No conocía personalmente a José Espinosa, sin embargo, al verlo cara a cara por primera vez me pareció como si lo conociera desde siempre. Esta sensación proviene de su forma de ser, de ese carácter suyo tan abierto, tan acogedor y espontáneo que hace que nunca te parezca un extraño.
Pero no es nada corriente. José no nació para pasar desapercibido. Su aspecto físico, con ese pelo rubio desgreñado y ojos de azul claro intenso, le confiere la apariencia de provenir de algún lugar geográficamente situado más al norte. Cuando me cuenta que su familia es de Córdoba resulta evidente que sus ancestros formaron parte de aquel grupo de colonos que vinieron desde Centro Europa para repoblar las tierras andaluzas en época de Carlos III. De ellos heredó sus rasgos físicos pero también el arranque transformador del que llega para quedarse y sabe como obtener los frutos de un campo yermo. Porque José Espinosa es del tipo de persona que lo dejas solo en un desierto y planta dátiles.
En el Palacio de Congresos de Huesca, nos disponemos a celebrar la IX Velada de la Danza, a la que han acudido más de cien bailarines provinientes de unas 18 compañías. Este año el tema es “Homenaje al Ballet Nacional de España, Tradición y Vanguardia”. Participan, entre otros nombres, Andoizt Ruibal, Mayte Chico, Juan Bautista, Joan Fenollar, María Martín, Hea Min Jung, Cia. de Sange y Raza -extracto de su “Carmen”-, el compositor Fernando Lázaro, la violinista Daniela Nicolov, Javier Latorre, y alumnos de los conservatorios de Carmen Amaya y Mariemma de Madrid, así como el mismo José Espinosa y alumnos de su escuela, finalizando con el Grupo Foklórico San Lorenzo.
José Espinosa atiende a todo y a todos desplegando unas admirables facultades de hombre orquesta. Es un verdadero equilibrista de la vida.
P-Me gustaría que me contases cómo es que te afincaste aquí en Huesca, ¿Es tu lugar natal?
-No yo nací en Tarragona y vivía allí aunque mi familia vino de Cordoba. Pero en la mili me tocó Huesca, era el año 86. Aquí empecé a dar clases donde podía: en el cuartel, en un centro de yoga... Conocí a la madre de mis hijos y me quedé.
P-¿Cómo te dedicaste a bailar?
-Empece tarde, muy tarde, a los 18 años en Tarragona. Yo sentí desde siempre un gusañillo dentro de mí que me hacía bailar. Recuerdo que desde niño me ponían música en un tocadiscos y en la terraza bailaba y bailaba mis coreografías. O cuando me castigaban en el colegio, me subía al columpio e imaginaba esto y lo otro sobre una escena inexistente. Soñaba.
P-¿Por qué empezaste tan tarde?
-Mi padre no me lo permitió hasta que falleció, por desgracia tempranamente, y me matricule en mis primeras clases de baile.
P-¿De qué estilo?
-Empecé por el jazz, yo era “jazzero”. Y a los tres meses me fuí a participar en el programa de televisión “Aplauso”, quedé el sexto en la modalidad pareja de discoteca. Pero como siempre he querido aprender y mejorar me matriculé a en danza clásica en la academia de Artemis.
Yo quería ser bailarín y cuando quise matricularme en el Instituto del Teatro, sufrí una gran decepción. Artemis me habló muy seriamente en su despacho y me dijo que reflexionase, que para dedicarme profesionalmente al ballet yo era demasiado maduro y sin condiciones... Que iba a ser un desgraciado si escogía ese camino. Fue muy triste para mi escuchar esto.
P-¿No le hiciste caso?
-Pues no. No sé cómo habría sido mi vida si hubiera seguido su consejo, y si hubiera sido feliz o no. Yo trabajaba de repartidor de Panrico, la danza era mi sueño, mi válvula de escape.
P-¿Diste un salto sin red a otro mundo?
-Sí, no hice caso.
Vestíbulo del Palacio de Congresos de Huesca. Exposición trajes Casa de la Danza de Logroño
P-¿Cómo se te ocurrió irte a Barcelona al Instituto del Teatro?
-Sucedió que en las primeras jornadas de Danza de Tarragona acudieron desde Barcelona Rosella Hightower y José Ferrán, que fue quien me aconsejó ir al Instituto del Teatro.
A pesar de lo que Artemis me había dicho yo me empeñé contra viento y marea en continuar. Lo tenía todo pensado, haría las pruebas de selección que eran por la tarde durante 15 días. Así que podía trabajar de repartidor por la mañana e ir cada tarde a Barcelona.
No pudo ser porque para inscribirme tenía que ir por la mañana y cuando pedí a mi jefe, el director de Panrico, el Sr. Arande, permiso un día para matricularme, me dijo que no. Tuve que dejar el trabajo y me pagaron el finiquito. Estaba en el paro, maduro y sin condiciones, según me advertían una y otra vez: “¿Cómo es que te marchas si no sabes siquiera si te van a coger?”
P-¿Te cogieron?
Sí, lo logré. Hice las pruebas y entré en segundo curso con Neus y Margarita.
P-Eres el vivo ejemplo de aquello que decía Menandro: "Quien tiene la voluntad, tiene la fuerza".
Nunca hay que darse por vencido, claro que no. Si no, ni tú ni yo estaríamos hoy aquí y no habrían sucedido tantas cosas de las que he disfrutado, y conocido a personas maravillosas, entre ellas a tu editora Mayda Bustamante, por ejemplo.
P-Dime nombres de las personas que más te han impactado.
-Uff, no puedo porque seguro que me olvido de alguno y se enfadarán.
P- Pues háblame de tus comienzos.
-De entonces te mencionaría a Gerard Collins, que me ha influido mucho, y alguien muy especial para mí, Mabel Romero, soy bailarín gracias a ella.
P-¿De qué forma entró en tu vida?
-Por casualidad. Estaba paseando y me encontré a las puertas de su escuela, entré, vi su clases y me encantó, le dije que volvería. Recuerdo que ella danzaba una clase con su jersey azul, que por cierto conservo, me sentí magnetizado por ella. Yo no tenía dinero y solo si mi madre me ayudaba podría ser su alumno. Pero a Mabel no le importó, me dió la oportunidad y me dió todo, tantas cosas, hasta me invitaba a comer en su casa. A Mabel Romero le debo lo que soy. Ella me educó en el camino de la danza.
Ese ha sido mi sino, yo bailo porque el destino me ha dado gente que me ha abierto las puertas de sus clases, como hicieron más adelante Ciro, la Tati, Mar Mel...
P-Formas parte de esa cadena que va de maestros a alumnos. Gracias por invitarme a presentar mi libro, editado por Cumbres “Dolores de Pedroso y la Quica, dos mujeres unidad por la danza.
-La cadena de La Quica es muy importante para mi, porque ella fue la maestra de la mía, La Tati.
P-¿Cómo fue?
-Verás, me contó Tati que ella limpiaba como asistenta el patio de la escuela de La Quica, y miraba fascinada como bailaban, y la gran Quica, al saber esto, le dió su oportunidad, así, sin conocerla.
Por eso te he invitado pues tu libro es interesantísimo. Nos remonta al pasado, a la raíz, porque me he enterado al leerlo que a su vez la niña Quica, sin tener vinculación con la danza, comenzó cuando miraba por una rendija las clases de baile que daba un vecino zapatero en Sevilla.
P-Sí, se llamaba El Boví, y cuando se enteró de la afición de la vecinita la hizo pasar. Es increíble. Es una cadena mágica de la que tu también eres un eslabón.
-Me encanta el libro, felicitaciones, porque empiezas a leerlo y no puedes parar. Y presentarlo con Antonio Najarro y Raúl Cárdenes ha sido un gran placer.
P-Mil gracias José. Pero volvamos a ti. ¿Cuál es tu estilo de baile? ¿Eres de danza española?
-No, yo hice clásico, pero soy muy versátil y además soy de los que piensan que hay que tener curiosidad, me he metido en clases de todos los estilos. Hay que tener aunque sea un mínimo conocimiento de todo y gusto por hacer bien las cosas.
No he parado de bailar, y en tantos escenarios y en cosas tan diversas, no paramos nunca, la verdad.
Homenaje al BNE con invitados excepcionales como Juan Mata y Ana González
P-¿Cómo se iniciaron estas Veladas de la Danza?
-Sus predecesoras fueron las Galas del Día Internacional de la Danza que organizaba cuando abrí mi escuela, que eran en el Palacio de los Deportes.
Las celebramos durante 5 años seguidos y fueron el germen de las Veladas. Por allí pasaron muchos artistas que luego han hecho grandes carreras y entonces estaban en los conservatorios y compañías. Pasaron por allí cerca de mil bailarines.
Entonces, el alcalde me propuso que, como se estaba construyendo el Palacio de Congresos, que era mejor hacerlas cuando estuviera terminado el nuevo edificio. Y en él estamos.
P-Cada año dedicas la Velada de la Danza a un tema ¿Cómo escoges los temas?
-Sinceramente el destino me los pone en mi camino.
P-Esta IX Velada la habéis dedicado al Ballet Nacional de España con la presencia de su director, Antonio Najarro. ¿Por qué escogiste el Ballet Nacional?
-Yo me encontré a Antonio Najarro porque coincidimos en Burgos en el Certamen Internacional de Coreografía Burgos-New York. El estaba de jurado y se me ocurrió invitarle, lo propuse y aceptó sin problema.
P-Lo haces así, de forma repentina, según te encuentras y se te enciende la bombilla de las ideas.
Claro, y sigo sin hacer caso de lo que opinan los otros, como me pasó el año pasado con Nacho Duato. Me dijeron: "estás loco, ni se te ocurra invitar a Nacho Duato, va a ser muy complicado, no vendrá a Huesca", etc... Pues fue todo lo contrario, aceptó feliz y fue tan encantador que, como vio que yo estaba apurado con los gastos, lo pagó todo de su bolsillo.
Nada es como parece, ni nos debemos fiar de los rumores. Yo sigo mi propio instinto que nunca me defrauda.
P-¿Has tenido una estrella que te protege o una especie de ángel guardian?
-Totalmente, yo tenía un ángel guardián que se ha echado atrás para dejar su sitio a mi madre, que siento que desde que no está, sigue velando por mí. La danza y mi ángel me llevan en sus brazos.
MERCEDES ALBI