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"Divinas palabras", un nuevo estreno de los Ballets de la Generalitat



Adaptar una obra de Valle-Inclán a cualquier formato puede ser muchas cosas, pero desde luego, hay una que no es: tarea fácil. Rosángeles y Edison Valls, directores de Ananda Dansa, lo han tenido claro desde el momento en que Roberto García les propuso crear una obra pública para los Ballets de la Generalitat. Pero enfrentar un reto así no es tan inabarcable cuando se llevan a la espalda más de treinta años de compañía en activo y numerosos premios de danza (incluyendo el premio nacional, en 2006). Los hermanos Valls forman un dúo creativo que ya ha probado su capacidad de hechizar en incontables ocasiones, y Divines Paraules es su última creación artística uniendo teatro y danza. Estos dos elementos, respectivamente dirigidos por Edison y Rosángeles, son las herramientas principales para llevar la historia, el drama y el esperpento de Valle Inclán al escenario en un paradójico Divinas Palabras… sin palabras.


Trabajando a partir de un guion, Rosángeles y Edison redirigen la narración, que queda en manos de la interpretación de los bailarines, convirtiéndose en actores mudos con una gran responsabilidad narrativa en sus manos. Y no decepcionan. Las coreografías de Rosángeles, magníficamente interpretadas por los bailarines, se cargan de ira, lujuria, euforia, rabia, tensión o inocencia, con el dramatismo necesario en cada momento. El registro de cada personaje, cuidadosamente buscado para dibujar su personalidad en el estilo de sus movimientos, ayuda a contar una historia de indulgencia en los pecados capitales, de emociones desatadas y un contraste constante entre lo profano y lo divino.



Este contraste de conceptos también viene dado por la escenografía de Edison, con una iluminación que sitúa lo divino en el cielo, y el pecado, el horror y el esperpento en la tierra. El contraste cromático de rojos y azules, que vemos tanto en iluminación como en el vestuario, también nos ayuda a ambientar escenas y personajes. La composición de la escenografía es minimalista, con simples líneas y/o círculos metálicos en el espacio y un atrezzo reducido a la mínima expresión. Aunque se contemporiza la historia de Valle-Inclán, alejándola de su Galicia de principios de siglo XX, sólo el vestuario de Pascual Peris nos da una cierta idea de esto. La atención del público se ve centrada en los personajes, vaciándose el resto del escenario y quedando sólo la emoción, el exceso y el pecado.


Otro de los pilares principales de la narración es la música original de Pep Llopis y Jorge Gavaldá, quienes trabajaron mano a mano con Rosángeles y Edison para crear la pieza perfecta para cada escena y coreografía. La dualidad de lo divino y lo profano, siempre presente, queda reforzada por una música que abre con un órgano casi sacro, enfrentado con unas notas de jazz y un viento metal seductor y vibrante; así como ritmos populares en varias escenas grupales que llenan el escenario de euforia y desmesura.


En conjunto, Divines Paraules es un espectáculo cautivador, crudo, dramático, cargado de emociones, sensualidad y energía. Desde un principio se ha planteado cuidadosamente como una obra apta para un público amplio; los espectadores, ya sean acérrimos lectores de ValleInclán, ávidos consumidores de teatro y danza, o simplemente quieran ser cautivados por la magia de un escenario llenado por brillantes mentes creativas, no quedarán decepcionados.


Texto: Clara Dies

Fotografías: Vicente Jiménez

Daniel García-Sala (foto cabecera)

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