Antonia Mercé gracias al triunfo obtenido en 1925 con el estreno parisino de "El amor brujo", consolida su sueño de fundar una compañía de Ballets Españoles.
Es una compañía inspirada en los Ballets de Diaghilev, aunque Antonia siempre fue consciente de las diferencias existentes.
Ella lo explicaba así:
“Los bailes rusos, es verdad que son grandiosos, son supremamente bellos, son eminentemente plásticos. Pues bien, nosotras las españolas pondríamos algo que les hace falta a los rusos: pondríamos alma, mucha alma y el éxito sería completo”
(La crónica, Lima 24-12-1919).
¿Dónde se encuentra ese “alma” característica de los “Ballets Españoles”? Independientemente del estilo de danza, existe un claro matiz de diferenciación: los argumentos de las obras son historias de sentimientos, donde el amor y los celos juegan un papel predominante. Fue el compositor Joaquín Nin Castellanos quien le dio la idea de rescatar los antiguos "bailetes", un género de danza originario del siglo XVII, época de esplendor del teatro barroco español, consistente en pantomimas bailadas que solían representarse al final de los espectáculos teatrales.
En la evolución de los Ballets Rusos, el elemento estético-artístico había terminado imponiéndose sobre la emotividad de los libretos. Sin embargo, en la compañía de Antonia Mercé, aunque lo más granado de la intelectualidad española participará en ella, el factor artístico nunca deja de lado la emoción que desea transmitir al espectador representando una historia.
Un papel destacado fue el de Cipriano Rivas Cherif, cuñado de Manuel Azaña, fue un decidido impulsor de la idea de Antonia Mercé, el cual narra -en un artículo publicado en ABC (9-8-1928)- que La argentina había creado:
<<los bailetes españoles (…) no a la manera de gran espectáculo de los rusos de Diaghilev, sino con una intención más adecuada a los medios de que podía disponer; es decir, atenta a la organización de un cuadro selecto su compañía en torno a su figura eminente, para interpretar obras nuevas, de pequeña orquesta, escritas para ella, a base de temas netamente españoles y decididamente teatrales>>
La denominación de “bailetes”, explica, que no se refiere a una traducción española del vocablo francés “ballet”, sino que llamarles de ese modo se debe a una idea de Joaquín Nin evocadora de las danzas-pantomima, representadas en la corte española en la época de Calderón durante el Siglo de Oro.
Su colaboración con el pintor Néstor de la Torre no tardaría mucho en iniciarse, pues ya en la temporada siguiente (1926), un nuevo ballet “El fandango del cándil”, con música del joven compositor Gustavo Durán, amigo íntimo de Néstor, convertiría sus escenografías y figurines en un referente internacional para las artes escénicas.
El repertorio que exhiben “Los Ballets (bailetes) españoles” en la gira de 1927-28, además de “El fandango del candil”, estaba formado por “El amor brujo” de Falla; “El contrabandista” de Oscar Esplá; “Sonatina” de Ernesto Halffter; “La juerga” de Bautista; “Kinekombo” de Ponce; ”Divertimento” sobre músicas de Albéniz, Guerrero, Taberner y Valverde, y “En el corazón de Sevilla”, con música de cuadro flamenco.
Danza, música, diseño, pintura... Lo mejor del arte español quedarán unidos bajo el genio vivaz de Antonia Mercé para asombro del mundo. Los Ballets Españoles han nacido.
MERCEDES ALBI