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El brillante broche final de la CND


Desde la apertura del telón hasta su cierre, el programa que la CND ha lucido estos días como cierre de temporada en el Teatro Real ha sido exquisito.

La Compañía prosigue con su línea de consolidación ascendente. Toda una hazaña si recordamos que se erigió desde la nada, desde aquel ya lejano desmantelamiento acontecido con el vacío de su repertorio. Es un pequeño milagro, un ave Fénix, un viento fresco que sopla y te susurra al oído "aquí estamos y hemos venido para quedarnos".


Asistimos a la última función.

"In the Nigth" de Jerome Robbins, puso un acento poético con la música de Chopin. Las 3 parejas de bailarines resolvieron con delicada solvencia esta elegante coreografía de claro protagonismo femenino. Esteban Berlanga, en perfecta complicidad con su paternaire, reflejó en su gestualidad la gran simpatía con que adorna su carácter.

"Anhelos y Tormentos" es un título mal escogido para homenajear a Granados, pues poco tiene que ver con la música o con la vida del insigne compositor. Sin embargo, esta es la única crítica que podría hacerse a esta interesantísima pieza de Dimo Kirilov, llena de significados. Existe en ella un polo de atracción hacia la muerte, representada por una bailarina en unas escenas donde ella es el nexo con el grupo, que de forma cohesionada va ejerciendo su abducción con movimientos de olas de mar. El desgraciado final en pleno éxito del compositor, el drama que significó su desaparición en las aguas del Atlántico cuando su barco fue torpedeado, y cuentan que se tiró al agua para salvar a su esposa... Sí queda reflejado magistralmente con sutileza, hondura y el halo evanescente de lo onírico.


En la segunda parte, "Suite nº2 Op. 17 Romance" de Uwe Scholz podría parecer una isla perdida frente al dorado esplendor de "Raymonda". Pero tiene una originalidad estética tan diferente que enriquece el contraste. Se trata de una composición minimalista que integra con gran perfección la coreografía con la música y los trazos de un dibujo que constituye el marco escenográfico que armoniza la composición. Es un hortus conclusus.


Y finalmente, "Raymonda" pone el broche final. Los solistas ejecutan su complejas variaciones. No importó el accidental tropiezo de Haruhi Otani, que deleitó a los entendidos con la perfección de sus giros y equilibrios; la técnica cada vez más precisa de YaeGee Park y la elegancia de Lucie Barthélémy.

El solo de Aitor Arrieta fue deslumbrante, lleno de brío en sus saltos. Se hizo con el escenario ante un público entusiasmado. Aitor es el símbolo de la compañía, lleva su historia misma, su crecimiento desde las filas del cuerpo de baile a este despegue que en breve pondrá rumbo a Londres, gracias al interés suscitado en Tamara Rojo por nuestro admirado y no siempre merecidamente reconocido Ricardo Cue.

Mucha suerte Aitor.

Gracias CND, y esperamos nuevas delicias escénicas para la próxima temporada.


MERCEDES ALBI

Fotografías Jesús Vallinas

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