En la vida, lo cotidiano cobra un matiz de eternidad, nos transmite una sensación de seguridad, de que aquello que nos es conocido siempre estará ahí. Pero de repente, el programa de radio que siempre nos acompañaba, todos los mediodías a los que se remontan mis recuerdos, desapareció. Las voces amigas de Fernando Argenta y Araceli González Campa se despidieron, sin que sirvieran de nada las lágrimas sordas que desde nuestras casas derramábamos cientos de oyentes. “Clásicos Populares” y “El Conciertazo” dejaron de emitirse. Han pasado casi dos años, y las protestas y las cartas de los melómanos contra la nueva dirección de la emisora pública no han cesado.
Quise saber que fue de Fernando Argenta, y unos amigos y admirados bailarines que trabajaban en “El Conciertazo” me pusieron en contacto con él. Fernando no puso obstáculo alguno en concederme esta entrevista y, sin conocernos de nada, él mismo me recogió con su coche en la parada del tren de cercanías para mostrarme el oasis donde habita, una casa con vistas a un ilimitado bosque de encinas, desde donde se contemplan los atardeceres de la sierra en un horizonte de montes azules. Lejos del ajetreo mundano, vive con su esposa Toñi y su hijo Ataúlfo, trabaja, escribe, y sólo sale para compartir, comunicar y brindar su gran amor por la música a los demás. Especialmente, al público más importante: los niños. Porque cuando alguien ama algo de verdad, la pasión sí que es eterna y no hay auditorio que ofrezca resistencia a este gran comunicador que es el maestro Fernando Argenta.
- Con la abrupta desaparición de tus programas de radio y de televisión, este último, por cierto, el único espacio de RTVE en el que se programaba danza de calidad, ¿Cómo te sentiste?
- Al principio, sentí algo de vértigo, porque la mayor parte de mi actividad y de mi tiempo giraban en torno a la confección de los programas. Tener un programa de radio diario desde hacía 32 años, y un programa de televisión semanal, en el que escribía hasta los guiones, era algo muy absorbente, pero que a mi me encantaba, y no concebía la vida de otra manera. Reconozco que tuve miedo de lo que iba a ser mi futuro.
- ¿Lo superaste?
- Sí, reconozco que he tenido mucha suerte y no han dejado que me quedase quieto. Me llaman de tantos sitios para que vaya a hacer “El Conciertazo”, que prácticamente todos los fines de semana hacemos alguno. Yo solía hacer el programa con orquestas (y creo que lo he hecho con casi todas las orquestas de España), pero ahora he descubierto el mundo de las bandas, ese ambiente tan vivo y tan exultante de la música de viento. Ellas me han descubierto a mí y yo a ellas. Además, estoy escribiendo dos libros que tengo que entregar a la editorial el próximo junio. UNICEF también me ha pedido que organice un concierto benéfico para recaudar fondos, destinados a los niños de Haití, y estoy en ello. Todo lo que puedo, lo hago. No tengo tiempo ni para pensar.
- ¿Cómo empezaste tu faceta de acercar la música a los niños?
- Yo tenía mi programa de radio “Clásicos Populares”, pero el mérito de la idea fue de González Sinde.
- ¿El padre de la ministra?
- Sí, él era a la sazón, director del Festival de Otoño, y me propuso hacer unos conciertos diferentes. En la conversación surgieron los niños y la idea. Conseguimos el apoyo de la Obra Social de Caja Madrid. La labor fue enorme ¡Cuántos niños habrán escuchado música clásica por vez primera en estos ciclos! Imagínate, unos 70 conciertos anuales, a los que asistían cerca de 1.200 chavales por actuación .
- Pero los niños son el público más difícil, porque carecen de esnobismo y no mienten nunca. Si no les gusta, no hay quien los retenga en sus asientos…
- Mi récord está en 8.500, un concierto que dimos en un polideportivo de Sevilla con la Orquesta Sinfónica.
- ¿Cómo consigues “domar a las fieras”?
- Es algo instintivo. Prescindo de la pedagogía y de los gruesos volúmenes escritos sobre la materia. Todo es mucho más simple. Algo así como, aquí Beethoven y aquí Juanito. Los presentas, y si Juanito tiene sensibilidad, no hace falta nada más. Lo mismo sucede con el público de la danza. Hay que llevar la música y la danza a los niños porque son como esponjas, todo lo absorben y no tienen prejuicios. Los prejuicios se los damos nosotros, los mayores.
Yo nací en una casa en la que mi madre era pianista, y mi padre director de orquesta; para mí y mis hermanas la música era algo que existía desde siempre. Me sorprendía mucho cuando me daba cuenta de que a mis amigos, si les nombraba a Schubert pensaban que era un futbolista. Me alucinaba, pero no por su ignorancia, sino por la lástima que sentía de lo que se estaban perdiendo.
Mi hermana mayor, Ana María, a los 16 años dijo que quería ser bailarina…
- ¿Y qué pasó?
- A mi padre no le hizo mucha gracia que en aquellos tiempos se marchase tan joven de casa, pero Margot Fonteyn, de quien era muy amigo, le convenció y le dijo: “mándamela a mí”. Así que mi hermana se fue al Sadlers Wells Ballet, y de allí pasó al Ballet de Zurich. Ana María siempre fue para Margot Fonteyn como una hija.
Mira, en esta foto puedes ver a mi padre con Margot.
- ¿Dónde fue tomada?
- En Granada. Gracias a mi padre se trajo el ballet del Covent Garden a actuar por primera vez al Festival de Granada. Mi padre hizo una gran labor de intermediación para que los artistas del extranjero, que eran sus amigos, vinieran a España a actuar, porque entonces ninguna compañía importante quería venir.
- ¿Por qué no venían?
- Por la visión que tenían de la España de Franco, a la que desde el extranjero se le ponía un cerco. Mi padre sentía mucha lástima por el atraso cultural que existía y quería que las fronteras se abriesen a las nuevas corrientes europeas. Así que puso todo su empeño en ello. Por ejemplo, habló con Ansermet para que trajese a la Suisse Romande, pero este rehusó venir al país de Franco, a lo que mi padre le respondió: “Es que no vas a venir a la tierra de Franco, vienes a mi tierra”; “Tienes razón”, le dijo Ansermet. Y no sólo vino la Suisse Romande por vez primera a España, sino que consiguieron hasta una subvención del gobierno suizo para los gastos del viaje.
- A tu padre, el gran director de orquesta Ataúlfo Argenta, se le ha tachado de franquista.
- Eso es mentira. Mi padre jamás se interesó por la política. Mi familia vivía en Alemania cuando, a consecuencia del estallido de la Segunda Guerra Mundial, regresaron. Pero el talento de mi padre era tal, que empezando de pianista en España, consiguió triunfar en París dirigiendo la recién creada Orquesta Nacional de España. Mi padre subió demasiado alto por sus méritos, y el régimen solía utilizar a los españoles que triunfaban como un logro del sistema, cuando no era así. Pero esto sucedía hasta con los ciclistas que ganaban el Tour. Es más, una vez estuvimos a punto de exiliarnos.
- ¿Por qué?
- Porque mi padre hizo una declaraciones sobre la escasez de los compositores españoles y del aislamiento cultural que se padecía. Y esto sentó muy mal a un ministro que dijo que no iba a consentir rojos en la orquesta nacional. Así que mi padre decidió que nos fuésemos, pero mi madre no quería vivir en Suiza y al final nos quedamos.
-Tendríais que haberos ido.
- Es algo que siempre he pensado, y claro que tendríamos que habernos marchado, entre otras cosas, porque si nos hubiéramos ido mi padre aun estaría vivo, al no haber sucedido el accidente que le costó la vida a los 44 años.
- ¿Qué edad tenías cuando falleció tu padre?
- Doce años. Y hasta ahora nunca he dejado de preguntarme que habría pasado si mi padre no hubiera muerto tan joven…
- ¿Cuál crees que es el vínculo de unión entre la música y la danza?
- Desde los tiempos primitivos el hombre expresó sus sentimientos con la danza, y la música los acompañó. Están intrínsecamente unidas, y esa unión es tan íntima que cuando alguien escucha música siente el deseo de bailar. Por eso en “El conciertazo” había una sección dedicada a la danza (“Discoteca clásica”). Pasaron por ella grandes bailarines de diversos estilos (danza barroca, tradicional, flamenco, española, ballet clásico) como Antonio Márquez, María Pagés, Laura Hormigón y Oscar Torrado…
- Me gustaría que me contases los detalles de tu marcha de RTVE, porque se comenta que no querías irte, y sin embargo… ¿Firmaste el ERE para la jubilación anticipada?
- A mí como a tantos otros profesionales nos dieron la posibilidad de firmar el ERE, pero de una forma subrepticiamente coactiva. Es decir, que si preguntábamos qué sucedería en caso de no firmarlo, nos contestaban que a partir de ahora la cosa iba a cambiar muchísimo y que allá tú… Firmé, en principio, si bien hablé con Javier Pons, el Director de RTVE, y acordamos que yo seguiría con mis programas y que me retractaría de la firma, por lo que continué con mi trabajo habitual. Un día de julio, cuando estábamos rodando “El Conciertazo”, recibí un aviso para reunirme con Pons esa misma tarde. Me pareció algo de lo más normal, pues pensé que se interesaba por la grabación. Yo estaba equivocado.
- ¿Qué quería?
- Fue un jarro de agua fría. Me dijo que iban a prescindir totalmente de mis programas; que “Clásicos Populares” desaparecía de Radio Clásica y que “El Conciertazo” era demasiado caro. Yo intenté ofrecer otras alternativas para abaratar costes; de hecho desde el año 2002 el presupuesto habíamos conseguido bajarlo un 30%. Esto fue posible gracias a Pascual Osa, y deseo decir que ha sido un placer y un honor trabajar con un director musical de tan gran talento, al que no entiendo como no le dan una subvención para su Orquesta Filarmonía, que es una maravilla.
- Por desgracia, en los tiempos que corren, las subvenciones poco, o más bien nada tienen que ver con la calidad de los artistas…Pero bueno, ese es otro tema. Dime ¿Cómo te sentiste al recibir un golpe tan repentino?
- Me sentí desolado, todo el trabajo de tantos años desaparecía de un plumazo, y hubo gente de mi equipo que el viernes de esa misma semana se quedaron en el paro después de haber estado nueve años trabajando; pero no hubo manera de convencer a Pons, y al preguntarle por el programa que iban a poner en lugar del mío, me contestó que otro programa de música clásica para niños, por lo que yo podía sentirme muy orgulloso de haber creado escuela…
- ¿Cómo diste la noticia a tus colaboradores?
- No dejaron ni siquiera que yo personalmente les comunicase lo sucedido, porque a la mañana siguiente, cuando acudí al rodaje, me encontré con la sorpresa de que todo el mundo ya lo sabía. El País había publicado la noticia de que mis programas se terminaban porque yo había firmado el ERE. Lo peor de todo fue darme cuenta de que enviaron la noticia al periódico antes de la reunión, por eso no tuvieron la más mínima intención de encontrar alguna alternativa. La decisión de suprimir mis programas estaba tomada de antemano.
- Y “Clásicos Populares”, ¿Echas de menos los 32 años de programa radiofónico diario?
- Sí, muchas veces cuando descubro una música hermosa, siento deseos de darla a conocer, de mostrarla a los demás, entonces, de repente me acuerdo de que ya no puedo hacerlo porque no tengo programa. Y es que la vida esta hecha para compartirla con los demás.
- ¿Qué te hizo superar un golpe tan duro?
- El cariño de la gente. Verás, me sucedieron cosas increíbles. Antes cuando estaba en activo, la gente me reconocía, me miraban, pero no se atrevían a decirme nada; pero cuando desparecieron mis programas… Fue como si una barrera se hubiera roto, y me abordaban, venían a hablar conmigo, me abrazaban. Me sucedieron anécdotas inimaginables, como cuando subí a un autobús con mi mujer, tenía preparadas las monedas para pagar, y el conductor me las rechazó diciendo: “yo a usted no le cobro”. O aquella vez que unos guardias civiles me pararon en un control rutinario de alcoholemia y, al reconocerme, exclamaron: “usted es el del Conciertazo”, y no me dejaron soplar. Entonces, pienso, que si suceden cosas como éstas, será que algo bueno he hecho.
No me importa que algunas personas, en ocasiones, opinaran y escribieran que yo rebajaba la seriedad inherente al patio de butacas de los conciertos, como si yo fuera irrespetuoso con la música clásica, incluso, hubo quien opinó que yo era un payaso. Pero a mí nunca me importó hacer lo que fuese para captar la atención de los niños, les provoqué para que se rieran conmigo y de mí, porque mi intención no se quedaba en la risa, sino que a través de la diversión, quería que les llegara la música, lo más bello que mi padre me legó, y en este caso, el fin sí que justificó los medios.
- ¿Por qué crees que terminaron con “El Conciertazo”, cuando era el programa de mayor audiencia del canal internacional?
- Sí, es cierto. Ni te imaginas como lo apreciaban los países de América del Sur: en México era el cuarto programa con mayor audiencia de los que se emitían por cable; en Colombia lo retransmitían en abierto dos veces diarias…
Pero a RTVE los niños no les interesan. No votan, no compran… Les sale mucho más barato poner cualquier peliculita que transmitirles la música o la danza. Sólo se acuerdan de ellos en Navidad, para venderles juguetes. Parece no importar que el futuro de España esté en la educación de las nuevas generaciones, y más ahora, cuando las estadísticas sitúan a España en la cola de Europa, como uno de los países de la UE con el nivel educativo más bajo.
No se dan cuenta de lo unida que está la cultura al progreso. ¿Qué país conoces, culto y libre, que no sea económicamente fuerte?
MERCEDES ALBI
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