Siempre me he sentido atraída por la figura de la Argentinita y cuando de soslayo he encontrado un párrafo que hablase sobre ella, ha quedado registrado en mi cabeza como una especie de ficha en el registro de mi memoria. Estos inesperados retazos han contribuido a enriquecer instantes de una existencia que considero fascinante. Y es que la vida de Encarnación López Júlvez es una historia de amor y muerte, que por desgracia, a veces se interpreta en clave política, cuando ella misma nunca quiso saber nada de semejante cuestión.
“No se nada de política. La misión del artista es cantar y bailar”, declararía en una entrevista en el año 1939.
La imagino como un dechado de gracia tan inmenso y rebosante que incluso tenía casi el poder de eclipsar el genio de su hermana Pilar, que comenzaría a brillar fulgurantemente a partir de su desaparición. Se marchó de forma inesperada, en Nueva York el 24 de septiembre de 1945, en la cumbre del éxito, girando creaciones como "El café de Chinitas", en los más importantes teatros estadounidenses.
Su amigo Edgar Neville escribe en un artículo lamentando su desaparición:
<<En marzo iba a volver definitivamente: traía con ella la experiencia de haber vivido en el país donde se tiene un concepto más claro del espectáculo. ¡Qué proyectos no traería! ¡Qué ballets no hubiera aderezado aquí, escogiendo en nuestra solera nación! España ha perdido un nervio precioso, un resorte de incalculable proyección, y Madrid, a la madrileña más amante de su pueblo.>>
La marcha de España
Según relata Pilar López, su hermana menor, ellas salen huyendo de Madrid a finales de 1936 y principios de 1937 pretextando una gira que emprenden por el norte de África. Se marchan de una ciudad sitiada, donde las obligaban a bailar hasta la extenuación de un teatro a otro con el fin de recaudar fondos para la República en guerra.
<<Había días que trabajábamos en cinco, en seis, en siete, en diferentes barrios. Íbamos por ejemplo a un cine de Cuatro Caminos, y después nos llevaban a Gran Vía, Rialto o al Palacio de la Música o donde fuera, hacíamos otro par de bailes, después íbamos al barrio de las Ventas, a otro cine que había allí, etcétera, etcétera… Todos los días nos encontrábamos a los mismos, o sea con todos los artistas que en ese momento estaban en Madrid (…) Venían aquí a buscarnos en un coche grande, muchas veces iban en él dos o tres artistas, nos metíamos nosotras vestidas con el traje de escena para no andarnos cambiando ni nada, con un abrigo por encima, un mantón o lo que fuera… llegábamos a un teatro a un cine, actuábamos, y después nos llevaban a otro barrio distinto...>> (“Pilar López, una vida para el baile”. A. Álvarez Caballero. Ed. La Unión 1997)
De ese preciso momento y tomada en la puerta de una de aquellas actuaciones es la valiosa fotografía rescatada de los archivos de ABC por el escritor Joaquín Albaicín, de un homenaje al General Mangada. En el centro de la escalera que accede al teatro están las hermanas López Júlvez rodeadas de grandes artistas del momento, Pastora Imperio, Pastora Pavón, la niña de los Peines, Manolo Caracol, Miguel y Rafael Albaicín, con su madre Agustina, el guitarrista Niño Ricardo… La niña rubia que destaca con los brazos en jarra en la primera fila, es Merceditas León, hija de La Quica y Frasquillo, que había sido encarcelado, tal y como he contado en mi libro “Dolores de Pedroso y La Quica, dos mujeres unidas por la danza” (Ed. Cumbres). Los otros niños son, según los identifica Joaquín: El niño pequeño junto a ella es Faíco. Abajo, muy negro, sale Fati, de los Pelaos…
Mucho arte reunido en una sola fotografía.
Es un encuadre fidedigno de lo que sucedía. La fuente de Joaquín es el relato oral transmitido de abuelos a nietos, un legado de sangre que hereda y difunde el escritor. Y es que su tío-abuelo, Miguel Albaicín, que aparece en todas las fotografías de ese momento con Encarnación y Pilar López, era el bailarín principal de su compañía (sustituyó al bailaor Miguel Ortega que se negó a ir de gira por miedo al barco), y en esas actuaciones recaudatorias bailaba como pareja de las hermanas.
Existen otros testimonios gráficos de aquellas "galas benéficas".
Argentinita tenía miedo, cundió el rumor de que se había negado a participar en un espectáculo a beneficio de los huérfanos de guerra. Puso en su portal de la calle General Arrando un cartel con la advertencia: “Aquí vive una ciudadana argentina”. Y haciendo uso de su pasaporte extranjero emprende con su hermana una rocambolesca gira desde el puerto de Alicante a Árgel, Casablanca y desde allí a París.
En la ciudad del Sena toma fuerzas y organiza una pequeña compañía que con Pilar, Antonio de Triana y los guitarristas Manolo y Gabriel Ruiz, actúa en la Sala Pleyel. Empezaron otra vez de cero. El empresario Sol Hurok les propone emprender una gira por Estados Unidos, marcando el comienzo de una apoteósica etapa de éxitos.
Encarnación nunca regresaría. No tenía mucho tiempo de vida. Atrás dejó todo. También le habían sido arrebatadas sus joyas, depositadas en una caja de seguridad del Banco de España, que fue saqueado. Sus manos estaban vacías, su corazón, ya algo cansado, rebosaba de recuerdos…
Joselito, su primer amor
Encarnación López Júlvez nació el 3 de marzo de 1895 en Argentina, hija de emigrantes españoles. Su padre, Félix López, era un comerciante segoviano que regentaba un próspero negocio de telas en Buenos Aires, cuando se vio obligado a cerrar a consecuencia de una epidemia de escarlatina que causó la muerte de dos de sus hijos. Regresaron a España. Encarnita poseía un don innato para el cante y el baile, que perfeccionó con la maestra Julia Castelao. Fue una niña prodigio a encandiló al público desde que puso un pie sobre las tablas, y a la que cariñosamente identificaron con el diminutivo de Argentinita, para distinguirla de Antonia Mercé, la Argentina.
Su primer amor, fue el torero, José Gómez Ortega, Joselito el Gallo, que rendido por ella había incluso escrito al padre de Argentinita para concertar una cita. Se trataba, evidentemente, de formalizar su relación con vistas al matrimonio.
Se conocieron durante los Sanfermines del año 1919. Eran días de fiesta y feria en los que Joselito y Belmonte torearon cinco tardes seguidas, mientras Argentinita bailaba en el teatro. Y se volvieron locos de amor. Según El Cuco, primo de los Ortega: "Encarna, como la llamaba él, cubrió en su corazón el hueco que dejó la Señá Gabriela", pues la madre de Joselito acababa de fallecer.
Los sueños de la joven pareja quedaron truncados la fatídica tarde del 16 de mayo de 1920, cuando un toro llamado “Bailaor” arrebató la vida a Joselito en la plaza de toros de Talavera de la Reina.
Su cuñado, Ignacio Sánchez Mejías, que toreaba junto a Joselito la fatídica tarde, fue quien se encargó de dar muerte al toro que le costó la vida; Argentinita, que iba a actuar en el Teatro de la Latina, desfallecida por la noticia, suspende la función… Los dos compartían una misma pena, un mismo hueco que llenar cuando el azar predispuso una nueva jugada.
Suenan en el aire las coplas de Sánchez Mazas lamentando la muerte del torero: “¿Quién te había de llorar, Joselito en primavera? ¿Por qué fuiste a torear y a morir en Talavera? ¿Quién te había de llorar?”
Su gran pasión: Ignacio Sánchez Mejías
Argentinita, para ahogar sus penas, emprende una gira por América donde coincide en México con Ignacio Sánchez Mejías. Cuando trato de imaginar qué pudieron sentir al encontrarse allí, en ese momento en que los dos trataban de superar una idéntica ausencia, siempre acude a mi mente una novela de Margarite Duras titulada “Los ojos azules y el pelo negro”, donde sus protagonistas quedan unidos por la muerte de la misma persona que han amado.
Su amor fue un secreto a voces en el Madrid de aquel tiempo, pues Ignacio nunca se separaría de su esposa Dolores Ortega, la cual vivía con sus hijos en Sevilla, mientras convivía con Encarnación en su piso de la Calle General Arrando, aunque mantenía una habitación en el Hotel Palace para cubrir las apariencias. Fueron la pareja de moda en los círculos artísticos de la Edad de Plata.
Rafael Alberti describe así al torero en “La arboleda perdida”:
<<Ignacio en lo físico y en todo, no era andaluz de gitanería, sino ese otro, clásico, grave, perfilado y severo de la Sevilla de Trajano. Mas, a pesar de su aire pensativo, solía ser pensativo, gracioso y burlón y hasta algo pesado en sus frecuentes bromas, un tanto infantiles. (…) ¡Qué raro talento el de Ignacio para entrar enseguida en lo más difícil, para saltar de lo más serio a lo más alocado! >>
Además de los toros por las venas del diestro hierve otra pasión: el teatro. Bajo la influencia de Argentinita se integrará cada vez más en el mundo de los jóvenes poetas de la residencia de estudiantes y comienza a escribir obras (“Sinrazón”, “Zaya”, “Ni más ni menos”...). Justamente, el encuentro de los poetas para conmemorar el 300 aniversario de la muerte de Góngora en 1927 en el Ateneo de Sevilla, que dará nombre a su generación, fue patrocinado por Ignacio Sánchez Mejías.
Encarnación estaba muy unida a Federico García Lorca desde que protagonizase su obra "El maleficio de la mariposa" en el mes de marzo de 1920.
Por “Las calles de Cádiz”
Fue hacia 1932 cuando los amantes emprenden el proyecto de crear una compañía de bailes españoles cuya estrella será Argentinita. La idea fue un proyecto conjunto con Ignacio Sánchez Mejías, que producirá y dirigirá la empresa bajo el seudónimo de Jiménez Chávarri. En una entrevista que Argentinita concede antes del estreno en el Teatro Español, ella cuenta que el tal Jiménez es también el compositor del ballet...
No cabe duda alguna de que el "casting" de los artistas corrió a cargo de Ignacio, pues el mismo Rafael Alberti cuenta en sus memorias detalladamente el divertido periplo que pasó acompañándolo por Jerez y Sevilla, en la búsqueda y selección de los artistas para “Las calles de Cádiz”. Su intención era trasladar al escenario, sin que perdiesen su frescura y pureza, las fiestas populares que se celebraban en los rincones de la bella ciudad.
Contrató nada menos, entre otros, a tres grandes antiguas glorias de los tablaos flamencos: La Malena, la Macarrona y la Fernanda.
José Luis Navarro García, en su libro “El ballet flamenco” cita la descripción que Romualdo Molina y Miguel Espín han hecho de "Las calles de Cádiz":
“Era una estampa lírico-coreográfica de un Cádiz en trance de desaparición, con los últimos tipos característicos, algunos de los cuales, como el propio Espeleta, habían sido arrancados de la misma realidad y llevados al escenario; por primera vez se presentaba un cuerpo de baile flamenco; seis bailaoras hacían las alegrías con su propia personalidad, su bata de cola de distinto color; todas a un tiempo, cosa nunca vista; (hubo que hacer un biombo para que medio se escondiera Manolo el de Huelva, genial guitarrista, famoso tanto por su arte como por su nerviosismo); luego, números de tangos, el romancillo de Lorca “Los Reyes de la Baraja”, metido por bulerías y bailado por un corro de gitanillos; Los pregones del camaronero y la florista, el tango de la hija de Villacampa que cantaba Encarnación. Tras Las Calles, el broche de oro: “Nochebuena en Jerez”; festejo andaluz con un Nacimiento y terminaba con un semicírculo de fin de fiesta, al modo de como suele hacerse hoy, pero que entonces se hizo por primera vez. Un espectáculo inolvidable”
Pilar López describe así lo sucedido:
<<¡En el Teatro Español de Madrid, no en ningún chiringuito! La gente se enloqueció; había gente que iba… Me acuerdo que el Duque de Alba iba todos los días. La gente chillando en los palcos... Fue un éxito fenomenal, nunca visto… Fue la primera compañía que montamos. Mi hermana se adelantó en 40 años; tenía una visión muy certera de lo que tenía que ser el teatro.>>
Después del estreno giró por teatros España y también se representó en el Teatro de los Campos Elíseos en París. El mes 8 de noviembre de 1933 estrenó casi al mismo tiempo una nueva producción, el ballet “La romería de los cornudos”, con música de Pitaluga con libreto de García Lorca y Rivas Cherif.
La muerte de Ignacio Sánchez Mejías
Sin embargo, la dicha del éxito queda empañada una vez más por el drama. Al año siguiente, Ignacio Sánchez Mejías regresa a los ruedos. El historiador Ian Gibson, en su libro “Vida pasión y muerte de Federico García Lorca”, se plantea las razones de su vuelta. Es un ya hombre maduro al que sobran 15 kilos que logra perder observando una severísima dieta. La conclusión del escritor irlandés es que el regreso se debió a motivos económicos, incluso Pepín Bello le confesó que fue por los gastos ocasionados por Argentinita.
Consultando la cronología de los hechos, es evidente, que la producción de los espectáculos, costeada por el diestro, suponía grandes desembolsos.
Todo se concatena de forma trágica. Ignacio, por un negro azar, se encuentra en la plaza de Manzanares, ocupando un lugar que no es el suyo, con una cuadrilla que tampoco es la suya, y en un momento determinado, un oscuro presentimiento le hace negarse a torear, pero le convencen, “hombre, que no se diga…” Un toro llamado Granaíno, le trae la muerte.
Es llevado al Sanatorio de Toreros de Madrid donde agonizará durante dos días. La familia impide la entrada a Argentinita que, según testigos, vagará alrededor del edificio blanca y demudada como un fantasma, acercándose a preguntar a los que de allí salían.
Encarnación se vio obligada a llorar desde lejos su pena, sin un adiós, ni un sitio en el funeral, como si no hubiera ninguna huella de Ignacio Sánchez Mejías en su vida a pesar de los más de diez años que estuvieron juntos.
Es aquí donde se comprende lo que Federico García Lorca quiso transmitir con la dedicatoria: “A mi querida amiga Encarnación López Júlvez”, en su célebre poema “Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías”.
Será Federico quien dejará unido para siempre el nombre de Encarnación al torero muerto. Ella era su musa, su comadre, con la que había grabado sus inolvidables canciones.
Encuentro con Pío Baroja, París 1937
Leyendo a Pío Baroja, en su libro “Aquí París”, aparece sorpresivamente Argentinita en una misteriosa cena acompañando al escritor Chaves Nogales. Don Pío, a modo de extraña premonición, describe los pormenores de la distendida velada que celebraron, y el cruento destino que acechaba a los invitados:
<<Encarnación López, a la que vimos después, la Argentinita, era esbelta y de cara muy correcta, pero ya no era joven. A algunas de aquellas comidas solía asistir también, aunque esa noche no estuviese, una mujer de tipo griego, sobre todo cuando permanecía seria y silenciosa, con un rostro dominado por una expresión melancólica.
Nadie habría sido capaz esa noche de presentir la mala partida que el destino preparaba para la mayoría de las personas que se habían reunido a pasar unas horas de distracción y amenidad. Todos estábamos alegres y, sin embargo, la muerte rondaba el grupo y elegía sus víctimas.
No mucho tiempo después, el balance de aquella noche no podría haberse imaginado más catastrófico. De las personas que cenamos juntas, tres de los hombres y una de las mujeres se habían suicidado, dos de ellos muertos por enfermedad y un tercero, en un campo de concentración. De las mujeres, una tomó una gran dosis de un narcótico para suprimirse y dos habían desaparecido.
El escritor Benjamin Crémieux, judío, quiso hacer una manifestación contra los alemanes, le hirieron, fue trasladado a un campo de concentración, y allí encontró la muerte. El poeta Fargue murió también en París, sin duda al liquidar la enfermedad que ya llevaba en su cuerpo cuando le conocimos.
Chaves Nogales moriría de una manera rápida, de un ataque al corazón y la Argentinita desaparecería del mundo de los vivos en Nueva York, a consecuencia de una operación quirúrgica.>>
MERCEDES ALBI
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