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Vicente Escudero (1): La infancia de un genio

"Yo no anduve nunca a gatas porque nací derecho y con los brazos en alto"

(Vicente Escudero)

En el humilde barrio de San Juan (Valladolid) en el año 1888, nació Vicente Escudero, el maestro de maestros de la danza española. Fue hijo de un modesto artesano, y en aquellos tiempos en que jugar en la calle era el único divertimento que había, se juntó en sus correrías con los gitanillos del barrio. Ellos le contagiaron su amor por el flamenco.

Vicente Escudero en su libro “Mi vida”, escribe:

<<Me entendía tan bien con los gitanos, que en más de una ocasión, cuando niño, recuerdo haberles ayudado en sus "correates" y "chamarileos">>

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Inquieto y con una insaciable necesidad de aprender, sus ambiciones no le permiten quedarse parado. Cualquier cosa que estuviera a su alcance era motivo de estudio. Las bocas de riego de las calles de su barrio se convirtieron en su primer instrumento a explorar. Sobre ellas fue practicando sus zapateados. Saltaba de una en otra descubriendo los cambios de sonido. Y zapateaba con tal fuerza que muchas veces las rompía, como el mismo cuenta:

<<Muchos disgustos me costó esta afición, y más de una multa tuvo que pagar mi padre a causa de ello, ya que como yo pegaba tan fuerte acababa siempre por partirlas y los guardias andaban detrás de mí... Hasta el propio Ayuntamiento debió tomar la cosa en serio>>

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Entonces se puso a practicar sobre el tronco de un árbol caído sobre el río Esgueva, que sus paisanos utilizaban para cruzarlo. El árbol se giraba, y entonces se caía al río, pero con esta práctica fomentó de forma intuitiva el sentido de la estabilidad que fue una de las caracteristicas fundamentales de su estilo de baile.

No tenía música, pero los sonidos del viento o el chasquido de su propia lengua eran su único acompañamiento.

En este lugar y con estas "condiciones" se comienza a gestar el espíritu de un genio.

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Su padre tratando de alejarle de sus "locuras" le coloca a trabajar de aprendiz en una imprenta. Allí movido una vez más por su imparable inconformismo, utiliza todo aquello que encuentra a su alcance para crear intuitivamente elementos que le den sentido a su pasión. El ruido de las máquinas consigue alimentar su abstracción alejándose de cumplir con sus obligaciones laborables al mismo tiempo que distrae a sus compañeros. Y es despedido de todas las imprentas de la ciudad.

Desde los diez años había comenzado sus primeras pasos actuando por las plazas de los pueblos con dos claros objetivos: dar rienda suelta a su amor por el baile y conseguir algunas monedas que le vayan permitiendo subsistir. Sus constantes viajes en tren, cual el mejor de los polizones, le llevaron a idear una coreografía que supuso su primer éxito "El Tren". El público quedaba ensimismado cuando realizaba sus zapateados simulando el ruido de las ruedas del tren sobre las vías.

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Aquellas grandes dosis de improvisación forjarían más tarde el secreto de su estilo, que sintetizó en los principios de su célebre decálogo:

1-Bailar en hombre.

2-Sobriedad

3-Girar la muñeca de dentro a fuera, con los dedos juntos.

4-Las caderas quietas.

5-Bailar asentao y pastueño.

6-Armonía de pies, brazos y cabeza.

7-Estética y plástica sin mistificaciones.

8-Estilo y Acento.

9-Bailar con indumentaria tradicional.

10-Lograr variedad de sonidos con el corazón, sin chapas en los zapatos, sin escenarios postizos y sin otros accesorios.

GEMMA ORTEGA

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