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Una Carmen de Sangre y Raza



Carmen es una novela corta de Prosper Mérimée, escrita en 1845 y publicada en 1847 en la Revue des deux mondes. Sirvió de inspiración para el libreto de la ópera homónima de Georges Bizet. Esta última fue la que catapultó al personaje y lo convirtió en un mito universal. Un mito que ha viajado por todos los continentes. Una musa para ballets, óperas, obras de teatro y cinematográficas. Inspiración de pintores. [if !supportLineBreakNewLine] [endif]

El autor de la obra aún siendo de origen francés debido a la buena amistad con Dña. Eugenia de Montijo visitó en numerosas ocasiones España. Dicen que el argumento de esta obra está basado en una historia real que le contó ella.


Así se lo hizo saber: “Acabo de pasar ocho días encerrado escribiendo, pero no los hechos y milagros del difunto don Pedro, sino una anécdota que me contó usted hace quince años y que yo temo haber malogrado. Se trata de un jaque de Málaga que mató a su amante, la cual se dedicaba únicamente al público”.


Como recoge Jean SENTAURENS : En París, el 21 de septiembre de 1845, Prosper Mérimée cerraba con estas palabras una carta dirigida a su amigo Ludovic Vitet: « Adiós, querido Presidente; dentro de poco, usted leerá un cuentecillo gracioso de un servidor, el cual se hubiera quedado sin publicar si el autor no fuera acosado por la necesidad de comprarse unos pantalones. »


La compañía de “Sangre y Raza” basa su Carmen en “aquel cuentecillo”. Ser fiel a la literatura o que esta sirva de inspiración es una dualidad que siempre está presente en cualquier versión de “Carmen”. En este caso se logra la fidelidad a la de Merimée relatando párrafos exactos de la obra que sirven de hilo conductor al desarrollo escénico.


No se me ocurre mejor forma de comenzar que introduciendo la frase con la que termina esta Carmen y que es fiel a las propias palabras del personaje en la obra:


“Puesto que eres mi rom, tienes derecho a matar a tu romí, pero Carmen sería siempre libre. Nació calé, morirá calé”.



Así muere “Carmen” de Mérimmé. Una mujer libre que arriesga pero gana. Gana la libertad que le nace desde su condición pero que le prohibe su raza. La bailarina Almudena Roca (Carmen) arrebata demostrando una caracterización del personaje fidelísima. Nos fue describiendo paso a paso a una mujer gitana rebelde, atrevida, valiente, descarada, provocativa y con un ansia de libertad sin límites. Vive constantemente al filo de la navaja con la que finalmente su libertad la mata.



Por momentos asoman escenas de los cuadros realistas de la época acompasados por una iluminación muy bien cuidada y vestidos por un diseño documentado directamente en esas estampas. Esa fidelidad posee en sí misma una estética deslumbrante, pero a veces tratar de ser tan acordes con la narración de Merimé conlleva el riesgo de ser excesivamente descriptivo aportando elementos que distraen la atención del espectador de la esencia del drama. Es un equilibrio arriesgado, pues a veces para que la imaginación vuele “el menos es más”.


El resto de personajes arquetipos de la España exótica de la sociedad del momento (cigarreras, bandoleros, gitanos y toreros) dignifican la otra España, bebiendo de sus raíces y despojada de connotaciones populistas y fieles al folclore andaluz universal.


Los bailarines nos hicieron disfrutar con una danza plena en detalles interpretativos, algo que se echa mucho de menos en los tiempos que corren. Y es que bailar sin sentir, sin comunicar y sin emociones invita al olvido; lo contrario, hace sentir en el espectador la necesidad de volver a verlo. Y eso es lo que sentimos cuando cae el telón, un fuerte deseo de que se alce de nuevo.


“El éxito depende del esfuerzo” (Sófocles) y mucho de lo último es el que requieren iniciativas como la de esta compañía. Cuando las ayudas externas te dan la espalda, la profesionalidad, el tesón, el ingenio y el trabajo son las únicas herramientas para seguir apostando por que la danza española no desaparezca.


GEMMA ORTEGA

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