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Manifiesto en defensa de la danza


Con motivo del Día Internacional de la Danza, 29 de abril

Los profesionales de la danza promueven una reflexión sobre la viabilidad de su futuro laboral tras la pandemia

  • Por iniciativa del Centro Coreográfico María Pagés de Fuenlabrada, más de 100 artistas suscriben el documento EN DEFENSA DE LA DANZA, en el que solicitan a las instituciones una reflexión colectiva y un plan de acción urgente

  • Entre los firmantes se encuentran María Pagés, Eva Yerbabuena, José Carlos Martínez, Luz Arcas, Manuel Liñán, Olga Pericet, Rocío Molina, Nacho Duato, Rubén Olmo, Iratxe Ansa, Daniel Abreu, Sol Picó, Goyo Montero, Antonio Ruz, Chevi Muraday y Antonio Canales

  • Los creadores cuentan con el apoyo de artistas internacionales como Sidi Larbi Cherkaoui, Julio Bocca y Aszure Barton

Más de 100 coreógrafas, coreógrafos y agentes culturales reivindican en una carta un futuro viable para la danza ante los efectos catastróficos de la pandemia. Los firmantes se unen para solicitar a las instituciones un plan de acción para salvar el tejido empresarial del sector de la danza, como parte esencial de la industria cultural de este país. Una comunidad de profesionales compuesta por más de 300.000 personas que realizan unas 155.000 representaciones públicas al año, de las que disfrutan cerca de 50 millones de espectadores y que genera un movimiento de capital de unos 1000 millones de euros al año. En la carta En defensa de la danza los artistas ponen sobre la mesa reivindicaciones históricas como el Pacto de Estado de Cultura, la Ley de Mecenazgo y el Estatuto del Artista. Además plantean reflexiones y necesidades urgentes surgidas en el contexto actual. Entre ellas, la búsqueda de soluciones dignas para prevenir la destrucción de la danza como parte de la arquitectura cultural y simbólica de España y un calendario de trabajo compartido que culmine en un plan de decisiones concretas: que los teatros públicos y privados sigan vivos, que los festivales sigan programando en parques y plazas... En palabras del colectivo "la tentación de enlatar la danza y encerrarla en las casas, como se hizo con el cine, sería letal para las artes vivas y también para la emoción estética".


El documento está suscrito por el Grupo de Fuenlabrada, formado por: ANA MORALES, ASUN NOALES, ASZURE BARTON, EVA YERBABUENA, IRATXE ANSA,LUZ ARCAS, MARÍA PAGÉS, MEY LING BISOGNO, MONICA RUNDE, OLGA PERICET, PATRICIA GUERRERO, RAFAELA CARRASCO. Y cuenta con el apoyo de: AIDA COLMENERO DÍAZ, ALBERTO ALMAZÁN TAVERO, ALBERTO ESTÉBANEZ, ALMUDENA ROCA, ANA CAMACHO MARTÍN, ANA CATALINA ROMÁN HORCAJO, ANA LÁZARO, ANA VALERO MARTÍNEZ, ANDRÉS MARÍN, ÁNGEL ROJAS, ANTONIA MOYA HORCAJADAS, ANTONIO CANALES, ANTONIO NAJARRO, ANTONIO RUZ, ARIADNA RIVAS “LA RUBÍ”, BÁRBARA FRITSCHE, BEGOÑA GONZÁLEZ PROS, BEGOÑA QUIÑONES, CARLOS ITURRIOZ FRANZANTE, CARLOS RODAS, CARLOS RODRÍGUEZ, CARMEN CANTERO, CAROLINA ARMENTA, CATHERINE ALLARD, CESC GELABERT, CHEVI MURADAY, CHEMA URIARTE, CÍA LA QUEBRÁ, CLARA SANCHÍS HEYMAN, CONCHA BUSTO NIETO, CRISTIAN MARTÍN, CRISTINA PÉREZ SOSA, DÁCIL GONZÁLEZ, DANIEL ABREU, DANIEL DOÑA, DANZA DOWN, DAVID CORIA, DAVID MOÑIZ, DIEGO CAVIA, DIEGO MASCLANS, DOMINIQUE YOU, EDUARDO GUERRERO, EDUARDO VALLEJO PINTO, EL ARBI EL HARTI, ELENA MARTÍN, ELÍAS AGUIRRE, ELÍAS LAFUENTE, ELÍAS GARCÍA HERRERA, ESTHER TABLAS, EUGENIA EIRIZ, EVA VARELA, EVA NAVAS FERNÁNDEZ, FABIAN THOMÉ, FERNANDO LÓPEZ, FRANCISCO JAVIER GAVARA ALONSO, GABRIELA MARTÍN, GEMA ÁLVARO LÓPEZ, GITZA KROTZSCH ESTRADA, GONZALO SIMÓN RODRIGO, GOYO MONTERO, GUILLERMO WOMUTT FIGUERA, HENAR FUENTETAJA, IGOR BACOVICH, IKER GÓMEZ, INÉH MARIA FELIPE GONZALEZ, INÉS NARVÁEZ ARRÓSPIDE, IRENE GARCÍA MARTÍNEZ, IRONSKULLS CO, ISABEL STEVA, ISAAC MUÑOZ CASADO, JACOBO ESPINA, JAVIER TOCA, JESÚS CARMONA, JOAN CARLOS SOLER GALLARDO, JOSÉ ÁNGEL CAPEL, JOSÉ BARRIOS, JOSÉ CARLOS MARTINEZ, JOSÉ MANUEL ALVAREZ, JUAN CARLOS AVECILLA, JÚLIA GIMENO, JULIO BOCCA, KAZUTOMI "TSUKI" KOZUKI, KIKE CABAÑAS, KRIS OLAIZOLA, LUCÍA ÁLVAREZ “LA PIÑONA”, LUCÍA CAMPILLO, LUIS CARLOS MOLINA CUEVAS, LUISA MARÍA ARIAS RAMIRO, MAITE LEÓN, MANUEL LIÑÁN, MANUEL SEGOVIA, MARCO FLORES, MARÍA DOLORES LOZANO GARCÍA, MARÍA ISABEL ADAME GÓMEZ, MARÍA J. GÓMEZ, MARISOL NAVARRO PRADOS, MARTA BATALLER, MARTA GÁLVEZ, MAYDA ÁLVAREZ, MERCEDES AGUILAR COSTA, MERCEDES DE CÓRDOBA, MERCEDES PEDROCHE, MERCEDES RUIZ MUÑOZ, MIGUEL TORNERO, MILAGROS GALIANO, MURIEL ROMERO, NACHO DUATO, NATALIA MÉNDEZ HARGUINTEGUY, NATALIA VIÑAS ROIG, NICOLÁS FISCHTEL, NOEMÍ LORANCA, OLGA RAMOS, OCTAVIO ROMERO, PALOMA FERNÁNDEZ, PALOMA HURTADO, PAU FULLANA, RAFAEL ESTÉVEZ, RAFAEL PERAL VÁZQUEZ, RAFAEL VILCHEZ, RAMÓN GRAU, ROCÍO CORAL, ROCÍO MOLINA, ROSA ALBA MORENO, ROSÀNGELES VALLS, RUBÉN LEVANIEGOS, RUBÉN OLMO, SALVADOR MASCLANS AGUILAR, SANDRA AVELLA PEREIRA, SARA CANO, SARA COREA, SERGIO MENEM, SIDI LARBI CHERKAOUI, SOFÍA SANCHO SÁNCHEZ, SOL PICÓ, SONIA FRANCO, STEPHANE BOKO, VALERIANO PAÑOS, VERÓNICA GARZÓN, VÍCTOR ÓSCAR JUARANZ, VICTORIA FORTES OLTRA, VIOLETA RUIZ DEL VALLE, VIRGINIA MUÑOZ, YOLANDA SERRANO.


MANIFIESTO (TEXTO ÍNTEGRO)


<<Las mujeres abajo firmantes, acompañadas por nuestros compañeros de profesión, somos coreógrafas, coreógrafos y agentes culturales dedicados a la Danza que creamos y administramos nuestro trabajo desde nuestras propias estructuras empresariales. Procedemos de todos los lenguajes de las artes de la danza española: somos flamencos, contemporáneos, clásicos… Nuestras empresas son parte de la industria cultural de este país y dan trabajo a directores escénicos, dramaturgos, coreógrafos, intérpretes, músicos, cantaores, iluminadores, técnicos de sonido, maquinistas, regidores, agentes de giras, agentes de comunicación, gestores, administrativos, asesores fiscales… y generan otros empleos indirectos.


Trabajamos como empresas y también como autónomos, y estamos sometidos a las normas y a las leyes en vigor. Formamos parte de una comunidad de profesionales compuesta por más de 300.000 personas y sus familias. Realizamos unas 155.000 representaciones públicas al año, de las que disfrutan cerca de 50 millones de espectadores y generamos un movimiento de capital de unos mil millones de euros al año.


Aprovechando el Día Internacional de la Danza, queremos hacer llegar nuestra voz a todas las instituciones, organismos y administraciones del Estado. No es ningún reproche, ni ninguna crítica. Somos conscientes de que el momento exige consenso y cooperación. Apelamos a nuestros mejores sentimientos de hermandad.


Desde la Danza queremos invitar a toda la sociedad española, a través de sus representantes políticos, instancias administrativas y órganos de representación del Estado, a la reflexión colectiva sobre el futuro de nuestra Cultura y, en especial, de la Danza que, por sus especificidades e historia, arrastra quizás una fragilidad especial. Nuestra sociedad no conoce a quienes formamos parte de la industria de la cultura y, en consecuencia, niega su singularidad y la de quienes participamos en ella.


Y guiados por esa inercia creemos honradamente que la Danza está a la cola de sus preocupaciones. Somos conscientes de las graves consecuencias de la emergencia sanitaria que ponen en riesgo la salud y la estabilidad de toda la Humanidad y que, además, si no actuamos de manera conveniente y certera, puede acabar tambaleando los cimientos de nuestra convivencia y de nuestro modo de vivir. La Cultura tiene que ser atendida por la reflexión que la sociedad y los poderes del Estado están obligados a desarrollar para paliar las secuelas de la pandemia.


Dicha reflexión debe alcanzar a la Danza, necesitada de un mayor reconocimiento profesional que la libere de los viejos prejuicios sociales que se resisten a asumirla como un arte que aporta valores, conocimiento, paradigmas de identidad y plusvalía económica. Bastaría un somero repaso a los discursos e intervenciones políticas, a los textos institucionales, incluso a los trabajos de investigación académicos o a los reportajes periodísticos para constatar, sin duda alguna, su preocupante marginalidad en la escala social. España es un gran país.


Pero esta España plural, rica en su diversidad y en su hospitalidad, no sería lo que es sin su Danza, su Teatro, su Música… El Flamenco, por ejemplo, es el Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad que mayor visibilidad global tiene y el único que ha conseguido constituirse en industria internacional. Sin embargo, constatamos que nuestra sociedad no ha asumido la Danza, siendo como es una parte inherente de nuestra Cultura, como un bien común de primera necesidad y, por su naturaleza pluridisciplinar, un sector estratégico. El ordenamiento de nuestra profesión es una necesidad imperante.


Las viejas herencias sociales la secuestran. Se enaltece al intérprete y se le diviniza por lo que hace en el escenario. Pero se prescinde de su labor de liderazgo empresarial, investigador, creativo y social. Bajo su responsabilidad puede haber muchas personas y de su liderazgo depende que una creación vea la luz y que se pueda programar en los teatros. A los intérpretes se les ha instalado en un arquetipo que oculta su acción como empresarios que llegan a los escenarios a través de un proceso arduo. A su cuenta y riesgo asumen la investigación, la creatividad, el emprendimiento empresarial, la responsabilidad financiera e impositiva, la contratación de personal y la promoción y la distribución de su proyecto artístico. Trabajan de manera intuitiva e invierten a fondo perdido su propio dinero.


Somos artistas-empresarios enfrentados a diario a los avatares de un sistema empresarial artesanal que es desconocido por la sociedad y está muy poco normalizado por el Estado. Las empresas de Danza y, en general, las de las Artes escénicas suscitan muy poco interés por parte del legislador, porque él mismo es parte de una sociedad que por razones objetivas o subjetivas desconoce la realidad de la Danza y de sus agentes o, directamente, no la considera.


Todo ello en un sistema donde el mercado no regula la producción de la Danza y que su estructura artesanal está continuamente condicionada por la estacionalidad y la intermitencia. Urge pensar en soluciones que alivien los problemas que atenazan al país. Pero creemos que, aprovechando esta situación indeseada de la que tenemos que salir más fuertes, debemos pensar de manera transversal sobre la Danza, la naturaleza de sus artistas, sus compañías y su viabilidad creativa y laboral. Busquemos juntos soluciones dignas para prevenir la destrucción de parte de la arquitectura cultural y simbólica de España.


La Cultura, en general, y la Danza, en particular, es la responsabilidad del conjunto de los poderes públicos y del sector. Es hora de cimentar la Danza como una expresión cultural más al servicio del vivir-juntos. Solo puede haber soluciones duraderas si todos asumimos la urgencia de elaborar un calendario de trabajo compartido que culmine en una decisión capital: qué Cultura en general, y qué Danza en particular, queremos para nuestro país.


La excelencia o la mediocridad de nuestra Danza dependerá de una reflexión orgánica inminentemente necesaria para definir el futuro de nuestro sector y sus agentes. Dependiendo de sus conclusiones, el paradigma resultante nos situará en la apertura y la elevación a la universalidad o en el encierro en la exigüidad de los espacios e imaginarios cerrados.


Esta reflexión colectiva será posible solo si todas las administraciones del Estado colaboran, se coordinan y cooperan entre ellas, integrando profesionales y expertos del sector. Poner en pie una arquitectura del sector y de sus necesidades es esencial para nuestra salubridad existencial y señas de identidad. Retrasar las decisiones o discutirlas sin la urgencia necesaria alimentará aún más el deterioro del frágil tejido empresarial dancístico y de la sociedad misma.


Efectivamente, la Danza participa en la economía local, autonómica y nacional y nutre a la sociedad de valores éticos, saberes culturales y coherencia social, aportando al ciudadano un sentimiento de pertenencia humanista. La Danza nos hace más empáticos, más naturales y humanos. Desde ella reclamamos un análisis, una aproximación y unas medidas específicas consecuentes con su naturaleza. Los que hicieron la transición consiguieron la conciliación entre los españoles, instauraron la democracia y elevaron el país a la universalidad que se merece.


Hoy España es un país universal, en parte, gracias a la Danza, que hace posible que estemos en los mejores teatros y festivales del mundo. Sin embargo, la transición abandonó la Cultura en una tierra de nadie que la convirtió en una frágil arma utilizada de forma lamentable en guerras políticas que nunca tuvieron que existir.


La Cultura somos todos los españoles y nos representa a todos en nuestra diferencia y diversidad poliédrica. Los líderes de hoy con capacidad de decisión política, económica, de opinión… a nivel nacional, autonómico o local tienen un deber moral con la Cultura y, en particular, con la Danza.


Es vital que asuman que no puede haber país sin Cultura. En consecuencia, les rogamos que la piensen, la analicen y que la defiendan como un bien común de primera necesidad que crea y recrea nuestro imaginario y territorios objetivos y simbólicos. Nuestros líderes y representantes están llamados a fijar las bases que regulen nuestra Cultura y sus profesiones en un Pacto de Estado que defina los paradigmas objetivos y simbólicos de la Cultura y los arraigue en el terreno como una competencia compartida del Estado y los territorios que lo integran. Necesitamos ya un Estatuto del Artista y una ley del Mecenazgo que tome en consideración las especificidades del sector y, particularmente, de la Danza que hoy, en vistas de la prospección del futuro y a la luz de las consecuencias de la pandemia, puede estar amenazada de muerte.


Por otra parte, es vital que se defienda la continuidad de nuestro modo de vida cultural: que los teatros públicos y privados sigan vivos; que los festivales sigan programando en teatros, anfiteatros, parques, plazas… La tentación de enlatar la Danza y encerrarla en las casas, como se hizo con el cine, sería letal para las artes vivas, la emoción estética y nuestro modo de vivir.


Sabemos que el camino hacia el Pacto de Estado para la Cultura será complicado y complejo. Necesita como nunca una gestión democrática ingente de escucha, de respeto a la pluralidad, de humildad, de cooperación, de colaboración y, sobre todo, de voluntad constructiva y sentido y visión de Estado. Ese es el papel de nuestros líderes. Asúmanlo.


Lorca nos legó unas palabras que nos parecen fundamentales para cerrar nuestra carta de ruego: “No solo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan.>>

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