Nos reunimos con Paloma Gómez en el Café Gijón. Es la primera vez que tengo ocasión de conversar con ella, sin embargo, cuando has visto bailar a un artista siempre hay algo que va más allá de las palabras, y sin conocerla, presiento como es. Se es como se baila, sobre el escenario no hay engaño posible. Sabía que era apasionada, intensa y elegante.
Sus ojos negros brillan, chispean y recorren soñadores los rincones del emblemático café, y recuerda a los actores que acudían allí a sus tertulias.
Nunca podrá ser una más. Nació así, hija de la danza por su madre y su padre. Y es que Paloma y su hermana Raquel son fruto de una herencia de arte que les recorre las venas. Llegaron a la danza por nacimiento y siguieron su camino adquiriendo un gran bagaje técnico por un instinto que acrisolaron a través de las enseñanzas de grandes maestros de la danza española.
Ahora acaba de regresar de Chicago, donde ha bailado como artista invitada con la Chicago Symphony Orchestra y ha estrenado un documental en el Festival Latino Film sobre su espectáculo “Rotas”.
-¿Cuándo empezaste tu carrera como bailarina?
-Llevo desde los 17 años como profesional de la danza. A los 16 años comencé el Ballet de María Rosa. Fue el tiempo en que Carlos Vilán era el primer bailarín, ¡Qué bien bailaba! Disfrutaba muchísimo viéndole bailar el molinero del Sombrero de Tres Picos... Yo hacía de vecina. Mi primer papel en una compañía.
Tuve mucha suerte. He conocido a la “crème de la crème” de la danza española. Después del Ballet de María Rosa entré en el Ballet Nacional dirigido por José Antonio. Unos tiempos increíbles con Aída Gómez, Antonio Márquez, Joaquín Cortés, Maribel Gallardo, Juan Mata, Ana González, Antonio Alonso... No hacía falta ni falta que vinieran a corregirte, verlos a ellos en los ensayos era una clase magistral permanente.
¡Qué privilegio poder beber de esas fuentes con tanta sabiduría!
-Tus padres eran bailarines.
-Sí. Mi padre era flamenco. Era muy racial. Te he traído algunas fotos. Mira.
Era muy amigo de Gades, de Juan Quintero, Mario La Vega...
-¿Y tu madre?
Mi madre desde niña albergó el sueño de ser bailarina de ballet clásico. Y eso en la España en los 50 era un imposible. Siento mucho respeto y admiración por aquellos pioneros del ballet en España, lo que se esforzaban en seguir su vocación contra viento y marea. Estaban siempre alerta buscando la manera de perfeccionarse de algún modo, y se comunicaban cuando venía algún maestro del extranjero y allí iban todos, que eran siempre el mismo grupo.
Se formó en Bournonville con unos maestros daneses que se establecieron en Madrid después de la II Guerra Mundial, y esta base de ballet adquirida con tanto esfuerzo le sirvió para bailar escuela bolera, donde se formó con los Pericet.
Te hablo de todo esto y me da una pena que no te lo haya contado ella...
-¿Cuándo ha muerto?
Hace dos años. La echo tanto de menos, era un ser tan especial, tan maravilloso, amaba tanto la vida... Y así fue hasta el final.
A mi madre le encantaba vivir, sabía disfrutar de los instantes, y esa fue su mejor lección.
Gracias a Ángel Rojas que quiso grabarla para el audiovisual de un espectáculo, tengo otro recuerdo maravilloso de mi madre aparte de las fotos. Le grabamos una conversación en la que nos contaba sus cosas, sin que ella se diera cuenta.
Quedó fenomenal. Esa cinta es un tesoro para mí, la conservo íntegra, a veces la pongo y siento como si la tuviera delante.
-Tú naces directamente dentro del mundo de la danza.
-Tanto en mi vida como en la de mi hermana Raquel la danza es algo natural, ha estado siempre en nuestras vidas. Cuando empezábamos a los 3 o 4 años fue en la escuela de mis padres. Salíamos del cole y como en casa no había nadie, íbamos a la escuela. Además, teníamos todos los estilos de danza porque mi padre impartía clásico español y flamenco y mi madre ballet clásico y escuela bolera.
Mi madre me reñía porque yo hablaba mucho, “tú tienes que dar ejemplo” me advertía. Sin darte cuenta ibas adquiriendo la técnica.
-¿Fueron tus padres los que te impulsaron a ser bailarina profesional?
No, fue una decisión mía propia.
Yo era muy buena estudiante y cuando pensaba qué quería hacer, sentía que me apetecía cualquier cosa relacionada con el arte. Me gusta mucho el dibujo, pintar, también cantaba, me atraía ser actriz.. Todo lo relacionado con la creación escénica. Y pensé, pues también me encantaría ser bailarina. Lo decidí y hablé con mis padres.
Ellos me contaron todos los inconvenientes de la profesión, lo complicado que es, las lesiones, lo corto de la carrera... Pero claro, era algo que yo sabía de sobra, lo estaba oyendo desde que tenía uso de razón. Y me impuse: “a pesar de todo, quiero ser bailarina”.
Y mi hermana también quería. Raquel y yo siempre hemos ido juntas en paralelo... Entonces mi madre habló con Vitoria Eugenia (Betty) que era muy amiga suya y empezamos a formarnos con ella. Lola de Avila nos hizo una audición y entramos en la escuela del Ballet Nacional, que entonces era clásico, por lo que también fuimos a la escuela de Carmen Cubillo.
-¿Cuándo entraste en el Ballet Nacional de España?
Cuando se estrenó el “Don Juan” de José Antonio y se convocó audición para 2 plazas en el Ballet Nacional de España. Mi hermana y yo nos apuntamos. Mi madre lo pasó fatal, aterrada ante la idea de que las dos peleásemos por un mismo puesto, y si sucedía que una entraba y la otra no... Pero pasó algo increíble. Se presentaban 68 bailarinas y ganamos las dos plazas. Fue una casualidad. El jurado ni siquiera sabía que éramos hermanas, porque además no nos parecemos, ella es rubia con ojos azules. Salió la noticia publicada en ABC.
-La relación con una hermana que además se dedica a lo mismo... ¿Genera rivalidad?
-No en nuestro caso. Lo que se genera es algo muy especial, una comunicación que viene casi del útero. Cuando bailamos juntas estamos compenetradas desde el primer momento, aunque no hayamos ni ensayado. Hablamos sin palabras.
Nosotras nos potenciamos mutuamente aunque tenemos espacios diferentes dentro de la danza española.
-Es un caso muy curioso, porque tenéis la misma formación, así que en la polémica “científica” sobre qué condiciona más para ser como somos, si el ambiente o la genética, vuestras diferencias en el estilo dancístico español provienen claramente de la genética.
-Mi hermana, como bolera, es un crack, y una maestra como pocas. Yo sin embargo me centro más en la danza estilizada y flamenco. Pero nos complementamos muy bien.
-¿A qué crees que se debe el predominio y difusión del flamenco por encima de la danza bolera?
-El flamenco es más accesible, menos reglado, por lo que se ha extendido mayormente y de forma fagocitadora hacia el resto de estilos. La bolera es la gran desconocida... Yo he llegado a la conclusión de que al exigir un nivel técnico tan elevado para bailar bolera, hizo que los alumnos se asustasen.
-Entonces, ¿Piensas que bajando el listón de la exigencia habría más difusión?
A ver si me explico... Es necesario en el ámbito docente diferenciar lo que es enseñanza para aficionados y la que va destinada a los futuros profesionales. Ambos ámbitos son necesarios para la danza, para su difusión y su existencia. El amateur formará el público que demandará danza en los teatros, será alumno que dará trabajo en las academias y gracias a él se difundirá la danza.
El error fue que hubo un momento en que la exigencia de nivel técnico en la enseñanza de la danza bolera fue tan alto que la gente se asustaba y solo era accesible para los que tenían una buena base de ballet clásico. Y esos aficionados potenciales desaparecieron.
Hay que diferenciar la formación de un profesional y de un aficionado, no pueden ser las mismas exigencias. Con el clásico español ha sucedido lo mismo, si a gente que no tiene nivel les pones a hacer variaciones complicadas con palillos... Pues no vuelven a las clases... A ese tipo de alumnos se los ha ido echando.
-¿Cómo te sientes después del éxito que ha significado “Rotas”, un espectáculo donde denuncias un tema tan delicado como la violencia de género?
-Me ha dado muchas satisfacciones, porque convertir mi pasión, la danza, en un medio de poder ayudar a las personas que sufren...
-¿De qué forma concebiste “Rotas”?
-Sentí una inspiración repentina. Me acordaré siempre. Yo estaba en el metro. Sentía dentro de mi una necesidad creativa y zas, se me aparece en la mente la imagen de dos mujeres, una reclinada sobre otra que la ampara, y así fue el inicio del espectáculo tal y como puede verse en la fotografía del cartel.
También me vino a la mente el título “Rotas”. Era el embrión del que surgió todo lo demás. Fui a casa y se lo conté a mi marido, Luis Lorente. “Solo tengo la imagen primera y el título, solo tengo esto, te necesito para eleborar un libreto con sentido.” Para desarrollar esa curva emocional inicial hay que trabajar mucho, pero sin la curva nada surge. Entonces, me presentó un primer libreto y me encantó.
-Tienes la suerte de estar casada con Luis Lorente, un director escénico y escritor.
-Para la danza es muy necesario el apoyo teatral, no se puede en un espectáculo bailar por bailar si quieres contar algo, y es cierto que soy muy afortunada de contar con Luis. Es la joya de mi vida.
Ha dirigido ahora la versión cinematográfica de "Rotas, bailando la vida misma", así se llama la película. Ha tenido muchísimo éxito en el Latino Festival Film de Chicago donde lo hemos estrenado.
-Pero ¿De dónde viene esa vinculación con Chicago?
Esta semana me marcho de nuevo. Voy a participar en el Chicago Spanish Dance Festival organizado por el Ensemble Español, que además van a cumplir 40 años desde su fundación. Es admirable a labor que desarrollan. El Ensamble ha generado un vínculo enorme de difusión y referencia de lo español en Chicago, y además está relacionado muy estrechamente con el ámbito universitario.
-Me interesa mucho, envíame información y la publicaremos. Siento que en España tenemos una deuda de gratitud con los extranjeros que estudian, aman y difunden nuestra cultura.
-Sí, porque esto nos daría para un capítulo más...
-Pareces muy feliz con todo lo que haces y te rodea ¿Cuál es tu secreto?
Mi objetivo es ser feliz, pero no de una forma superficial y ñoña, sino que esta felicidad proviene de compartir con gente que te genere cosas, ideas, proyectos...
MERCEDES ALBI
(Fotografías Café Gijón Paola Panizza)