Hacía tiempo que quería conocer a Mercedes Zúñiga León. Una amiga común me había hablado muy bien de ella y me la había descrito como una persona muy inteligente a la que no le gustaba prodigarse en exceso por el mundanal ruido.
Un día el azar puso ante mí un valioso hallazgo. Encontré en los archivos de la erudita de la danza, Dolores de Pedroso -que se conservan en la Fundación Victoria y Joaquín Rodrigo- el texto completo de una de las tres conferencias que impartió con gran éxito en Londres, ante los profesores de la Royal Academy of Dance, que ocupó la portada del periódico ABC el 29 de julio de 1953.
Y para mi sorpresa descubrí que la protagonista de aquel éxito, pues fue la encargada de mostrar la danza española a tan selecto público, fue La Quica, abuela de Mercedes .
Mercedes Zúñiga es tal y como me la habían descrito, una persona encantadora a la par que analítica y muy reflexiva. Ella nació inmersa en el mundo de la danza, casi entre bambalinas, durante una gira de sus padres, la pareja artística Mercedes y Albano.
Se muestra feliz de poder recordar los años de su infancia y aquel ser tan especial que fue su abuela La Quica, en cuya agitada vida el aplauso y el drama parecen mezclarse para configurar su personalidad arrolladora.
Cuando le envié a Mercedes esas valiosas páginas protagonizadas por su abuela, que algún día espero publicar, me respondió con gran generosidad que eran mías pues “son tu tesoro porque tú lo has encontrado y quiero contribuir a ese tesoro”.
Pero el verdadero tesoro está en ella misma, pues por sus venas corre un legado único de arte, amor y sabiduría.
Lolita Pedroso, La Quica y Rafael Romero
P-¿Cómo era tu abuela La Quica? ¿Qué recuerdas sobre su forma de ser?
-Mi abuela era una persona muy especial, con una vida, como tú sabes, complicada, un carácter muy fuerte, muy firme, y era muy bohemia en el sentido del orden de su vida, no era precisamente metódica, le gustaba trasnochar, no tenía horario…
Hoy en día no se concibe que un bailarín académico no sea disciplinado. Antes era diferente, ahora todo ha cambiado tanto.
P-Su escuela de danza fue el centro de reunión de los artistas de la danza en los años 50 y 60.
-Todavía me encuentro gente que la conoció, y es muy curioso, sobre ella me dan dos versiones diferentes: están los que me hablan fervorosamente de ella y sin embargo, otros que dicen que pasaba de ellos, que no les prestaba en clase la debida atención…
P- ¿Cuál es la razón de esas dos opiniones sobre La Quica?
-Era una mujer de impulsos instintivos. Así nada más conocer a alguien decidía si le gustaba o no, y nunca modificaba esa primera impresión. Si le caías bien, se entregaba y si no… pues pasaba.
P-La Quica nace en Sevilla en 1905 y fue a vivir a una corrala de vecinos donde uno de ellos llamado Manuel Boví, daba clases de baile y ella miraba por una rendija fascinada, hasta que el maestro consintió en darle clases y la niña se convirtió en un prodigio.
-Es importante destacar que aunque La Quica fue conocida como bailaora flamenca, ella era bolera. Se formó desde niña con los mejores maestros de la Sevilla de la época: Ángel y Rafael Pericet Carmona, Manolo Otero…
P-¿Se pasó al flamenco por amor?
-En cierta forma. Ella conoce a Francisco León, Frasquillo, mi abuelo que le enseñó el estilo flamenco y se casa con él nada más cumplir 15 años. Les habían salido contratos en el extranjero y se casaron para poder viajar.
P-Tu abuelo Frasquillo fue un grande del flamenco, y triunfó en París con la compañía de los Ballets Espagnols Antonia Mercé, la Argentina de la que era primer bailarín. Frasquillo y la Quica tuvieron una vida llena de éxitos hasta que estalló la guerra civil.
-Les iba muy bien. Trabajaban duro y tenían muchos modos de ganarse la vida: daban clases en su academia y también a particulares, que solían ser gente importante; y además cuando actuaban en cafés cantantes, después de las actuaciones era normal continuar la fiesta en alguna casa rica y recibían muchas propinas. Una vez, me contaron, les echaron tal cantidad de duros que le rompieron la guitarra al guitarrista…
Cuadro Flamenco del Kursaal en Sevilla Quica, vestida de chico, sentada la primera a la dcha.También están en la foto Javier Molina, La Malena, La Macarrona, La Sordita, Ramirez y Rita Ortega
P-Una cosa que me llama la atención de los cuadros flamencos de los cafés cantantes es que los formaban artistas que hoy estarían fuera de los cánones de belleza que se imponen ahora. Eran menos homogéneos.
P-Eso es totalmente cierto. Muchas bailaoras eran gorditas o muy gordas, y el cuadro se componía con gente de muy distintas edades. Imagínate, mi abuela bailó embarazada hasta el mismo momento del parto de mi madre. Me contaron que mis abuelos estaban actuando en el Café de Chinitas de Málaga. Y ella todas las noches le decía a su marido Frasquillo: “ hoy va a ser”, y él le respondía “que va, mujer, qué dices...” Hasta que una noche fue, y entonces se bajó del escenario para irse a la pensión donde parió a mi madre.
P-Tus abuelos, Quica y Frasquillo, tenían una buena vida en Sevilla, pero deciden irse a Madrid. Hay una entrevista a Frasquillo de 1934 en la que a tu abuelo cuenta que se marchan a Madrid porque Merceditas, tu madre, tenía un enorme potencial que desarrollar. Tanto es así que Fernando el de Triana en su libro la llamó la Niña de Nácar y escribe sobre ella: “el arte de la Macarrona y la Malena refundido en esta precoz monería”.
-Bueno vinieron a Madrid por mi madre pero también por él mismo, pues era un hombre muy inquieto que buscaba nuevos horizontes artísticos. Y entonces, si querías hacer una buena carrera, tenías que venir a la capital.
La primera vez que mi madre compartió escenario con sus padres tenía 9 años, y a partir de los 11 ya bailó con ellos de forma habitual.
Cuando mi madre mostró su vocación, mi abuelo le dijo, tú quieres bailar, pues tendrás que esforzarte y no quiero una lágrima, ni una queja, ni nada.
Pero vino la guerra y fue algo terrible.
De sus tiempos de Sevilla no quedó nada. Recuerdo que me contaron que volvieron allí para ver cómo estaba su academia y no había nada más que un farol colgando. Todo estaba saqueado.
P-¿Cómo piensas que ha evolucionado el estilo del baile desde la época de tus abuelos?
-Ha evolucionado enormemente. Entonces el baile de mujer era un baile de braceo, de sentimiento y elegancia, en contraste con el del hombre cuya danza era fundamentalmente de pies. En esa época el baile de hombre y el de mujer estaban totalmente diferenciados, algo que cambió con el tiempo y también con algún personaje que rompió las reglas como Carmen Amaya.
P-¿El arte evoluciona con las personalidades?
-Va todo junto, la sociedad evoluciona y hay personalidades que ocupan un lugar más destacado y tiran del carro. Son artistas que, al ser más famosos, tenían más posibilidades de divulgar las novedades.
Mira, te he traído un artículo para mostrártelo porque me parece muy definitorio de la concepción del baile flamenco que tenía mi abuela.
P-A ver, es el diario La Prensa, un artículo-entrevista fechado en octubre de 1951 y se titula “José Greco, La Quica y lo flamenco español” sobre una actuación. ¿Qué hacía tu abuela por aquel entonces en NY en la compañía de José Greco?
Ella bailaba y montaba bailes en los espectáculos de José Greco y daba clase a la compañía.
P-¿Coreografiaba?
-No es así exactamente. Antes el significado de “montar” un espectáculo englobaba un todo, técnica de pasos, enseñanza de las danzas, coreografías etc... Era muy normal decir, me voy a que tal maestro me monte una soleá, por ejemplo. Y en esta misma actividad de montar bailes se enseñaban los pasos, practicaba técnica, danzas y coreografiaban sobre la marcha. En la actualidad está todo mucho más compartimentado. Pero yo pertenezco a una generación en la que los maestros nos decían que “a bailar se aprende bailando”.
P-¿El flamenco tiene algo más de libertad dentro del canon de las formas?
-Los “montajes” de mi abuela eran diferentes porque como hemos comentado antes, aunque bailaba flamenco era de formación bolera y también bailaba clásico español, por lo que tenía más organizado cierto orden de los pasos de lo que se solía tener en flamenco.
P-¿Cuál es tu concepto de clásico español?
Clásico español para mí es subir al escenario una mezcla de nuestros lenguajes autóctonos: flamenco, folklore y bolera. El clásico español en aquella época se bailaba con una música pre-compuesta y cada artista podía hacer una coreografía según el lenguaje que dominaba o la inspiración que sintiese, y siempre con una visión teatral. Pero esta es mi propio análisis porque a mí jamás me lo explicaron así ni de ninguna otra forma. Realmente, no me explicaron nada. Crecí en la danza, en un entorno en el que todo está y se da por hecho que tú lo sabes.
Con los años la experiencia, estudios y práctica es cuando tomas consciencia de lo que sabes y lo desarrollas.
P-Aquí en esta entrevista de 1951 leo la opinión de tu abuela sobre el estado de la danza española de entonces. Y opina: “en cuanto al género auténtico español hoy quedan muy pocas academias que enseñan lo bueno, saber mover brazos y pies sin necesidad de menear tanto el vestido, ni echar tanto pelo sobre la cara. Los profesores, Estampío, Luisa Pericet y esta servidora”.
-Esa opinión de mi abuela obedece a un tiempo en que los estilos estaban cambiando, por eso me parece muy significativa.
La Quica
P-La vida de La Quica tiene momentos muy trágicos como la muerte de su hijo mayor, que se precipitó al vacío cuando La Quica estaba dándole el pecho a tu madre en la pensión donde se alojaban, ¿Crees que el dolor también configuró el modo de expresar su danza?
-Por supuesto, las vicisitudes de la existencia configuran el carácter y en la danza se expresa lo que es uno mismo. Los dramas de su vida marcaron en su forma de ser y de alguna manera aprendió a vivir intensamente cada momento de su presente.
P-Después estalla la guerra cuando viven en Madrid, y Frasquillo es encarcelado ¿Por qué lo metieron en la cárcel?
-Alguien le denunció por el simple hecho de que tenía conocidos aristócratas a los que les daba clases. Vinieron a por él y se lo llevaron. Cuando terminó la contienda y salió de la cárcel, nunca fue el mismo y falleció de una enfermedad que contrajo durante su cautiverio. Pienso que de tuberculosis pero con seguridad de miedo y tristeza.
P-Durante la guerra en Madrid hubo mucha hambre y se vivía bajo el terror de las checas.
-Mi abuela se quedó sola y con 3 niños pequeños. Mi madre tenía que hacer las colas de racionamiento abrigándose con una manta para ver si conseguía algo de comida para la familia. Pasaron mucha hambre y a partir de entonces mi abuela tuvo una obsesión...
P-¿Qué obsesión?
-Se prometió a sí misma que nunca faltaría el pan en su casa.
P-¿Nunca faltó?
-Nunca. Imagínate que, y yo eso lo he visto, cuando vivía sola con mi tía en la plaza Vara del Rey, 11, e iba a comprar el pan, nunca compraban menos de unas 7 u 8 barras.
P-¿Para dos personas?
-Compraba mucha comida y siempre tenían un gran perol con caldo. Ella decía que a su puerta no iba a llamar nadie que tuviera hambre y se quedase sin comer.
La academia era un centro lleno de vida. Los artistas iban y venían, unos cantaban, otros tocaban, otros iban a recibir clase y todo el que pasaba por allí comía. Incluso hubo alumnos se quedaron a vivir con ella... Era muy generosa.
En aquel ambiente tan movido, nunca se sabía qué iba a pasar, porque de repente aparecía uno, y otro le mostraba lo que hacía este o aquel, y mi abuela, que también tocaba la guitarra, se ponía a tocar, y bailaban, y una clase que empezaba a las 9 de la noche podía terminar a las 5 de la mañana. El cumpleaños de mi abuela duraba 3 días.
P-¿Y tus padres, Mercedes y Albano, dónde estaban?
-Mis padres, a partir del año 62, tuvieron su propio estudio en Tirso de Molina 20, pero antes siempre estaban de gira y yo vivía con mis abuelas a temporadas.
Nací en Argentina en 1952. Mis padres estaban entonces de gira con en la compañía de Imperio Argentina, donde también bailaban los Pericet. Pasé mi infancia en Estados Unidos. Recuerdo que vinimos por España un par de veces pero vivíamos allí.
P-¿En qué ciudad?
- Viajando por todas partes.
P-¿Por qué regresaste?
-No podía estar siempre cambiando de un colegio a otro y me trajeron a Madrid a vivir donde estaban mis dos abuelas: la paterna en Lavapiés y mi abuela Quica en Vara del Rey (el Rastro).
Mi vida también es una vida peculiar, una infancia diferente de lo habitual siempre con artistas que bailaban o impartían clases y algunos pertenecientes a otras disciplinas, músicos, cantantes, escritores. Tengo una edición de “Platero y yo” dedicada por Juan Ramón Jiménez.
P-En la película “Café cantante” tus padres bailan con Concepción y Ángel Pericet.
-Sí, Ángel Pericet Blanco era mi padrino. Hemos estado siempre muy unidos. He sido una niña tan artísticamente bien rodeada que cuando no quería comer, nada menos que Ángel Pericet me bailaba para distraerme.
P- ¿Cómo se conocieron tus padres?
-La primera vez que mi padre, Albano Zúñiga, vio a mi madre ella bailaba con sus padres en tablao del Café de Atocha en Madrid. Ambos tenían entonces unos 9 años, y el hermano mayor de mi padre le llevó a ver bailar a aquella niña.
A mi padre le gustó tanto que fueron a la academia de mis abuelos a pedir que les dieran clase. Mi madre abrió la puerta porque los maestros no estaban y acto seguido les informó del precio de las clases. Se marcharon desilusionados porque no podían pagar ese dinero.
Sin embargo, el destino tenía reservada otra cita para aquellos dos niños bailarines y al cabo de los años el tiempo los volvió a unir. No mucho tiempo después dejaron de utilizar sus propios nombres artísticos de Albano de Zúñiga y Mercedes León para convertirse en la pareja Mercedes y Albano.
P-¿Tú querías ser artista?
-La verdad es que no. Muchas veces me preguntaban si yo de mayor iba a ser artista como mi papá y mi mamá, y yo contestaba: “no, yo quiero ser una persona normal”. Pero sin embargo, he sabido bailar desde niña y aunque he también trabajado en otros ámbitos, mi vinculación con el mundo de la danza ha estado siempre presente.
Mercedes Zúñiga con su abuela, La Quica, en su estudio
P-¿Cuáles son los artistas cuya danza más te han impresionado?
-Mira, yo he visto bailar a los mejores. Cuando era niña recuerdo estar en El Chico de New York, un local muy famoso, y desde la escalera de caracol veía bailar a mis padres. De repente escuché un estruendo de aplausos que subían por aquella chimenea-escalera que amplificaba el sonido. Sentí como si hubiera entrado un viento, un vendaval sonoro de aplausos me inundaba. Nunca lo olvidaré.
Habiendo visto artistas inmensos, realmente, a quien más me ha gustado ver bailar es a mis padres.
MERCEDES ALBI