<<En cuanto apareció me sentí electrizado. He conocido pocos genios en el mundo y Nijinsky era uno de ellos. Sugestionaba como un dios. Su aspecto sugería estados de ánimo de otros mundos. Cada movimiento suyo era poesía; cada salto un vuelo hacia una extraña fantasía.>>
(Charles Chaplin)
Si grande fue la impresión de Chaplín al ver bailar a Nijinsky por vez primera, también lo fue para el bailarín saber que el famoso Charlot se encontraba en el patio de butacas como uno más entre el público. En el entreacto le fueron a buscar para llevarlo al camerino. Nijinsky reclamaba su presencia.
Chaplín todavía conmovido por la actuación que acababa de presenciar, no pudo ni articular palabra.
<<Me senté silencioso en su camerino, observando en el espejo su extraño rostro, mientras se maquillaba para el “Fauno”, pintándose círculos verdes sobre sus mejillas. Se mostró torpe en sus intentos de conversación; me hizo preguntas incoherentes sobre mis películas, a las que sólo pude responder con monosílabos.>>
Cuando sonó el timbre de aviso para salir a escena, Chaplin le dijo que se volvía a su butaca, pero Nijinky no quería que se marchara, no deseaba separarse de él. La orquesta comenzo a tocar los compases de la obertura, pero Nijinsky seguía sin hacer caso. Chaplin estaba desconcertado. Llamaron a la puerta y le advirtieron con precipitación:
-Sr. Nijinsky, la obertura ha terminado.
-Está bien- respondió- que toquen otra obertura.
El público aplaudía y Nijinsky seguía sin inmutarse, haciéndole a Chaplin preguntas triviales.
<<Yo estaba azorado,
-Realmente debería volver a mi sitio- le dije.>>
Pero ver a Nijinsky en el Fauno será algo que nunca olvidará:
<<Nadie ha igualado a Nijinsky en “L´après-midi d´un faune”. El mundo esotérico que creaba, la tragedia que acechaba invisible en las sombras del paisaje pastoril, lleno de belleza, mientras él se movía entre el misterio de aquel como un dios de apasionada tristeza, todo lo expresaba y revelaba con unos gestos sencillos, sin aparente esfuerzo>>
Durante aquellos tensos momentos en el camerino, Chaplin siente haber sido testigo del momento en que una mente sensible se alejaba de “un mundo brutal, destrozado por la guerra, para entrar en el otro mundo de sus sueños”. Pronto Nijinsky se sumergiría en los abismos de su locura. Pero en aquel momento, nadie puede presagiar que su final sería tan inminente.
Chaplin sigue fascinado, anonadado por el personaje de Nijinsky, hasta el punto de proponerle ser el protagonista de su próxima película. Rómola no considera la proposición de Chaplin, y cuenta en sus memorias:
<<Nos expresó su deseo de rodar algún día una película con Vaslav, pero este no tenía ni la más remota posibilidad de quedarse en California. A Vazlav se le propuso en la misma ocasión comprar un solar en Hollywood; sin embargo, desgraciadamente, yo le disuadí de ese propósito (...)>>
Nijnsky prosigue en su agotadora gira, gobernado por los deseos de Rómola, rodeado de conflictos que no comprende, pues jamás pudo ser el director de la gran compañía que su esposa ambicionaba.
Hace apenas un par de años, en la biblioteca de Bolonia, se descubrió un manuscrito de Chaplin. Era el boceto de un guión que había escrito para Nijinsky. Una película que, si se hubiera llegado a rodar, sería una verdadera obra maestra. El protagonista de la trama se llama “Najinski”.
“El tema de la obra es que una brillante carrera profesional no conlleva la satisfacción de los deseos del hombre, sino que es un simple camino que le conduce hacia su destino”
Al bailarín Najinsky lo describe como alguien muy callado, sensible y tímido, que sólo puede transmitir su gran pasión e imaginación a través de la danza.
Lo que hubiera podido ser de esas tristes cuartillas ocultas entre los archivos de la bibioteca, si Chaplin y Nijinky les hubieran dado vida en la pantalla, es algo que quizás hubiera resultado tan sublime que escapa a nuestra imaginación.
El cine le uniría muchos años después a un personaje con el que guarda cierto paralelismo; el otro icono de su mismo tiempo: Rodolfo Valentino.
No se puede comprobar, pues no existen testimonios, si en algún momento se conocieron. Sin embargo, si pensamos que Valentino fue bailarín antes que actor, sería lógico suponer que acudiese al teatro a ver los Ballets Rusos e incluso felicitase a Nijinsky. Y el cine sí les ha visto bailar. No son ellos, sino Nureyev y Anthony Dowell interpretando sus personajes, en este tango soberbio de la película de Ken Russel "Valentino";
Nijinsky , Valentino y Nureyev... Un destino de belleza y tragedia los une para siempre.
MERCEDES ALBI