En julio de 1977 tuvo lugar en el Teatro Romano de Sagunto el debut de la primera compañía de Ballet Clásico que se creaba en el siglo XX en España. Fue gracias a dos artistas extranjeras: la pintora francesa Monique Lancelot y la bailarina alemana Eva Borg, quienes se entregaron en cuerpo y alma a la desinteresada tarea de iniciar una nueva página de la historia del ballet en nuestro país.
El Ballet Clásico de Eva Borg, que así se llamó la compañía, estaba formado por más de treinta bailarines, con la peculiaridad de que todos eran de nacionalidad española. Ellos constituyeron el embrión de lo que sería nuestra primera generación de bailarines clásicos y que, actualmente, desempeñan en su mayoría cargos docentes.
Encontrar fragmentos olvidados de la historia de la danza que permanecen en la memoria de los que los vivieron, es una aventura fascinante. Tuve la suerte de encontrarme con el periodista Gustavo Hermoso Ranera, que contactó conmigo porque leyó unos artículos que había publicado sobre El Ballet Clásico de Eva Borg.
Con anterioridad, Raúl Cárdenes me había relatado en una entrevista como fue la creación aquella primera compañía de Ballet Clásico en España, concebida por la bailarina Eva Borg y su pareja, la pintora Monique Lancelot, que se embarcaron en la loca aventura de financiar, sin ayuda pública alguna, una compañía de ballet en España.
La vivencias de Gustavo Hermoso conforman el siguiente capítulo de esta historia, pues conoció a Monique y a Eva casi el final de su estancia en España. La pareja de artistas, aunque eran conscientes de que su sueño había fracasado y pensaban ya en su regreso a Francia, organizaron una gala de ballet para Uniceff en el Palacio de Congresos de Madrid a la que vino Serge Lifar en persona para montar "Suite en blanc", su obra más emblemática.
Gustavo, entonces, era un inquieto joven de 20 años que no había tenido ningún contacto con el mundo de la danza, e inició su curiosa relación con Eva y Monique, cuando fue elegido por ellas como el fotógrafo para la gala. Después ocupó el puesto de regidor de la compañía.
El Ballet Clásico de Eva Borg tocaba fondo; Eva y Monique planeaban su adiós y su regreso a París. Gustavo se marchó con ellas, emprendiendo juntos un vertiginoso viaje de despedida en coche por toda Andalucía, del que conserva abundante material fotográfico.
Y me cuenta:
-A veces, cuando lo pienso, me parece como si hubiera estado viajando con Telma y Louise -confiesa mientras afloran sus recuerdos -Vivían como si no hubiera un mañana… Aunque tal vez no lo había.
Le pregunto cómo eran Eva y Monique:
-Monique era muy enérgica, con mucho carácter; Eva muy reservada, con modales delicados. Eran muy diferentes pero estaban profundamente unidas.
Pero de todo aquello queda algo, Gustavo posee un tesoro. Me cuenta que en un cajón conserva todavía un montón de carretes sin revelar. Me promete emprender la tarea de buscarlos, y entre ellos encuentra uno signado con la palabra: Lifar.
En unos días lo revela y me hace el inmenso regalo de enviarme alguna de las fotos inéditas que contenía el carrete. Lifar está sobre el escenario, montando bailarín por bailarín los pasos de su obra más emblemática, "Suite en blanc".
Gustavo recuerda que:
-Lifar era un hombre elegante, alto, con gran porte. Muy serio en su trabajo, estaba en primera fila viendo a los bailarines, corrigiéndoles hasta el más mínimo detalle, era muy concienzudo. De repente, se subió él mismo al escenario y se puso a bailar y a marcarles los pasos. Fue memorable, tal vez no existan fotos así de él.
En las imágenes aparecen con Serge Lifar Eva Borg, Elena Figueroba, Francisco Morales, Ricardo Franco y Lorenzo Godoy, entre otros.
Ricardo Franco, que actualmente es director del departamento de Danza Clásica del Real Conservatorio de Danza Mariemma, solo tenía 17 años.
Serge Lifar dirige los ensayos con total entrega y desea -aunque seguro que ya sospecha que está próximo el final- que la compañía del Ballet Clásico de Eva Borg deje al menos un grato recuerdo.
Y declara a la prensa:
“Eva Borg y Monique Lancelot me pidieron que colaborara, y aquí estoy”
Monique Lancelot, la pintora de Serge Lifar
La amistad de Monique Lancelot (1923-1983) y Serge Lifar (1905-1986) se remonta a los años 40, cuando ella era una joven muy prometedora que recién terminaba sus estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes de París, a la que fascinaba la danza.
Gustavo me presta una imagen que conserva de la casa familiar de Monique, sita en 8 Rue Elmon Poncet (Aulnay sous Bois, París)
La Segunda Guerra Mundial asolaba Europa. Serge Lifar temía que su labor de diez años al frente del Ballet de la Ópera de París desapareciera con la ocupación alemana.
El detonante para que Francia declarase la guerra a Alemania fue la invasión de Polonia en septiembre de 1939. Todo quedó detenido, los teatros se cerraron. La Ópera se encontraba prácticamente sin recursos. Si la situación de cierre se prolongaba temía que iba a ser el final de lo que había creado.
Ante la previsible parálisis artística, Lifar concibió un "proyecto para la salvaguarda del arte coreográfico francés". A grandes rasgos, se trataba de constituir una compañía reuniendo artistas franceses de todas las disciplinas y así, hacer frente desde el campo de la cultura a la invasión, mostrando la riqueza y diversidad de su cultura para combatir la potente máquina de propaganda hitleriana. Es cuando conoce a Monique Lancelot y queda impresionado por el modo con el que esta jovencísima pintora plasma el movimiento.
Lifar capitanea una gira internacional con bailarines de la Ópera y estrellas invitadas, con el objetivo de exhibir el arte francés por países neutrales. Así, viajan a Australia donde se toman estas bellísimas imágenes con Tamara Toumanova, su partenaire favorita de entonces; y después vienen a España (Madrid, Barcelona y Bilbao), pero es llamado y se le ordena regresar a la Ópera de París.
Este retorno le causará un enorme foco de futuros problemas al ser acusado de colaboracionismo cuando termine la guerra. Curiosamente, todavía se discute esta cuestión, especialmente desde las filas del ballet anglosajón, donde Serge Lifar no se privó de cosechar enemigos ávidos de venganza.
Serge Lifar durante la ocupación alemana
No es correcto juzgar la historia desde la perspectiva de nuestro tiempo, pues la realidad de quienes la viven desde el presente es muy confusa. Y si para los habitantes del siglo XXI el concepto de nazismo va unido al recuerdo cruento de los campos de exterminio, ello era algo que en aquel momento se ignoraba.
Si nos basamos en la biografía de Serge Lifar comprobamos que jamás intervino en política. Nunca fue un nazi, pero sí un superviviente del comunismo bolchevique, como narra detalladamente en su autobiografía "Ma vie". Ese joven nacido en 1905 en Kiev, alumno de Nijinska, que sueña con ser bailarín, no se detendrá en nada para lograr sus objetivos artísticos. Siempre será una constante en sus acciones el tratar de aprovechar todas las ventajas que cada situación le ofrecía. Sin ello no habría sido posible la milagrosa carrera que desarrollaría aquel chico que sale de Rusia, viajando a la intemperie en un tren al que se agarra con toda la fuerza de sus ilusiones, aunque sienta que se le congelan los dedos. Logra llegar el mes enero a París donde audiciona para Diaghilev con otros cinco compañeros. Trabaja duro, persigue su ambición sin sosiego y perfecciona su estilo con Enrico Chequetti, al punto de lograr desbancar a Anton Dolin, primer bailarín y favorito del empresario en ese momento.
Y es que Serge Lifar no se detiene ante nada, la lucha forma parte de su naturaleza. Posee belleza, talento artístico, una vasta cultura y un atractivo, que junto con su enorme tesón, siempre le hará destacar. Finalmente, consigue lo que todos anhelaban: dirigir el Ballet de la Ópera de París, la compañía del teatro más prestigioso de su tiempo, por encima de Georges Balanchine, que se vio por su causa obligado a emigrar a los Estados Unidos.
Lo cierto es que en aquellos años de la ocupación, Lifar sorteó como pudo los obstáculos. Pero tal y como la bailarina Yvette Chauviré opina, no es que a Lifar le gustasen los nazis, sino que era al revés, a los alemanes les encantaba Serge Lifar. Era imposible eludir durante la ocupación la presencia de los alemanes en la ópera, lugar al que asistían y reverenciaban.
El 23 de junio de 1940, Hitler, tras aterrizar en el aeropuerto de Bourget a las 5.30 y antes de recorrer la ciudad conquistada, se dirige en primer lugar al Palais Garnier e hizo que le abrieran sus puertas. Fue el portero nocturno quien lo hizo. Hitler, maravillado, exclamó: "es el más bello teatro del mundo", y los visitantes prosiguieron su recorrido por escenario y el foyer de la danse. Cuando el führer se marchó, cuenta Lifar en "Ma vie", el guarda creía haberse encontrado con un grupo de actores que preparaban algún ensayo, y pensó que Hitler debía de ser algún tenor célebre pues era quien daba las órdenes. Ante lo que Lifar le advirtió: "mi pobre Jules, te voy a decir una cosa: tu cantante era Hitler", y el hombre se desmayó.
Sin embargo, varios hechos apuntan claramente a la no adscripción de Serge Lifar a los planteamientos nazis, pues es evidente que no le importaba tener en la compañía un bailarín judío, como fue el caso de Jean Babilée, que permaneció allí bailando ante los alemanes durante tres años desde 1940 al 43, hasta que se vio obligado a esconderse para evitar la deportación.
Y otro hecho es que la inmensa mayoría de los ballets que coreografió durante la ocupación tienen música de compositores franceses ("Jeux d´Enfant" de Albert Aveline; "Le Chevalier et la Damoiselle" de Philippe Gaubert; "Istar" de Vincent D´Indy; "Les animaux modèles" de Francis Poulenc; "Suite en blanc" de Edouard Lalo...), salvo dos excepciones: "El amor brujo" -en francés "L´Amour sourcie"- de Manuel de Falla, como muestra la siguiente fotografía en la que Lifar comparte escenario con Teresina Boronat, Lycette Dansoval y Roland Petit, que bailó por primera vez como solista.
Fue el ballet "Joan de Zarissa", el único que creó con música de un compositor alemán, Wegner Egk, que le fue impuesto. Se estrenó en 1942 y solo se representó durante la ocupación, lo que nos permite datar en esa época el inicio de la colaboración con Monique Lancelot, pues hay un dibujo suyo que representa a Lifar como Joan de Zarissa. Monique tenía entonces 19 años.
Monique Lancelot y su estudio en la Ópera de París
La colaboración de Serge Lifar y Monique Lancelot se va haciendo muy estrecha, al punto que ella es quien ilustrará los tratados de danza que escribe Lifar, tanto su "Traité de la danse académique" (Ed. Bordas, 1949), como el "Traité de Chorégraphie" (Ed. Bordas, 1952) publicado con bellos diseños y litografías. También "Prestige de la danza" (Ed. Paris Charles Portal 1953), escrito en colaboración con Jean Cocteau y Giselle D´Assailly.
Sus dibujos de limpio trazo representan el movimiento de la danza con una sutileza única.
En la segunda etapa de Lifar como director de la Ópera de París, desde 1947 a 1958, Monique se convierte en su mano derecha y él le cede un estudio en el mismo Palais Garnier para que pinte escenas de danza y dibuje las coreografías.
La bailarina étoile Nina Vyrouboba lo recuerda así en el maravilloso documental "Les Cahiers retrouvés de Nina Vyroubova" dirigido por Dominique Delouche.
Monique Lancelot es la encargada de ilustrar la revista de la Ópera de París, tal y como narra en una entrevista en un número extraordinario dedicado a la danza en la revista "Art et Espectacle" (1954).
El éxito sonríe a la genial pintora que trabaja para publicaciones tan prestigiosas como "Le Monde", y realiza numerosas exposiciones internacionales (París, Vichy, Burdeos, Ginebra, Bruselas, Roma, Turín, Venecia, Montreal, Barcelona, Madrid, Vigo...)
En la galería de la Bibliothèque-Musée de l'Opéra, en el Palais Garnier, se exhibe uno de sus cuadros de escenario, una representación de la "Suite en blanc"
En opinión de Serge Lifar: "En cada una de sus obras sabe conservar intacta la presencia del artista tan viva como en escena y esto me parece particularmente precioso".
Monique plasma en sus lienzos el instante, lo que ve en la vida cotidiana del Palais Garnier de los años 50, cuando Lifar impartía sus clases en el Foyer de la Danza, como puede apreciarse en esta filmación
Monique lo representa así en su lienzo "Lifar impartiendo clase", con una perspectiva a partir del reflejo del espejo de clara influencia velazqueña.
Todos los ballets más importantes de Serge Lifar están plasmados en los cuadros de Monique Lancelot.
"Suite en blanc":
Giselle:
Monique Lancelot amaba profundamente a España, tanto como a su propio país, escribe. También le encanta dibujar escenas taurinas.
Concibe el toreo como una danza.
Monique también diseña decorados y vestuarios para los Ballets Rusos de Boris Kniaseff y para Los Ballets Rusos del Coronel Basil. Toda su vida gira en torno del ballet. Así conoció a Eva Borg durante los años cincuenta, y fue la razón por la que Monique presenta a Lifar al bailarín alemán Peter Van Dij, el hermano de Eva, a quien nombró ipso- facto bailarín étoile sin importarle el escándalo que iba a significar, ni las críticas que iba a recibir. Pero si a Lifar no le importó correr el riesgo de tener bailando a un judío durante la ocupación, tampoco el importó nombrar étoile a un alemán en 1954.
Sinceramente, pienso que a Lifar lo único que le importaba era la danza.
Peter Van Dij
La bailarina Eva Borg sería la fiel compañera de Monique hasta su muerte en 1983, pocos años después de que su proyecto de fundar en España "El Ballet Clásico de Eva Borg" fracasara.
Le pregunto a Gustavo Hermoso, gracias a cuyos recuerdos he podido retomar el final de esta historia, cuál cree que fue la razón por la que se arruinaron invirtiendo en su propia compañía:
-Eva caminaba renqueando y, sin embargo, me sorprendía que cuando bailaba se transformaba, su cojera desaparecía… Ella no quería dejar de bailar. Por eso Monique, que la amaba, gastaba todo su dinero en crear para ella sus propias compañías de ballet.
Se volvieron a París, donde Gustavo las acompañó y las dejó en trámites de iniciar una nuevo proyecto, bajo el auspicio de Jaques Girac, "El Ballet de la Ville", al que le siguió "El Ballet de Versalles" y la ruina absoluta.
Los cuadros de Monique están en importantes colecciones particulares y organismos públicos franceses (Museo de la Villa de París). Algunos bailarines españoles tiene obra de Monique como José Carlos Martínez, Igor Yebra, en su academia de Bilbao, o Antonio Najarro en su casa de arquitectura inspirada en la danza.
Eva Borg y Monique Lancelot, dos mujeres artistas entregadas a un loco sueño.
MERCEDES ALBI
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