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El último Nijinsky: Till Eulenspiegel (4)


Vaslav Nijinsky y su familia residen todo el año en Nueva York, mientras se ocupa de los preparativos para la nueva temporada estadounidense, en la que los Ballets Rusos han sido contratados sin Diaghilev bajo la única dirección de la gran estrella.


El Metropólitan acepta la idea de producir su nuevo ballet, "Till Eulenspiegel", basado en el poema sinfónico de Richard Strauss.


Un mundo lleno de posibilidades se abre para Vaslav. Los avatares cruentos de la guerra, así como la revolución rusa que estalla entonces, han quedado lejos, al otro lado del óceano. Nueva York recibe a grandes artistas que también tratan de solventar la falta de escenarios emprendiendo giras por américa. Y Vaslav coincidirá con dos de ellas: Isadora Duncan y Anna Pavlova.

Es un tiempo de dolor para Isadora, pues desde la muerte de sus hijos, su danza se ha vuelto diferente, es ahora mucho más dramática, menos etérea pero llena de ardor revolucionario.


El encuentro con la Duncan tuvo lugar en una elegante cena en el hotel Shelley celebrada para homenajearlos, a la que acudieron los más relevantes críticos de NY.


Romola nos describre en sus memorias como Isadora, sin pelos en la lengua, pregunta:


-”¿Se acuerda usted, Nijinsky, de que hace varios años en Venecia, yo le manifesté mi deseo de tener un hijo suyo? ¡Qué formidable bailarín hubiéramos llegado a crear! Entonces, la idea no le agradó mucho. Veo, sin embargo, que ha cambiado usted y que ya no es tan intolerante con nosotras las mujeres...”


Aquella indirecta fue seguida de silencio glacial y todos quedaron cohibidos.

Sin embargo, Vaslav aceptó el reto y, sonriendo, respondió:


-”Yo no he cambiado; amo a todas las criaturas del señor.”


Isadora deseaba poder bailar con Nijinsky, pero él nunca aceptó sus proposiciones porque no le agradaba improvisar. Esto nos lleva a la conclusión de que si alguna de sus piezas coreográficas puediera parecer producto del instante, no es más que una falsa impresión. Cuando él creaba, aunque simplificase los movimientos, todo estaba absolutamente medido y calculado. Cuestión diferente son las dificultades que sufría y los problemas que le ocasionaba su falta de dotes de comunicación oral, pues los bailarines muchas veces no comprendían lo que quería que hicieran, lo que generaba momentos de gran confusión al representar sus "extrañas" coreografías.


El Metropólitan dió carta blanca a Nijinsky para el estreno de su ballet. Él quería que los diseños de la puesta en escena fueran de Alexandre Benois, y aunque se le envía una sustanciosa propuesta económica por telegrama, este rehusa por temor a cruzar el oceano en tiempo de guerra.


Nijinsky tiene que encontrar un pintor que encaje con su planteamiento, y se decide al visitar en su estudio de Greenwich Village a Robert Edmond Jones (1887-1956), que acepta el encargo.

Vaslav acertó con su elección. Edmond Jones posee un planteamiento escénico muy innovador. La forma distorisionada en que concibe los decorados, recuerda a los movimientos de las vanguardias europeas, especialmente, el expresionismo alemán. Esta similitud no es una mera casualidad, Edmond Jones había estudiado en Europa siendo alumno de Max Reinhardt y de Gordong Craig, un hecho que también lo vincula con Isadora Duncan, pues Craig era el padre de su hija Dreide, ahogada con su hermano menor en un desgraciado accidente que conmovió al mundo artístico en 1913.



El vestuario que diseña Edmond Jones es una fantasia colorista de inspiración medieval.



Y provocó un impacto escénico que cautivó al público. La acción se desarrolla en un pueblo de la Edad Media.


Los trajes destacaban sobre una base negra oscura del telón de fondo, en la que se erigían unos castillos casi fantasmales y curvados, que parecían ansiar a caer sobre los aldeanos.

Simbolizan la presencia amenazadora del poder, una fuerza de la que nadie escapa y que, finalmente, condena a Till a morir ahorcado.

En cuanto a la genesis de la música, surge con la idea inicial de Richard Strauss de componer una partitura escénica de gran embergadura. Nunca acometió su gran proyecto, sino que un día se limitó a unir los pocos fragmentos que había compuesto y ensambló el famoso poema sinfónico de unos 15 minutos de duración, que Nijinsky utilizó para su ballet.


Se trata de una música totalmente programatica, pues Strauss describe detalladamente, con anotaciones al margen de la partitura, la acción. El tema de Till está interpretado por el clarinete y las trompas.


Nijinsky sigue la trama de Strauss, la dota de vida, de movimiento coreográfico. El gran bailarín se convierte en Till, un personaje con el que se identifica desde que en su cautiverio leyó la novela de Charles de Coster.

MERCEDES ALBI

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