Los prodigios de Ibérica de Danza (crítica)
- sertorio
- 17 abr
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Actualizado: 18 abr

Ibérica de Danza es un poso de tiempo, porque el transcurso de los años (más de 30 en su caso) siempre depura, conservando un centro esencial: su sello.
“La Prodigiosa Zapatera” ballet cómico en dos actos y veinte escenas con un arco dramático teatral y toques sutiles de la comedia del arte, ha utilizado el carácter de la danza escénica española de “código abierto” desde el respeto a la esencia original de la obra de Lorca, con un enfoque innovador que explora el universo femenino en una alegoría al alma humana.
Si popularmente se afirma que de donde no hay, no se puede sacar, en "La Prodigiosa Zapatera" sucede todo lo contrario, hay tanto que sería necesario al menos verlo una segunda vez, para no quedarte con la sensación de que tu mente no alcanza la totalidad de sus significados. Todo dice algo. Nada está puesto porque sí.

La forma y el sentimiento están tan equilibrados, que no puede ser obtenido de otra manera sino a través de un largo proceso de reflexión. Muchas veces asistimos a espectáculos banales, sin fondo, como si la danza no fuese más allá de unas meras alaracas estéticas que complacen al público. Es la diferencia que existe entre entretener y emocionar. Ambos niveles no deben confundirse a la hora de evaluar, pues una obra puede entretener pero no emocionar, o lograr ambas cosas o incluso ninguna; sin embargo, nunca se puede emocionar sin entretener.
Es la diferencia que existe entre entretener y emocionar. Ambos niveles no deben confundirse a la hora de evaluar
"La Prodigiosa Zapatera" complace tanto al público fácil como al difícil. Alberga mucho trasfondo. Estamos ante un drama que ahonda en temas profundos: la calumnia, los celos, el amor, el abandono, la rivalidad... Los artistas te van a conducir a su reino.
Es un sueño de color, frente a esa oleada de tonalidades apagadas que nos invade, sorprende su viveza. Ibérica no se limita a soñar en blanco y negro, ni la Prodigiosa Zapatera lo hace, porque si algo caracteriza al personaje lorquiano es el vuelo de sus pensamientos, su fantasía, imaginando la realidad de otro modo para escapar de ella.
La zapaterita hermosa, joven, casada con el viejo zapatero, se asfixia en un hábitat estrecho y es presa de las murmuraciones del pueblo. Todos la desean, mientras que las mujeres la envidian. Aquí hay que subrayar uno de los aciertos de la producción: todos los personajes están caracterizados según el patron fijado en la obra de Federico.

Ellas: Nuria Tena (La zapatera), María Muñoz (vecina amarilla), Marta Mármol (vecina morada), Begoña Pérez-Marsá (vecina roja), Raquel Ruiz, maestra de la compañía (la Beata); ellos: Jaime Puente (Federico García Lorca/Zapatero), Adrián Gómez (niño/Mozo del Sombrero), Alejandro Mármol (Mozo de la Faja), Francisco Linares (el Alcalde), Santiago Herranz (Don Mirlo). La Zapatera dulce y de delicada elegancia nos conmovía, arropada por un elenco de excelentes bailarines tanto en su técnica como en su expresión.
El vestuario era precioso, y totalmente individualizado en cada uno de los trajes -diseñados por Violeta Ruiz- de forma que cada atuendo era una pequeña joya tratada con absoluta minuciosidad en sus detalles y siguiendo fielmente las pautas que Lorca marca en su texto.

La atmosfera desarrollaba su magia dentro de las proyecciones de mapping de Miguel Ángel Ramos, en completa armonía con los sentimientos de los protagonistas. Por ejemplo, si la zapatera se sentía acorralada, esta sensación se expandía con apoyo de una proyección de rasgos laberínticos.
Sin embargo, esta amalgama de personajes está unificada bajo la sabiduría de su director, Manuel Segovia. Y fluye, pues los tres coreógrafos: el mismo Manuel, junto con Mariana Collado y Mariano Cruceta, insertan sus piezas sin rupturas y con continuidad, en paralelo con la música (Joaquín Rodrigo, Manolo Carrasco, Xosé Lois Romero & Aliboria, Gloria Solera y Alfonso Acosta "Pantera") que, proviniendo de fuentes tan distintas, parece una sola y creada ex-profeso.
Cada detalle acompañaba al resto, cada pieza única en si misma se inserta en ese todo espléndido de lo logrado, pues la intención de la compañía, descrita en el programa, se ha conseguido: hemos querido hacer un guiño a esta Agustina prodigiosa que inspiró al poeta y por lo que de maravilloso y de realismo mágico tiene su vida, nos hemos permitido la licencia de anteponer “lo prodigioso”.

Y es que Federico García Lorca se basó para escribir su zapatera en una mujer real, llamada Agustina González López, a la que veía pasar todos los días camino de clase. Era hija del dueño de una zapatería de Granada. Fue una mujer pionera y adelantada a su tiempo, una mujer que, sencillamente quiso vivir libre y que una vez que consiguió el permiso de su familia para poder leer, llegó a convertirse en una aguda pensadora.
Ibérica de Danza le brinda este precioso homenaje y hace de Agustina un símbolo del ser que se sobrepone a sus circunstancias en busca de su propia senda.
La Prodigiosa es la libertad frente a las convenciones.
MERCEDES ALBI
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