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El Ballet Clásico de Eva Borg (2). Eva Borg y Peter Van Dyk: bailando entre las ruinas



Resulta cuanto menos curioso que no aparezca en internet dato biográfico o referencia alguna sobre esta elegante prima ballerina. Un halo misterioso la rodea. La causa de este ocultamiento -pues se vió obligada a cambiar de nombre- la hemos podido desvelar a través de los testimonios de quienes la conocieron.


Su verdadero nombre era Eva Van Dyk. Nació en Bremen en el año 1923. Su madre era alemana, una mujer de gran sensibilidad artística que amaba el ballet; su padre, de nacionalidad holandesa, fue hijo bastardo del rey Guillermo III de Holanda y se convirtió en un destacado ideólogo del nazismo, provocando grandes desavenencias entre la pareja, que terminó divorciándose.

Eva tenía un talento innato para la danza, y cuando su familia se traslada a vivir a Berlín, entra con 9 años en la escuela de Tatiana Gsovsy. La capital alemana es el lugar donde confluyen las diversas corrientes dancísticas más sobresalientes del momento.

La revolución sovietica había propiciado que destacadas figuras del ballet ruso se establecieran allí. Es el caso de su maestra Tatiana Gsovsy (1901-1993), bailarina moscovita esposa del célebre Víctor Gsovsy (1902-1974) con quien emigra a Berlín en 1924 y funda su escuela.

También estudia las danzas de carácter y aprende el floklore eslavo y polaco de la mano de Pino Malkar (1907-2006), que era Director de la Ópera de Munich, y de Frankisek Karanek, así como danzas españolas y orientales.


En Berlín se desarrollan, a través del expresionismo, las líneas coreográficas más innovadoras, como la iniciada por Mary Wigman, a la que podemos ver en esta filmación del año 1926 titulada La Danza de la Bruja.



Eva estudia con ella expresión corporal, y también recibe las enseñanzas de otras grandes figuras de la danza moderna: Gret Paluca, Roalia Kladeck, Dora Hoyer, Harald Kreutzberg y Kurt Jooss.


Sin embargo, la influencia del expresionismo en las creaciones de Eva Borg queda limitada a la gran teatralidad que poseen sus coreografías, pues no rompe nunca la línea clásica.


Eva era la mayor de sus dos hermanos, Gisela y Peter, de los que siempre se sentirá responsable, especialmente a partir del abandono de su padre.


Gisela no tenía condiciones para la danza, pero su madre le había pagado la matrícula del curso, de manera que, para no malgastar el dinero, fue sustituida por Peter, el hermano pequeño. Con el tiempo se convertiría en el célebre Peter Van Dyk (1929-1997), bailarín étoile de la Ópera de París, director del Ballet de la Ópera de Hamburgo, del Ballet del Rin, del Ballet de Bonn, entre otros; así como coreógrafo y maestro de fama internacional.


Eva entra muy joven a formar parte del cuerpo de baile del Ballet de la Ópera de Berlín. Tiene un brillante futuro por delante cuando la guerra se cruza en su camino. En 1941, a la temprana edad de 18 años, es nombrada Primera Bailarina de la Ópera de Berlín. Alemania estaba en plena contienda, pero las funciones continuaban. De aquellos días, el famoso barítono Fischer-Dieskau relata como debutó cantando los lieder de Schubert, mientras las bombas caían en los alrededores del teatro.



Gracias a una entrevista que Antoine Livio le hizo a Peter Van Dyk, para la cadena de Radio Suisse Roman en 1964 -trascrita por su hija, Katharina Van Dyk- nos ha sido posible reconstruir interesantes detalles biográficos sobre las penurias sufridas por la familia en Berlín.


Es la danza la que les hace sobrevivir, y no solo desde un plano espiritual, sino también desde el plano material, pues el salario que le pagan a Eva como bailarina constituye un aporte económico vital en aquellas terribles circunstancias.


Peter Van Dyk relata en la referida entrevista como su profesora Tatiana Gsovsy no dejó nunca de impartir sus clases. Así, iban cambiando de un local a otro y agrupándose en distintos lugares a medida en que los edificios se convertían en ruinas. Pero la maestra jamás bajaba al refugio, seguía tocando el piano mientras, en el aire, las notas se mezclaban con el ruido de las bombas, y los alumnos bailaban tratando de aparentar que nada sucedía. El miedo anidaba sólo en su interior.


Un día, el piso donde viven se incendia, y la familia es acogida en la casa de una bailarina compañera de Eva, que era por entonces amante del director de orquesta Herbert Von Karajan. Bajo su influencia, Peter obtiene una plaza en una escuela de danza subvencionada, y recibe su primer sueldo -una especie de dinero de bolsillo, 150 marcos-. La destrucción avanza a ritmo acelerado, y un año más tarde también el edificio de la escuela desaparece. Van cambiando de casa en casa, viven en apartamentos sin techo; hierven patatas -el único alimento de que se disponía- a cielo raso y cubriendo la cocina con un paraguas...


Cuando las juventudes hitlerianas acuden a reclutar al joven Peter, él se les enfrenta con un rotundo “no”, y alega que no puede ir a la guerra porque es un artista y no puede faltar a sus clases de danza. Milagrosamente, una vez más el arte salva su vida, y las autoridades le entregan un documento donde se indica: “Peter Van Dyk tiene que asistir a todas las clases de la N. S. Gemeinschaft Kratf... a consecuencia de lo cual no puede entrar al servicio de las Hitlerjugend”.


El Teatro de la Ópera sigue con su programación, a pesar de que las tropas rusas han cercado la ciudad y se disponen a dar el asalto final. Las representaciones continúan, pero la situación llega a tal extremo que se reparten píldoras de cianuro entre el público a la salida del teatro para aquellos que deseen quitarse la vida. El 3 febrero de 1945, el edificio de Staartsoper queda destrozado por la artillería soviética.


La familia Van Dyk había conseguido refugiarse en Leipzig, en casa de su abuela materna. Todo ha quedado en ruinas. Hay millones de muertos.


Finalizada la guerra, Eva y Peter se ven obligados a hacer acrobacias circenses para los soldados americanos como única forma de ganar dinero. No queda otro camino que mirar hacia adelante. Es la hora de comenzar de comenzar la reconstrucción.


Escribe Katharina Van Dyk sobre su padre:


<<Fue una infancia marcada por la guerra, y un sueño recurrente durante las largas noches de incendios y total desvastación, donde quizás forjaron su elección por una danza impregnada de un ideal resueltamente clásico: armonía, lirismo, poesía... Una danza que volaba hacia el cielo>>



MERCEDES ALBI

(siguiente capítulo)

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