Al fin se ha despejado la incógnita relativa al nombramiento de un nuevo director para la Compañía Nacional de Danza, que sustituyera a Joaquín de Luz.
La designación de Muriel Romero ha sido toda una sorpresa. Los rumores daban por sentado que la escogida debía ser mujer, pero su nombre no aparecía en unas quinielas que señalaban como ganadora a otra candidata. Cuando alguien afirmaba un posible nombre con rotundidad, acudía a mi mente aquel dicho de procedencia vaticana de que en el cónclave "quien entra Papa, sale cardenal"... Y así resultó, pues en esto, como en todo, siempre queda un hueco para lo inesperado.
Evidentemente, Muriel y su trayectoria presagian la irrupción de un aire nuevo. Tendrá mucho que vencer, y no va a ser fácil, porque tanto cambio de rumbo estilístico necesita una reorientación compleja que no da sus frutos de un día para otro.
Al ser una elegida inesperada es de suponer que presentó un proyecto a la altura, que superó el primer tramo de selección; en la segunda fase, consistente en diversas entrevistas, habrá mostrado una inteligencia y cualidades personales que decantaron la balanza a su favor.
Se rompe con la norma de escoger al director de la CND entre las estrellas de la danza, tal y como lo habían sido sus predecesores: José Carlos Martínez y Joaquín de Luz. En realidad, es un factor externo que no es garantía ni de ser coreógrafo, ni de saber dirigir.
Llamó la atención entre las bases del proyecto para la selección del nuevo director, que fuese requisito indispensable una experiencia de al menos 5 años dirigiendo una compañía, lo que obstaculizó la presentación de muchas candidaturas. No estoy a favor de las limitaciones, porque si así hubiera sido ni siquiera José Carlos, que actualmente es el director del Ballet de la Ópera de París, hubiera podido concurrir.
Tendrá mucho que vencer, y no va a ser fácil, porque tanto cambio de rumbo estilístico necesita una reorientación compleja que no da sus frutos de un día para otro
Muriel Romero nació en Murcia (1972), con formación en la Escuela del Ballet Nacional de España con profesores como Lola de Ávila, Carmen Roche, Valentina Savina, Azari Plisetki, Carl Paris y Victoria Eugenia, entre otros, más adelante amplió sus estudios en L'École Rudra Bejárt en Lausanne.
Obtuvo premios internacionales tales como el Moscow International Ballet Competition o el Prix de la Fondation de Paris-Prix de Laussane y llegó a ser primera solista de prestigiosas compañías entre las que se cuentan Deutsche Oper Berlin, Dresden Semper Oper Ballet, Bayerisches Staatsballet Munchen, Gran Théatre de Genéve o la Compañía Nacional de Danza.
En su andadura como bailarina ha trabajado con destacados coreógrafos contemporáneos como William Forsythe, Jiří Kylián, Nacho Duato o Saburo Teshigawara.
En 2008 creó, junto al compositor Pablo Palacio, el Instituto Stocos en Madrid, un proyecto transdisciplinar que combina danza, música, matemáticas, psicología experimental e inteligencia artificial. En sus creaciones escénicas ha desarrollado una visión original desde el cuerpo, como un lugar del que emanan de forma interactiva el sonido, la imagen y la luz.
Actualmente, ejercía como profesora en el Conservatorio Profesional de Danza Fortea de Madrid.
Lo que no se puede consentir es una Compañía Nacional de Danza menos interesante a nivel creativo que las funciones ofrecidas por los conservatorios, o algunos festivales y galas independientes
Entre las claves de su proyecto para la Compañía destaca su apuesta por un repertorio único y diverso que ensalce el patrimonio cultural español y acoja diferentes estilos coreográficos de creadores nacionales que aún no hayan estrenado con la CND, así como obras internacionales inéditas en España.
La combinación del conocimiento de todos los estilos dancísticos, la creación y la docencia abren todo un mundo de posibilidades para explorar, y debe hacerlo abriendo una ventana hacia el horizonte, dejando que fluya el talento de tantos coreógrafos que forman en nuestro país un magma que no se canaliza y se enfría antes de emerger. Lo que no se puede consentir es una Compañía Nacional de Danza menos interesante a nivel creativo que las funciones ofrecidas por los conservatorios, o algunos festivales y galas independientes, donde se percibe que hay algo que no llega a los grandes teatros, totalmente desconocido para el público o los medios de prensa. Un techo de cristal que ahoga sin dar oportunidades a los creadores, ya sean hombres o mujeres.
Nuestros mejores deseos para Muriel Romero.
MERCEDES ALBI
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