Stella Arauzo, directora artística de la Compañía de Antonio Gades (entrevista desde Cuba)
- sertorio
- 27 abr
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Actualizado: 28 abr

Cada obra es un acto de amor, y cuando se tiene el placer de conversar con Stella Arauzo, directora artística de la Compañía Antonio Gades durante veinte años, no queda lugar a dudas.
Ella es pasión, Stella es una mujer de alta intensidad emocional.
Además, se encuentra en un punto culminante de su vida y de su trayectoria personal al regresar a Cuba con el poso tan enorme de recuerdos que le trae la isla.
Stella bucea y vuela a un mismo tiempo. Surgen sus recuerdos y al mismo tiempo debe proyectalos hacia los jóvenes bailarines y mostrarlos al público.
Y es que se enfrenta a un reto: montar para el Ballet Nacional de Cuba "Bodas se sangre", dentro del XXXI Festival La Huella de España que se celebra en La Habana; y lo hace con una estrella de la danza de excepción, Joaquín de Luz, que bailará el papel de Leonardo.
Sus "fantasmas" amados (Antonio Gades, su esposo -el guitarrista Antonio Solera-...) se le manifiestan en la isla con mayor fuerza, y Stella vuelve a ser aquella chica que, con solo 17 años, entró en la compañía que ahora dirige.
La responsabilidad y el amor se entremezclan y en unos días mostrará al público cubano su hermoso fruto.
En "Bodas de Sangre" los roles principales están a cargo de Viengsay Valdés, Sadaise Arencibia, Joaquín de Luz, Daniel Martínez y Clotilde Peón.
Pero esta función es solo el preludio de la colaboración que Joaquín de Luz va a establecer con el papel de Leonardo en "Bodas de Sangre", y que el público español podrá disfrutar, junto con la Compañía de Antonio Gades, en una próxima gira.
Además, del 8 al 18 de mayo, de jueves a domingo, la compañía representará "Carmen" en el Teatro Albéniz de Madrid.

-Cuéntame Stella, ¿Cuántas veces has venido a Cuba?
-Es la séptima vez que viajo a esta hermosa isla. Estar en Cuba siempre aviva en mí unas emociones...

-¿Recuerdas cuándo fue la primera vez?
-Sí, hace mucho tiempo, yo tenía 18 años, era era mi segunda gira con Antonio Gades.
Y cada vez que vuelvo, siento tantas emociones... Aquí me lleno de Gades y de comprender su concepto como trabajador de la cultura.
-¿Qué sientes?
-Alegría, melancolía, pasado, presente, mucha responsabilidad de traer Gades... Imagínate las pasadas que me juega mi memoria con tantos recuerdos de gente tan querida que ya no está y que noto como si se me apareciesen. Aunque ellos me acompañan, en realidad estoy sola, frente a la enorme responsabilidad que significa montar a unos bailarines de ballet clásico una obra de danza española.

-Y ¿cómo lo haces?
-Parto de una certeza. Ignoro lo que Antonio Gades haría si estuviera con nosotros, pero sí estoy segura de algo: se lo que él no querría.

-Y los bailarines del Ballet Nacional de Cuba, ¿asimilan este lenguaje diferente?
-Es un esfuerzo muy grande para ellos, que son bailarines de puntas y tienen que ponerse el zapato, cambiar radicalmente de estilo.
Juega a mi favor que estos chicos magníficos, que pertenecen a nuevas generaciones, están llenos de ilusión, con esa mirada fresca que parece están diciéndome sin palabras: cuéntame y guíame.
-¿Abren su mente?
-Es toda una experiencia, naturalmente que con los más jóvenes, los que no han conocido a Gades, cuesta más. Hay que ir más despacio.
Te podré un ejemplo, ellos rien, pero la risa en Bodas de Sangre, no es una risa fresca, sino una risa con dolor... ¿Cómo les transmites eso?
Los jóvenes bailarines se asoman a la ventana, y quieren beber y tienen sed... Es una sensación muy bonita, y al mismo tiempo una enorme responsabilidad guiarles a través de un mundo muy diferente al de la danza clásica.

-Y ¿cómo lo afrontas?
-Gracias a esa mirada de niños que tienen, porque me parece que fueran niños inocentes que se asomaran al mundo a través de una ventana. Se asoman a este océano, que tienen aquí enfrente, y lo miran y a la vez lo quieren beber. Uff, y yo soy ese océano.
También valoro mucho el trabajo que hacen aquí. Sé que me dejo un trozo de mí misma, pero con la certeza de que a su vez me voy a llevar un trozo muy grande de ellos.

-¿En qué fase de los ensayos os encontráis?
-Estamos en pleno proceso. Me he venido primero yo, y en unos días vendrá Joaquín de Luz, y ahora me encuentro trabajando con Sadaise Arencibia. Además, va a ser su última función con el Ballet Nacional de Cuba, lo que hace todo mucho más emotivo, quedamos para ensayar incluso en días festivos a horas muy tempranas.
-¿Cuál es tu reto con ella?
-Lo que busco es sacar esa chispa que nace de dentro, olvidarnos de la bailarina para llegar al intérprete. Una primera bailarina como Sadaise, tan sensible, tan inteligente y en su última función... No hay palabras.
-Siento que estás muy emocionada.
-No lo puedo ocultar.
Los sentimientos a veces se quedan dentro, no salen de la garganta y, de repente, afloran sin querer, sin darte apenas cuenta de lo que estás viviendo. Echo de menos a mi marido, el guitarrista Antonio Solera.

-Háblame de él.
-Para mí, hablar de él es hablar de toda una vida, hemos pasado cuarenta años juntos. Siempre decía que se enamoró nada más me vió y yo le contestaba: pues yo te llevo ventaja porque yo te conocí seis meses antes.
-¿Por qué?
-Fue en el cine con la película "Bodas de Sangre". Era mayo del 81 y me quedé impactada. Lo vi todo tan lejano, tan inalcanzable, aquella compañía con aquel nivel impresionante...
Mi hermana me decía "oye, qué guapo es el cantaor" (se refería a José Mercé); y yo le contestaba: a mí el que me ha gustado es el guitarrista (ríe).
-Entonces, como si fuera un cuento, aquel que has visto en el celuloide se vuelve de carne y hueso.
-Total, pasaron seis meses. Una amiga me pide que la acompañe a una audición para entrar en la compañía... Y allá voy.
Tenía 17 años.
-¿Te cogieron?
-No, no me di cuenta de nada, ni se me pasó por la cabeza que yo podría trabajar allí. De repente, estaba haciendo la comida, pues vivía sola con mi madre, cuando recibo una llamada de Cristina Hoyos. "Iré, cuando termine de hacer las lentejas", respondí. No se cómo no me mandó a hacer gárgaras.

Acudo al estudio, y en vez de hacerme una prueba, Gades ordena que me pongan a ensayar con todas las niñas. Entonces, veo al guitarrista. Parecía más joven, aunque tenía 11 años más que yo, y pienso, "pues en persona también es muy guapo".
-Y os enamoráis.
-No, fue mucho más complicado. Nos vamos de gira, y entonces me entero que está casado, que tiene dos hijos... Repliego velas. Pero es cierto que me daba mucha ternura, quería... como cuidarlo.
Y él me proponía ir a cenar, quedar aquí y allí, pero todo como amigos. Él me contaba su vida y yo la mía. Además, yo tenía un noviete, al cabo de un año riño con él y Antonio me propone que vayamos al cine.
Fue todo sin darnos cuenta, hasta que sentí que se apoderaba totalmente de mi pensamiento.
Entonces, cogí mi bolsa, y mi madre me pregunta: ¿Dónde vas?, "yo me voy con Antonio".
Eso fue cierto, coger aquella bolsa fue para mí un vínculo más grande que si me hubiera casado en los Jerónimos.

Como ser humano, como artista, todo lo que me aportó mi marido... Era gitano, un flamenco del Sacromonte. Estoy segura de que sin él, yo hubiera sido otro tipo de bailarina, aparte de lo que me inculcó Gades, a quien consideraba su compadre.

-¿Cuanto tiempo estuvo tu marido, Antonio Solera, en la compañía de Gades?
-Cincuenta años. Allí nos conocimos y hemos entregado los mejores momentos de nuestra vida.

-Comprendo que regresar a los lugares donde fuisteis tan felices, te despierte la nostalgia.
-Volver a encontrame con el pueblo cubano, siempre es encontrarme con Gades y también con mi marido. Y a su vez, me reencuentro con el respeto, con la admiración, con el amor a la danza, el amor a los maestros y a la cultura.

Hace dos años volví a La Habana, pero con Álvaro Madrid y Esmeralda Manzanas; yo interpretaba "la vieja"; en esta ocasión vengo desde el "ojo de fuera", soy el ojo de dirección, únicamente como directora, y cuento nada menos que con un bailarín como Joaquín de Luz.
Otra forma de bailar, de expresar. Momentos muy bonitos, veo mucha admiración, muchas ganas de beber de Gades desde la humilde fuente de mi mano. Yo no soy Gades, pero son veinte años realizando su trabajo.
-¿Qué tal con Joaquín de Luz?
-Muy bien. Ayer fuimos a donde estaba la estatua de Antonio Gades. Joaquín tuvo mucha gracia, dijo: “vamos a ver a Antonio, a ver si me da unos consejitos”.

-¿Le ha gustado a Joaquín bailar el Leonardo?
-Ante todo te subrayo que para mí es una suerte enorme dirigir a una estrella de la danza como Joaquín de Luz, porque poder profundizar con él en un personaje como el Leonardo de Bodas de Sangre, es como adentrarse en un pozo del que nunca se encuentra el fondo. Joaquín comparte esta fascinación por el universo Gades. Se ha convertido en uno de los nuestros.

-¿Te sientes triste y feliz?
-Sí, al mismo tiempo. Y cómo no estar feliz acompañada de Viengsay Valdés, a quien admiro profundamente; Sadaise, en su última función; Daniel Martínez, del Ballet Español de Cuba, que hizo un novio entrañable; los maestros Loti Peón, Eduardo Veitia, con quien me unen tantas cosas, pues somos de la misma generación, Mercedes Beltrán...

-Entonces, finalmente, ¿qué crees que te puede más, la felicidad o la nostalgia?
-Creo que ambas cosas por igual. Aquí me vacío y me lleno. Es un
trabajo de llenarse y de vaciarse. Estoy todo el tiempo transitando desde el pasado al futuro. Pero siento tanto orgullo de estar aquí representando a la Compañía de Antonio Gades, que solo puedo decirle a la vida: gracias.
MERCEDES ALBI
Maravillosa entrevista, se fusionó lo humano con la esencia del ARTE GADES, descubrir el alma del pueblo ,español a través de la concepción de FEDERICO. GRACIAS STELLA por regalarnos tu alma, a través de contarnos tu vida.
Que entrevista emotiva y que mujer maravillosa Stella Arauzo, un verdadero honor conocerla y poder beber de su inmensa sabiduría 💎🌹💎❤️