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La Bella Durmiente del Ballet de San Petersburgo



Asistimos a la representación de “La Bella Durmiente” en el Teatro EDP Gran Vía, y sorprende la cantidad de público que asiste a disfrutar del ballet un día entre semana sobreponiéndose a las inclemencias del calor del mes de julio. Y es que cada verano, gracias la constancia de productora Tatiana Solovieva, ir a ver ballet clásico es una cita ineludible que ha adquirido la categoría de costumbre para los aficionados madrileños. Ella nos trae El Ballet Clásico de San Petersburgo durante todo el mes, una compañía fundada por el solista principal del Mariinsky Ballet Andrey Batalov (Director Artístico y Coreógrafo) y Andrey Scharaev (Director General).


“El lago de los cisnes” ha dado paso a “La Bella Durmiente” y en ambas producciones se demuestra la solvencia y solidez de esta compañía. Casi me atrevería a afirmar que en la Bella la complejidad técnica de la obra exige un mayor número de excelsos bailarines, por la abundancia de solos que posee más allá de los papeles principales. Este ballet constituye una auténtica prueba de fuego que evidencia claramente el nivel del conjunto.


El ballet La Bella Durmiente se estrenó el 15 de Enero en 1890 en el Teatro Mariinsky de San Petersburgo con coreografía de Marius Petipa(1818-1910), música de Tchaikowsky y libreto del propio Petipa e Ivan Vsevolozhsky, basado en el cuento “La Bella Durmiente del Bosque” escrito por Charles Perrault en 1697 y Hermanos Grim en 1812. Fueron los interpretes principales Carlotta Brianza (Aurora) y Pavel Gerdt al( Príncipe Desiree) con Marie Petipa ( el Hada de las lilas) y Enrico Cecchetti (Carabos). El éxito fue el inicio del tándem creativo Petipa-Tchaicovsky, un hecho inolvidable en la historia del ballet ruso dejando forjada su auténtica carta de identidad. No podemos dejar de emocionarnos al recordar en la historia la versión que estrenó la compañía de Diaghilev con Nijinsky en el papel del Pájaro Azul, o aquella en que la española María Albaicín fue el Hada de las Lilas… Mucha es la historia y mucho es el arte que los bailarines rusos tienen el deber de mantener y preservar, como así ha sido.



La trama del cuento, de sobra conocida, narra la historia de la princesa Aurora, hechizada por la malvada bruja Carabós que al no ser invitada por los reyes al bautizo real, predice que al cumplir los 16 años y tras pincharse un dedo con el huso de una rueca morirá. Gracias a la intervención del Hada Lila solo dormirá y podrá despertarse con el beso de amor de un príncipe.



“La Bella Durmiente del Ballet de San Petesburgo” tiene una gran potencia narrativa, domina el arte de saber como trasportar al espectador al mundo de los cuentos. Y plásticamente nos encontramos ante una producción bella y preciosista. La coreografía es una adaptación de Segey Batalov respetando siempre la original de Petipa, pero añadiendo pasos que la dotan de mayor agilidad y suprimiendo algunas escenas del tercer acto.



Los bailarines principales Ekaterina Bortiakova, como princesa Aurora y Nikolay Nazarkhevich, como Príncipe Desire, fueron los protagonistas logrando una pareja de gran compenetración: Ekaterina Bortiakova cautivó desde su triunfal entrada del dificilísimo Adaggio de la Rosa. Es etérea, grácil y expresiva con una gran técnica, su grand battement a la seconde llama poderosamente la atención de los entendidos por su facilidad de elongación; Nicolay Nazarkhevich, el Príncipe Désiré es un bailarín esbelta y bella figura, con un estilo preciso y muy elegante en sus saltos y giros de absoluto rigor académico. Sus dobles tour a l´air de la coda y variación del tercer acto son perfectos.


Mención especial merece el personalísimo Sergey Illin por su interpretación de una Bruja Carabós convincente y con toques histriónicos, y el Hada de las Lilas, Alina Sharay, muy dulce y sincronizada, que nos mostraron las dos caras del mundo en la lucha entre el bien y el mal entablada durante los dos primeros actos.


También destacan las danzas de los personajes fantásticos en la boda III acto, que fueron muy del agrado del público asistente (Gato con Botas, El Pájaro Azul y Caperucita Roja).



Los bailarines del Ballet de San Petersburgo son todos en general muy expresivos, se nota la solidez de su trabajo y su patente teatralidad. A modo de curiosidad comentaré que en cuerpo de baile hay una bailarina española, Mónica Fernández.


Los palaciegos decorados de Evgeniy Gurenko y la acertada iluminación de Alexander Soloviev junto con el cuidado vestuario preciosista, dotan a la obra de una atmósfera completamente acertada para el desarrollo de esta magistral fantasía.


El Ballet de San Petersburgo consiguió una vez más embelesar al público y transportarlo al mágico mundo de los cuentos de hadas.


Paola Panizza

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