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Nijinsky en Hollywood (1)

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Era el año 1916, los Ballets Rusos habían emprendido una gira por los Estados Unidos que recorrió las ciudades del norte en un par de meses. Nijinsky es rescatado de su cautiverio y se reune de nuevo con ellos.


La Primera Guerra Mundial había modificado la hoja de ruta de los Ballets Rusos que trataban de sobrevivir buscando nuevos escenarios.

Era Rómola, la esposa de Nijinsky, quien por entonces regía los destinos del gran bailarín con el que había contraido un sorpresivo matrimonio en 1913.

Sin embargo, nada había sucedido como el cuento de hadas que habitaba en la imaginación de la joven aristócrata húngara desde que vió por primera vez a Vaslav; y fingiéndose interesada en ser bailarina entró como alumna de Chechetti, encontrando así la excusa perfecta para seguir a los Ballets Rusos, logrando finalmente su objetivo de casarse con uno de los artistas más famosos de su tiempo, aunque ni siquiera hablen el mismo idioma, ni a penas hayan intercambiado algunas palabras.

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Diaghilev se enteró de la boda por un telegrama enviado, y su enfado provocó el inmediato despido del bailarín. Lo cual es una reacción comprensible para alguien que se entera de repente, y a través de terceras personas, que su pareja se ha casado en secreto con una mujer a la que casi no conoce.

Pero la guerra se cruzó en la vida de Nijinsky. Su hija Kyra nacía en Budapest tan solo diez días después del atentado de Sarajevo.

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El destino quiso que Nijinsky fuera un ruso que habitaba en Hungría, un simple enemigo para un país que entraría en guerra contra Alemania y Rusia. El bailarín fue detenido y permaneció preso durante dos años en su propia casa. No podía bailar, la guerra lo había cercado. Tal vez fuera ese el detonante del proceso mental que lo terminaría conviertiendo en un juguete roto, pues durante el cautiverio comenzó a mostrar los primeros signos de locura.

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Gracias a que Sergei Diaghilev hizo numerosas gestiones para liberar a Nijinsky -lo que logró gracias a la ayuda del rey Alfonso XIII y de las autoridades norteamericanas-, el gobierno austro-húngaro concedió al bailarín permiso para salir del país, con la condición de que viajase a Estados Unidos y no intentase regresar a Rusia.

El martes 4 de abril de 1916 Diaghilev esperaba en el muelle de NY el barco donde viajaba Nijinsky con su familia. El célebre bailarín no sólo es acogido de nuevo por él como la gran estrella de los Ballets Rusos, sino que además y debido a las exigencias económicas desmedidas que el bailarín pretende instigado por Rómola, acuerdan que en la siguiente temporada la segunda gira estadounidense quedará bajo su cargo. Nijinsky se convierte en el "director" de la compañía en una especie de arrendamiento temporal.

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Será en 1917 cuando los Ballets Rusos llegan a Los Ángeles por primera vez, y los bailarines visitan los estudios cinematográficos, que por aquel entonces no son más que cuatro barracones de madera.

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Dos genios se encuentran: Vaslav Nijinsky y Charlie Chaplin; y se reconocen, pues causaran el uno en el otro una huella indeleble. Recientemente, se ha descubiero el guión que Chaplin escribió para hacer una película protagonizada por Nijinsky.

¿Cómo fue aquel encuentro? El mismo Chaplin lo describe con detalle en sus memorias:

<<Vino al estudio Nijinsky con los componentes de los Ballets Rusos. Era un hombre serio, guapo, con altos pómulos y ojos tristes, que daba la impresión de un fraile vestido de paisano. Estábamos rodando cuando él llegó.

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Se sentó detrás de la cámara, viendo como trabajaba yo en una escena que, a mi juicio, era divertida; pero no se río. Aunque los otros espectadores se desternillaban, Nijinsky permanecía sentado y cada vez más triste. Antes de irse me dió la mano y con su voz hueca me dijo lo mucho que había disfrutado con mi trabajo, y me preguntó si podía volver.

-Claro que sí-le dije.

Estuvo otros dos días mirándome siempre con gesto lúgubre. El último día le dije al cámara que no cargara la película. Sabía que la fúnebre presencia de Nijinsky malograría todos mis esfuerzos por tener gracia. Sin embargo, todos los días al terminar me felicitaba:

-Su comedia es un ballet, y usted, un bailarín- Dijo.>>

La película que se filmaba era "Eassy Street", traducida al español bajo el título "Charlot en la calle de la Paz":

Chaplín no había ido nunca al ballet, y es invitado a una función matinal de la compañía. Así describe la impresión que le causa ver bailar a Nijinsky:

<<En cuanto apareció me sentí electrizado. He conocido pocos genios en el mundo y Nijinsky era uno de ellos. Sugestionaba como un dios. Su aspecto sugería estados de ánimo de otros mundos. Cada movimiento suyo era poesía; cada salto un vuelo hacia una extraña fantasía.>>

MERCEDES ALBI

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