
Si especial fue Miguel Molina, no lo ha sido menos el homenaje que se le ha rendido en la Casa de Velázquez en la clausura de la exposición "Embrujo, los mundos de Miguel Molina", por el Ballet Nacional de España, con la cantante Martirio como artista invitada.
Una soleada tarde de otoño nos acompañó, brindándonos la posibilidad de disfrutar de una actuación al aire libre dentro de un marco muy bello.

El espectáculo dejó un halo de evocadora elegancia. Era un programa, especialmente diseñado para la ocasión, compuesto por dos coreografías del repertorio del Ballet Nacional de España: Martinete (de Miguel A. Gorbacho) y Caracoles (de Rubén Olmo), que tenían un aire de flamenco clásico; y dos coplas de Martirio, "La bien´Pagá" y "Ojos verdes", que también fue bailado por la compañía con coerografía de Rubén Olmo.

Y es que si Miguel Molina fue un adelantado a su tiempo, rebosando creatividad desde su propia imagen con aquellas blusas que él mismo se cosía -que todavía paracen innovadoras, como se muestra en la exposición-, escoger dos de sus coplas interpretadas por otra renovadora estética de sí misma, como Martirio, encaja a la perfección. Porque podrá haber cantantes como mejor voz, pero no las hay con una personalidad tan arrebatadora.
Para Alejandro Salade, director de la Fundación Miguel de Molina y sobrino nieto del artista, este homenaje es otro hito más en el proceso de recuperación plena de un creador universal que sacudió el mundo de la escena y nos dejó un importante legado artístico.

El evento ha sido organizado por el Ballet Nacional de España y la Casa de Velázquez, institución que acoge la exposición Embrujo: Los mundos de Miguel de Molina hasta el próximo 27 de octubre. La muestra forma parte de un proyecto de investigación internacional respaldado por la Casa de Velázquez, que estudia la obra del artista malagueño a través de su archivo personal.
Nancy Berthier, directora de la Casa de Velázquez, ha subrayado la necesidad de fomentar este tipo de acciones transdisciplinarias, en la encrucijada de la creación y de la investigación, para conseguir un mejor entendimiento de las problemáticas contemporáneas, como es el caso de la rehabilitación memorial del legado de Miguel de Molina.
El legado del polifacético “Rey de la Copla”
Esta exposición, que muestra parte del Archivo de la Fundación Miguel de Molina, visibiliza los aspectos menos conocidos del popular cantante con materiales hasta ahora inéditos. Porque Molina no fue únicamente un genial intérprete de copla. Inició su carrera como “bailarín de arte gitano” con Soledad Miralles, sin haber pisado jamás una academia de baile y, aún así, Antonia Mercé “La Argentina” le contrató para interpretar a “El Espectro” en su versión de El Amor brujo en 1934.

El cartel original de esta emblemática actuación en el Teatro Español, figura entre las piezas de la exposición. El nombre de Miguel de Molina aparece bajo el de Vicente Escudero, quien, según confiesa en sus memorias, deseaba interpretar al Espectro y no a Carmelo como le asignaba Antonia Mercé, La Argentina, en la que iba a ser su ultima actuación en Madrid.
Miguel de Molina, a partir de entonces, ya montaba sus propios espectáculos acompañado de la actriz cómica Amalia de Isaura. Él no sólo diseñaba y cosía el vestuario vanguardista de sus actuaciones, sino que también coreografiaba, diseñaba la escenografía, dirigía la escena e incluso realizaba arreglos en los números músicales.
En este sentido, Rubén Olmo, director del BNE, ha destacado la influencia de Molina en la renovación estética de la copla española, al introducir elementos de la vanguardia y concebir la puesta en escena desde ese punto de vista integrador de todas las disciplinas implicadas.
Éste es el legado que el Ballet Nacional de España ha querido homenajear, un legado que va más allá del personaje y desvela a un creador que, sin duda, ha dejado su huella en las artes escénicas de nuestro país.

Una pieza de las más destacadas de la exposición es una blusa firmada por artistas amigos de Miguel Molina, que le fue subastada por mil pesos, pero dado su pesar por haberla perdido, su propio representante se la volvió a adquirir.
Acude a mi mente una anécdota que Concepción Cuervo Pericet narra en el libro "Hacedores de cultura" (colección La Huella del Quijote en la Tierra de Martín Fierro. Ed: Luis Fernández), que reproduzco:
<<En agosto de 1951 coinciden en Montevideo, Imperio Argentina y Ángel Pericet con Miguel de Molina, varado allí por haberse arruinado en el Casino. Por iniciativa de Asunción Nile, la hermana de Imperio que por esos años tenía una relación sentimental con Ángel, improvisan un espectáculo Recitales de arte español, en el Teatro Artigas. Los acompaña el poeta Rafael Penagos y el guitarrista Esteban de Sanlúcar, con un enorme éxito que no puede extenderse por estar el teatro comprometido con otros eventos y, seguramente, por la dificil convivencia de dos artistas como Imperio y Miguel.>>
Y es que cada objeto guarda una memoria, pero ante todo lo que importa es el arte, capaz de conmovernos entonces y ahora, devolviéndonos al presente, gracias a los artistas del BNE y sus invitados, a aquel ser genial que fue Miguel de Molina.
MERCEDES ALBI
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