El baile de Marco Flores, acompañado al cante por El Quini, con el toque de José Tomás, ha culminado con broche de oro la temporada 2021 del ciclo Flamenco Real.
Me reúno con los artistas al final del espectáculo, aún resuena en la sala el eco de los aplausos y los seguimos al atravesar un cortinaje, a modo de puerta, que los separa y conduce a un espléndido salón. Las gotas de sudor todavía se deslizan por el rostro de Marcos, nos encanta esa expresión iluminada que refleja la felicidad del éxito. Son momentos efímeros, irrepetibles, como todo en la vida del bailaor que se entrega. Ha completado todo un rito, una comunión creciente con un público cuya frialdad inicial ha quebrado, abriéndole con su danza una brecha directa al corazón.
Marco se vuelve uno solo con la música, su gracia gaditana le hace transitar por los palos clásicos con total naturalidad para, poco a poco, ir haciéndolos suyos, a su manera. Y es que el sello de su personalidad lo lleva en el ADN. Su atavío va cambiando, desde una gorra al estilo chulo madrileño con la que baila seguiriyas y tangos; y luego, con sombrero cordobés, interpreta la farruca, dando paso a unas piezas más personales en las que, sin embargo, no pierde ni un ápice de clásica elegancia. Así, innova bailando una pieza de inspiración mexicana compuesta por Andrés Segovia; se cambia de atuendo, y con un traje rojo incendia al público bailando un originalísimo zapateado con música de Scarlatti ayudándose de una fusta, cerrando con toques de arrolladoras soleares por bulerías, que arrastran al entusiasmo.
El Quini, con su cante de acentos profundos, y la guitarra de José Tomás, de limpio y ágil toque, supieron ser tres en uno. Puro arte que contagia.
P-¿Cómo te sientes en este preciso instante?
-Fenomenal. Tenía muchas ganas de bailar en un formato nuevo en un lugar tan especial como el teatro Real. Estamos muy contentos y disfrutando de estos días.
-¿Cómo definirías tu estilo de flamenco?
-Mi estilo de baile flamenco parte de la naturalidad. Es cambiante, aunque su esencia sea siempre la misma, va transformándose a lo largo de cada actuación. No soy el mismo en cada espectáculo. La atmósfera que se genera siempre es distinta.
-¿De qué depende?
-Me influyen sobre todo los artistas que me acompañan, la pieza que estoy interpretando y el momento en que me encuentre…
-Cuéntame sobre los artistas que te acompañaron hoy.
-José Tomás, como habéis visto, es un guitarrista maravilloso. Es de Ciudad Real, y aunque lo conocía profesionalmente, no había trabajado con él hasta el estreno de mi último espectáculo “Sota, Caballo y Reina”, inspirado en el Concurso de Cante Jondo de 1922.
En cuanto al Quini, además de cantaor, baila estupendamente, su voz posee un soniquete que le confiere a su cante ese algo peculiar que le hace excelente. Tenemos una comunicación muy viva entre los tres.
-¿En que se traduce cara al público esa comunicación?
-Cuando existe una sincronía especial entre los artistas flamencos, como la que existe entre nosotros tres, se produce una especie de fuego, un algo muy chispeante, pero además también nos encontramos en el silencio, en unos espacios no sonoros que contribuyen a generar una escucha más profunda.
-¿Es el tablao una prueba de fuego para el artista?
-El verdadero artista sabe adaptarse y de esa forma evita el peligro de convertirse en una marioneta. Para crecer debemos atravesar por caminos de luces y de sombras.
-¿Cómo te hiciste bailaor?
-En mí hay una huella muy fuerte que parte de mi familia, mi padre era gran aficionado al cante, mi hermano ha bailado siempre… Económicamente no podíamos permitirnos ir a un conservatorio o a una escuela de danza, por ello empecé tarde con las clases, tenía 17 años. Me ha influido mucha gente, desde los maestros con los que estudié, los coreógrafos que bailé, todos aquellos con los que he tenido la suerte de compartir tanto la danza como la codirección de espectáculos, incluso me han influido artistas de ámbitos no flamencos. Y es que el baile es algo tan vivo que nunca terminas de aprender.
-Pero ese componente del ambiente en que os desarrolláis ¿Marca la diferencia?
-En el flamenco es importantísimo ser un buen “aficionao”, así se transmite su esencia. La formación natural que existía en mi casa fue lo que me definió.
-¿Me podrías nombrar a los bailarines que consideres que más te han influido?
-Especialmente, serían por supuesto, Olga Pericet y Daniel Doña, con los que formé la compañía Chanta La Mui. Con ellos compartí un tiempo de enorme crecimiento durante los ocho o nueve años que estuvimos juntos. Me marcó mucho esa época, como coreógrafo y como intérprete.
-¿Es el flamenco un arte individual?
-Lo es en el modo en que habita en cada intérprete, porque dentro de un mismo lenguaje puede mostrarse de muchas maneras. Esa es su inmensa fascinación. Me gusta sentirlo y expresarlo sin encasillamientos ni limitaciones.
MERCEDES ALBI
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