El estreno de Acosta Danza en el teatro Real nos ha hecho regresar al coliseo madrileño en el reducido espacio de una semana, aunque naturalmente, poco o nada tiene que ver el Ballet Nacional de España con la naciente compañía cubana. La danza, en su enorme abanico de posibilidades, siempre ofrece motivos para el deleite de aquellos que la saben apreciar, en la variedad reside su riqueza.
Lo que hemos visto de la compañía de Carlos Acosta es una compañía de pequeño formato, pero con bailarines de sólida técnica, en un conjunto muy cohesionado. Además, aunque erradicada en Cuba y con bailarines cubanos, está completamente abierta a otros artistas y creadores, y hasta nos devuelve a los nuestros, como ha sido el caso del madrileño Jorge Crecis cuya coreografía “Twelve” cerró el espectáculo con gran originalidad.
Cada pieza de las que componen el programa aportó un diferente interés cara espectador alternando los ballets de conjunto con las piezas de pasos a dos y un solo de Carlos Acosta.
Es imposible dejar de nombrar la vistosa “Satori”-de Raúl Reinoso- a la bailarina Zeleidy Crespo. Es una diosa de ébano, su magnetismo es un claro ejemplo de esos raros milagros de la naturaleza que suceden en contadas ocasiones. Nacen así. No ha necesitado ni formación clásica.
“Mermaid” de Sidi Larbi Cherkaoui, fue un paso a dos en el que hizo su primera aparición Carlos Acosta, aunque cedió su protagonismo porteando excelentemente a la bailarina Liliana Méndez, hizo un breve solo con giros y tour a l´air que dejó a sus fans con la miel en los labios.
“Paysage, soudain la nuit” de Portus Lidberg es un ballet muy vital que enmarcando su fondo por las maduras espigas de trigo, me dio la sensación de que celebraban los frutos de la vida, una especie de fiesta de la cosecha.
“Two” fue un solo de Carlos Acosta con coreografía de Russell Maliphant. La iluminación, muy buena y acertada durante todo el espectáculo, aquí fue clave para el lucimiento de la estrella. Su carisma se hace presente, su técnica y especialmente sus brazos, larguísimos y expresivos parecía una escultura que despierta a la vida.
Y lo lúdico y original de “Twelve” fue algo sorprendente. Es una coreografía de Jorge Crecis nada al uso, sino que mezcla el elemento deportivo, el juego, con la danza centrando la atención el espectador en un divertido empeño de los bailarines-jugadores en nunca dejar de caer unas botellas fluorescentes que se arrojan unos a otros de mil maneras, hasta el desenlace final que nos dejó con una sonrisa.
Acosta Danza no es un simple grupo de grandes artistas reunidos para la ocasión, sino que la muy joven, o casi niña formación –fundada en 2015- define claramente la toma de un espacio referencial dentro del panorama internacional. No son un embrión, sino un hecho. Larga vida.
MERCEDES ALBI
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