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Acento español en los ‘Óscar’ del ballet en Moscú



El Teatro Bolshoi de Moscú pasa por ser uno de los mayores templos del ballet del mundo. Por eso, resulta toda una experiencia de primera magnitud para cualquier balletómano de pro, como la que esto escribe, poder acceder a él, máxime si es a un evento de tanta trascendencia como los Premios Benois de la Danse. Instituidos en 1992 por la Unión Internacional de la Danza, estos galardones son considerados los ‘Óscar’ del ballet. “Realmente es muy gratificante cuando la gente considera que el Benois es la distinción más alta en el mundo del ballet”, asegura Nina Loory, cofundadora y directora artística del certamen.


En el año 2000, abrieron el palmarés español Ángel Corella en la categoría de mejor bailarín y Nacho Duato, como coreógrafo. El ranking patrio fue aumentando con Lucía Lacarra (2003), Tamara Rojo (2008), Joaquín de Luz (2009), José Carlos Martínez (2009) y Fernando Romero (2011). En esta vigésimo cuarta edición de los Benois de la Danse, contaban con opción al triunfo la donostiarra Alicia Amatriain y el coreógrafo sueco Johan Inger, quien había sido nominado por la creación de “Carmen” para la Compañía Nacional de Danza (CND) y por la obra “One on One” para Nederlands Dans Theater (NDT). Además, el bailarín de la CND, Alessandro Riga, también se postulaba al Benois como mejor bailarín.


Hannah O'Neill y Alicia Amatriain


Al contrario de lo que pudiera presuponerse, la ceremonia de entrega de galardones tuvo lugar al inicio del evento y duró sesenta minutos, como si fuera una especie de aperitivo de la kilométrica gala de nominados, que se prolongó durante tres horas. Con la pompa y circunstancia atribuible al Bolshoi, el evento fue una mezcla de solemne acto versallesco con chambelán incluido y de moderna presentación cuasi-cinematográfica con los videos de presentación de cada candidato.


En una suerte de repetición del juicio salomónico, las categorías de mejor coreógrafo y mejor bailarina se repartieron ex aequo, al parecer, práctica bastante habitual en los fallos de los jurados de Benois. Recibieron el galardón como mejor coreógrafo Yuri Possokhov, por su creación “Hero of our time” para el Bolshoi Ballet, y Johan Inger, por sus obras “Carmen” para la Compañía Nacional de Danza y “One on One” para Nederlands Dans Theater. Para la posterior gala, el creador sueco optó por un fragmento de su versión del clásico de Prosper Mérimée, interpretado con acierto por los bailarines de la CND, Emilía Gisladöttir y Daan Vervoort, quienes ofrecieron la propuesta más contemporánea presentada en el espectáculo, lo que para un público tan habituado al clásico como el moscovita quizás resultó una experiencia impactante.


Como mejor bailarín despuntó el coreano Kim Kimin (Mariinsky Ballet) por sus interpretaciones de “La Bayadère” y “Schéhérazade”. El premio a la mejor escenografía recayó en Ren Dongsheng por “Emperor Yu Li” de la Beijing Dance Academy. Fuera de las categorías a concurso, John Neumeier recibió el Benois en homenaje a toda su carrera, de manos del mismísimo Yuri Grigorich, presidente del jurado.

Jason Reilly y Alicia Amatriain

Broche de oro donostiarra


La donostiarra Alicia Amatriain hizo un hat-trick al alzarse con el Benois de la Dance como mejor bailarina, por sus interpretaciones de “Un tranvía llamado deseo”, con coreografía de John Neumeier, y “The soldier’s tale”, creada por Demis Volpi. “Fueron dos estrenos muy difíciles para mí, pero cada uno a su manera me ha dado muchas satisfacciones, Me hace muy feliz haber sido nominada por estos papeles”, aseguró. Compartió el reconocimiento con la japonesa Hannah O’Neill, del Ballet de la Ópera de París, quien saboreó el triunfo por su interpretación de “Paquita”.


De esta manera, puso el broche de oro una fantástica temporada en la que ha sido nombrada ‘Kammertänzerin’ –Bailarina de Cámara- del estado de Baden-Württemberg, en septiembre del pasado año, y se ha convertido en la primera artista española en recibir el Premio der Faust, en noviembre. “Me dicen que he llegado a mi cima y siempre respondo que no sé qué es la cima. Me siento en un momento perfecto y feliz, porque no le tengo miedo al escenario. Adoro llegar a escena y poder interpretar esos roles. Te responderé qué es la cima el día que empiece a bajar, porque significará que he llegado al máximo. No me siento bajando, sino me siento feliz”, confesó.


Con el Benois en el camerino, Amatriain tuvo la suerte de contar con Jason Reilly (Stuttgart Ballet) como partenaire para zambullirse en la difícil escena de la violación de Blanche DuBois, ofrecida en la gala de nominados. “Me ha resultado difícil porque no podía bajarme de la nube, ya que mi cabeza estaba en lo que había ocurrido media hora antes. Me tenía que cambiar después de la ceremonia y sabía que no tenía tiempo suficiente para meterme en la intensidad del personaje, además en un momento clave como es el paso a dos de la violación”, explica.


Jurado y caballero


Los portes de príncipe de la Ópera de París que aún irradia José Carlos Martínez se mezclaron con la furia española a la hora de defender sus propuestas en el Jurado de los Premios Benois de la Danse. “Ser Jurado del Benois, supone constatar que el ciclo continúa: primero, nominado como bailarín, luego ganar como coreógrafo y ahora, ser miembro del Jurado y tener que nominar. Es un voto de confianza que se apoyen en mi criterio personal y poder influir a la hora de seleccionar alguno de los ganadores”, explica. Lo importante es “el reconocimiento internacional de tu carrera, porque sí que cambia algo en cuanto a la notoriedad que adquieres”. Una actuación le impidió acudir a la ceremonia del galardón que obtuvo en 2009, por lo que tardó un año en recibir su trofeo-escultura de Igor Ustinov. “Todo el mundo sabía que yo era una estrella de la Ópera de París y para mí, representó más ganarlo como coreógrafo que como bailarín, sobre todo, por mi primera producción de noche completa. La notoriedad que me dio fue gigante”, confiesa.


Presidió el Jurado el ilustre Yuri Grigorovich, a punto de cumplir 90 años, y además de Martínez, formaron parte de él, Marie-Agnès Gillot (Étoile del Ballet de la Ópera de París), Johannes Öhman (director artístico del Real Ballet de Suecia), Xiao Suhua (coreógrafo y profesor del departamento de coreografía de la Beijing Dance Academy), Elisabetta Terabust (estrella italiana del ballet), Yury Fateyev (Mariinsky Ballet) y Linda Shelton (directora ejecutiva de la Fundación del Joyce Theater, en Nueva York).

Texto y fotografías de Iratxe de Arantzibia

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