especialmente, en el vestuario de Angelina Aelagic que luce de forma sobresaliente, iluminado por luces suaves y brillantes en las escenas cortesanas, oscureciéndose en las apariciones del hada Carabosse y su corte maléfica. La escenografía de caracter simbólico genera el marco propicio para el desarrollo de una obra con gran elegancia.



Así, en la escena de la boda, todo queda coronado de forma ascendente, dirigiéndose hacia un cielo infinito que se refleja en un espejo enmarcado por pavos reales.



La pricesa Aurora (Iana Salenko) etérea en su baile, elegante y menuda llega al perfecto equilibrio que exige la técnica para su rol, y emociona gracias al buen despliegue de sus dotes interpretativas.


Rishat Yulbarisov en el papel de Hada Carabosse desata un magnetismo escénico insuperado por cualquier otra hada mala de la historia. Su entrada levantando los puños con ira es imborrable, surge de una aparición violenta bajo un manto de seda negro que todo lo cubre, hasta casi el foso de la orquesta. El séquito del mal que le acompaña es mucho más terrenal y contemporáneo, sin perder las líneas clásicas, pero marcando una diferencia de estilo coreográfico que acentúa la diferencia entre el mundo del "bien" y del "mal".


Los solistas hacen una exhibición de sus extraordinarias cualidades, sin renunciar al romanticismo de la composición de Chaikovski, reforzando la presencia de los personjes de cuento, que aparecen en la fiesta de las bodas. Acude Caperucita Roja, el Rey Rana, la Cenicienta, la Bella y la Bestia, entre otros, destacando el pas de deux del Pájaro Azul.



Un buen comienzo de temporada para la danza que esperamos seguir disfrutando en el coliseo madrileño.


Paola Panizza

(Fotografías Javier del Real, salvo escena Hada Carabosse por Jan Revaz)

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