Uno de los méritos que tuvo la gran Pilar López fue saber escoger a sus bailarines, cualidad que heredó de su hermana mayor Encarnación López, la Argentinita. Como la Guerra Civil provocó su huida de España para afincarse en New York, su compañía se nutrió entonces con bailarines que no eran de nacionalidad española, lo que contribuyó a abrir las fronteras de nuestra cultura y con su magisterio la enriqueció, incorporando a "lo español" unos artistas bellísimos dotados de un carácter propio.
José Greco (1918-2000), era italiano aunque de madre española. Podemos admirar su imagen en este dibujo inédito que ilustró un programa, que se conserva en el legado de Dolores de Pedroso en el archivo de la Fundación Victoria y Joaquín Rodrígo.
Otro de los bailarines extranjeros de los Ballet Español fue Roberto Ximénez, orginario de Nuevo México sutituyó en la compañía a José Greco cuando este marcho a formar la suya propia. Roberto nació en 1922 y podemos disfrutar de su danza en este zapateado filmado en 1952:
El bailarín mexicano Manolo Vargas (1912-2011) poseía un estilo sobrio, con marcado acento en su línea escultural, como expusimos en nuestro artículo dedicado a la película de "El amor brujo" (1949) que protagonizó.
Se llamaba José Aranda Valadez, pero cuando la Argentinita lo descubrió bailando en una sala de fiestas de New York, le ofreció de inmediato incorporarse a su compañía, y le dijo "yo ya tengo un José -refiriéndose a José Greco-. A partir de ahora te llamarás Manolo"...
Pilar López lo definía como "sembrado de personalidad, aunque falto de técnica e incluso no tenía muy buen oído, pero su personalidad era arrebatadora. Muy corto de pies, cortísimo, pero muy bonita figura, mucho genio, mucha gracia y una cabeza ideal".
Un pintor, cuya firma no es identificable, inmortalizó su imagen en unos dibujos que he encontrado en la colección de Dolores de Pedroso, donde se conservar 2 originales.
En la misma colección se conservan fotografías que son muestra del enorme atractivo físico del bailarín, y que a continuación reproducimos.
Manolo Vargas, cuya larga vida transcurrió dedicado a la docencia en México, donde falleció cumpliendo casi el siglo de edad, tuvo como última voluntad que la mitad de sus cenizas vinieran a España.
Estas reposan en el cementerio Sacramental de San Isidro, junto a la tumba donde yacen Pilar López y su hermana Encarnación López, la Argentinita.
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