María Juncal afronta en el Teatro Cofidís Alcázar un verdadero reto como es permanecer en cártel más de un mes, actuando de forma continua viernes, sábado y domingo, siendo la única bailaora del espectáculo “La vida es un romance”, dirigido por Ángel Rojas. Vaya por delante el gran valor que demuestra, que hace que ante ella nos quitemos el metafórico sombrero.
Lo cierto es que está arropada con gran complicidad por unos excelentes músicos -Juan Triviño, Saúl Quirós y Juañares Carrasco, al cante; y las guitarras de Pino Losada con Luky Losada a la percusión-, así como de una iluminación muy acertada de Tito Osuna.
El vestuario, sin embargo, es algo complicado. Aunque brilla con diferentes tonalidades y está hecho con materiales reciclables, opino que el vestido nunca debe dominar a quien lo lleva, sino al contrario. Pero La Juncal es arriesgada y le gusta probar el más difícil todavía, entregándose en cuerpo y alma en cada función, como verdadera una inmolación al dios del flamenco.
María brava y sinuosa, puro nervio, gana la partida. Transita desde unos movimientos de danza contemporánea, apareciendo al inicio dentro de un cortinaje transparente, revelándose hacia la segunda parte en la que muestra su indudable dominio de los palos clásicos y la guajira. Una soleá con bata de cola pone el broche de oro. La bailaora cierra el espectáculo con un absoluto despliegue de brillo y dignidad, entregando al público hasta su último aliento.
María Juncal ha superado el reto de llenar sola un gran escenario, de lograr ese complicado salto del tablao al teatro. Y tanta generosidad obtiene su recompensa en el cálido aplauso del espectador, que abandona el teatro impactado, flotando bajo la sensación de haber presenciado algo único.
No hay que perderse “La vida es un romance”.
MERCEDES ALBI
Fotografía de Ana Iturbide
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