El primer gran ballet de absoluto nuevo cuño que estrenó Antonia Mercé para su compañía Ballets Españoles fue “El Fandango del Candil”.
Desde aquellos lejanos años 20 hasta ahora hemos sido afortunados de que la obra haya sobrevidido a las visicitudes del tiempo y de la historia. Esto ha sido gracias a Mariemma que lo reelaboró, y a Aída Gómez que ha hecho del bolero una de sus piezas más aplaudidas, hizo el gran esfuerzo de llevarlo a los escenarios con su compañía, tal y como podermos ver en esta filmación del año 2009 del Festival de Jérez.
Emociona poder admirar el innovador vestuario con originalísimos toques cubistas creado por Néstor de la Torre, los decorados, la música... Vale la pena detenerse en los entresijos de su creación y, especialemente, en las historias que se esconden tras las vidas de quienes junto a la gran Antonia fueron sus artífices.
LA MÚSICA
Antonia Mercé encarga la elaboración de la música a un compositor de 21 años de edad, Gustavo Durán. El joven era por áquel entonces la pareja sentimental del pintor grancanario, Néstor que lo consideraría el gran amor de su vida. Existe, por tanto, un nexo de unión personal muy fuerte entre el compositor y el autor de los vestuarios y escenografías del ballet.. Algo que con el tiempo Gustavo Durán se esforzaría en ocultar de su biografía, olvidando por completo a quien le había ayudado a ser quien era y con quien mantuvo una larga relación en torno a una década. El prometedor músico convivía con Néstor en París llevando un tren de vida que jamás hubiera podido costearse por sus propios medios.
Gustavo Durán fue un hombre de gran belleza, siendo el modelo que Néstor empleó en los cuadros de su serie de pinturas titulada "Poema del Atlántico", donde se representa el óceano en clave simbolista, a través de los distintos momentos del día, y encarnado en la figura de un hermoso muchacho.
Sin embargo, a pesar del éxito obtenido con la música del "Fandango del candil", nunca compuso nada más importante que este ballet, ni tampoco parece que el joven compositor se esforzase en perfecionar su arte durante su estancia en la capital francesa, donde Néstor le costea las clases de composición que impartía Paul Dukas, compartiendo aula con Joaquín Rodrígo y Joaquín Nin Cumell.
En 1934 su existencia da un giro radical y abandona a Néstor. Gustavo Durán abandona la música en pro de otros derroteros mejor remunerados, y existen claras sospechas de su participación en alguna suerte de colaboracionismo activo con el comunismo stalinista.
El crítico musical Carlos Bosch, en su libro "Mnéne. Anales de música y sensibilidad" (Ed. Espasa Calpe, 1942) en sus páginas 141-142, lo narra sin trapujos:
<<Néstor protegía con especial cariño a un joven aspirante a compositor que se llama Gustavo Durán, muchacho presumido y enfatuado, de unas condiciones imaginarias para la música; petulante, con pretensiones precoces de hombre de mundo y, lo que es más, de compositor que ni en ciernes lo era. El ilustre pintor se afanaba en que Arbós se interesase por él, que posaba en actitud desdeñosa, incluso en su relación con Néstor, del que decía para epatar que no gustaba de su obra por divergencias estéticas.
Después se lo llevó el pintor a París, donde le costeó la vida y estudios hasta que se vino a trabajar en asuntos técnicos de cine para hacer propaganda comunista, obteniendo alta graduación en el seudo ejército rojo, y debiéndosele crímenes y asesinatos.>>
Fue un personaje ambicioso que se afanó para introducirse en el mundo artístico parisino y en el madrileño, dónde frecuentó a los artistas afines al círculo de la Residencia de Estudiantes, especialmente, a Federico García Lorca.
Cuando estalla la Guerra Civil, Gustavo Durán, con la complicidad de Rafael Alberti, se convierte en un destacado activista de la SIM y, posteriormente, de la GPU. Nunca más volvería a ver a Néstor, que jamás recibió noticias suyas, falleciendo en Gran Canaria en 1939. Gustavo marchó al exilio ayudado por Ernest Hemingway, que le consigue la nacionalidad norteamericana, y trata de iniciar una carrera diplomática ocupando algunos cargos en el ámbito internacional, pero la sombra de su pasado le persigue. Muere en Atenas en 1969.
Sin embargo, la poderosa personalidad del compositor del Fandango del Candil siguió perpetuándose en la literatura. No sólo en el poema que sobre él escribe Jaime Gil de Biedma, que lo conoce cuando es un anciano. Más allá de la muerte será el protagonista de la novela de Horacio Vázquez Rial "Soldado de porcelana":
<<Rubio, de bellos ojos azules, elegante hasta la afectación, seductor, expresándose en inglés, francés, italiano y alemán, con talento musical, una memoria prodigiosa y unas relaciones personales de primer nivel social, Durán debía de ser una tentación para cualquier servicio de inteligencia>>
Su propia hija, Jane Durán, se inspira en él, un personaje del que todos perciben que posee un lado oscuro, indescifrable...
Su hija escribe un poemario titulado "El silencio de mi padre":
<<Depone sus armas.
Alza sus brazos encima de su cabeza.
No quiere hablar>>
En los archivos de la Fundación Juan March, se conserva un tesoro: la grabación sonora de la música del Bolero del Fandango del Candil con el mágico toque de las castañuelas de Antonia Mercé. (Nota: para poder escucharla pulsar con el cursor sobre las palabras subrayadas).
LA TRAMA DEL BALLET
El libreto es obra de Cipriano Rivas Cherif, amigo íntimo de Manuel Azaña, que se convertiría en su cuñado al contraer matrimonio con su hermana. Cuando Don Manuel llega a Presidente, Rivas Cherif es nombrado Jefe de Protocolo del Gobierno.
Rivas Cherif era un destacado miembro de los círculos teatrales, tal y como muestra esta foto en la que aparece acompañado de Federico García Lorca y Margarita Xirgu.
Cipriano Rivas basa su libreto en un sainete de Don Ramón de la Cruz y desarrolla para "El fandango del candil" la trama de un ballet-pantomima en un acto y cinco escenas, para veinte bailarines y cuarenta músicos. El mismo describe, en una carta dirigida a Gustavo Pittluga, el modo en que solía elaborar sus obras con Antonia Mercé: el argumento “una vez admitido, se lo desmenuzaba escena por escena y, después, ateniéndome a mis posibilidades, o a lo que ella pedía, le apuntaba incluso la clase de movimientos que me parecía adecuada y hasta los pasos”.
La acción de “El fandango del candil” se sitúa en el Madrid de 1850, en una típica taberna de las denominadas “de candil”, donde alternan gentes del pueblo y de la alta sociedad.
Allí una actúa la Niña Bonita, la gran sensación del momento. Naturalmente, tiene un pretendiente, Manolo–interpretado por el maestro Juan Martínez-, que le quiere dar celos, y ella le corresponde coqueteando con los visitantes. El amante, airado, invita a bailar a una dama de la alta sociedad que va cubierta. Entonces se produce un gran escándalo, pues la Niña Bonita, llevada por un arrebato, despoja del manto a la señora, y se descubre que la tapada es la mismísima reina Isabel. En el alboroto, un valenciano ciego tira por equivocación el candil, y la reina y sus acompañantes, aprovechando la oscuridad, escapan. Atraídos por el jaleo, se presentan dos alguaciles, y aunque todos disculpan el error del ciego, los guardias se lo llevan detenido. Manolo le pide explicaciones a la Niña Bonita, y ella, para congraciarse con él, le baila un bolero.
Al final la alegría se contagia a todos los presentes, que se unen al baile, mientras la Niña bonita y Manolo hacen las paces.
Sobre el maestro Juan Martínez, el escritor Chaves Nogales publicó una magistral biografía novelada de las peripecias del bailarín durante la revolución rusa, bajo el título "El maestro Juan Martínez que estuvo aquí". Se puede observar que el figurín que Néstor diseña para su papel de Manolo, que se conserva en el Museo Néstor de las Palmas de Gran Canaria, es su retrato. Tal vez nos encontramos ante una de las pocas imágenes que existen del maestro bolero Juan Martínez.
Se le puede reconocer si observamos al pesonaje de amplias patillas situado en el extremo izquierdo de esta fotografía del Fandango del Candil, tomada sobre el escenario.
En cuanto a las partes del ballet, la primera danza es un solo de Argentina (Niña Bonita): la “Danza del Candil”; otro de los bailes que interpreta son unos “Panaderos”; también hay dos Zorongos, danzados por el cuerpo de baile con solos de Carmen Joselito y Lolita Mas; la obra finaliza con la Argentina danzando el famoso “Bolero”, una de sus piezas más emblemáticas que nunca dejará de ser parte fundamental en el repertorio de la artista.
Antonia paseó el bolero del Fandango por el mundo, pero nunca lo bailó en España. Ella no tuvo una buena relación con Gustavo Durán y quizás esa fue su venganza. La Argentina siguió trabajando con Néstor en sus ballets posteriores, pero nunca con el joven músico.
ESCENOGRAFÍA Y VESTUARIO DE NÉSTOR
Néstor crea unos figurines y escenografías que son una verdadera obra maestra, donde logra incardinar a la perfección los motivos de inspiración folklórica con la más innovadora vanguardia. Han trascurrido doce años desde su trabajo en “El amor brujo”, y la vertiente escenográfica de Néstor ha madurado y absorbido todo el devenir de las corrientes artísticas en el período de entreguerras.
Si la escenografía de “El amor brujo” que creó para el estreno de 1915 en el Teatro Lara de Madrid, se podría calificar como preciosismo ilusionista, corriente escénica opuesta al realismo teatral de finales del XIX, en “El fandango del candil” la perspectiva se quiebra, la línea recta se abre en “uve” para ser contemplada desde el punto de vista bajo, donde se sienta el público, que percibe el escenario con una mayor amplitud y grandiosidad. Los elementos cubistas invaden la obra, desde los vestidos al decorado. Si bien, es necesario recordar, como afirmaba Gertrude Stein, que “el cubismo es cosa de pintores españoles”, pues españoles fueron tanto su creador: Pablo Picasso, como sus artífices más reconocidos (Juan Gris).
EL ESTRENO
“El Fandango del Candil” es estrenado por la compañía de los Ballets Españoles de Antonia Mercé, en el Teatro Volskoper de Hamburgo en noviembre de 1927. Inician una gira que recorrerá Alemania (Bielefeld, Bremen, Colonia, Berlín…); cosechará triunfos en Italia (Sala Humberto de Roma); para finalizar en el Teatro Femina de los Campos Elíseos (del 18 de junio al 12 julio 1928).
El éxito obtenido es de tal envergadura, que en París la cola para adquirir las entradas con varios días de antelación ha de ser vigilada por gendarmes.
NULA REPERCUSIÓN DEL ESTRENO EN ESPAÑA
Pero España no se hizo eco del triunfo europeo del “Fandango del Candil”, como se narra en una carta de Miguel Benítez Iglott escribe a Néstor:
<<De Gustavo he tenido una carta primero contándome algunas cosas en las que me parecía que no me decía toda la verdad, y así se lo escribí pidiéndole que me la dijera entera porque yo no soy como Salazar, Halffter, etc.., pocos días después tuve una tarjeta de Berlín anunciándome que El fandango había tenido allí un grandísimo éxito; los periódicos de aquí no han dicho todavía nada; eso le demostrará lo que se puede fiar de quienes cuando les conviene se llaman sus amigos>>
Lo que constituye una prueba del disgusto que sentía Gustavo Durán de que en España no se diera importancia alguna a los triunfos que habían obtenido por Europa.
Lo cierto es que el único ballet que la compañía de los Ballets Españoles de Antonia Mercé llegó a representar en España, fue el “Amor brujo” en 1934.
Todo un acontecimiento que logró unir en la escena del Teatro Español un reparto sin igual: Pastora Imperio (la primera Candela) en el papel de hechicera, con Antonia Mercé (Candela de entonces), Vicente Escudero como El Espectro, y Miguel de Molina –el gran artista de la copla, que tuvo que marchar a Argentina acusado de homosexual- en el papel de Carmelo.
Un reparto de los que hacen historia.
MERCEDES ALBI